Hoy comemos en... Il bambino de la bambola

Hoy comemos en... Il bambino de la bambola

L’apparenza inganna. O lo que es lo mismo, las apariencias engañan, y este local parece ser un buen ejemplo. Si queréis saber si nos hizo sonreír o llorar, sólo tenéis que seguir leyendo.

"Tenéis que ir a un restaurante italiano que es increíble", y cuando cogemos el coche y ponemos la dirección en el GPS aparecemos en el Puente de Vallecas, pero Vallekas con K, a lo chungo. "¿Estás seguro que es aquí?" Nos habían dicho que era lo más, moderno y con una fusión de la clásica cocina italiana y el más puro estilo mediterráneo. Y nos vemos en un barrio de menú de 7 euros, con cocido madrileño y kebabs y señores tomando carajillos en las puertas de los bares. Un barrio obrero de toda la vida. Y ahí está, escondido entre pisos dormitorio, un portal a otro mundo. Sorprende la entrada, un pequeño recibidor con barriles que ejercen de mesa para los fumadores, y botellas de vinos modernos y con estilo. Y una vespa, muestra de que aquí no íbamos a encontrar vino con casera. Habíamos reservado, y al bajar a la entreplanta donde estaba el restaurante, nos sentaron mientras miraba un cartel sobre la barra "life is too short to drink bad wine". Parece que la cosa promete.

 

La puerta de Il bambino es un portal interdimensional que nos lleva a otro mundo, que ni el coronel Jack O'Neill descubrió en diez temporadas de Stargate G-1. Y lo descubro yo. Chúpate esa, pringao.

 

El local está decorado con aire romano, y recordándonos que el vino abunda, decorando paredes con botellas y corchos a mansalva. Y cómo nos gusta llevar la contraria, pedimos dos cervezas. Junto a dos panes de chapata (muy buenos, por cierto) nos pusieron un plato con alioli casero, aperitivo típico valenciano, y primera muestra de la cocina mediterránea de la que presumen. Pedimos dos entrantes, uno sobre seguro, y otro arriesgando. Los fagottelli de salmón noruego eran unos rollitos de salmón ahumado fresquísimo, relleno de queso mascarpone, gulas, gambas y aceite de albahaca, y acompañado de una pequeña ensalada de brotes tiernos y una vinagreta de pimientos. Mucho nombre, sí, pero en boca explota y se integra en un baile perfecto.

Después del éxito del plato-riesgo respiré tranquila, porque los crostini il bambino tenían que estar buenos. Es una receta típica italiana, rebanadas de pan tostado horneadas con acompañamiento. Los que llegaron a mi mesa parecían más un panini con pan precocido y toneladas de queso. La verdad me decepcionaron por varios motivos: escasez de ingredientes, el pan estaba poco crujiente y había tanto queso que anulaba cualquier otro sabor. Eran de pepperoni, atún y gambas con alioli. Y había dos sabores más, boletus, que fueron unas setas de cardo, y guanciale, que es una pieza parecida al lacón pero sin ahumar, y lo nuestro era ahumado.

Empecé a inquietarme y me bebí la cerveza de un trago, deseando que los segundos redimieran el último entrante. La verdad es que bebí para ver si me emborrachaba lo suficiente como para dejar de oír a la familia que teníamos al lado, que según se sentaron pidieron casera. Para el vino. Sacrilegio. Mi media langosta pidió los Angelotti Ivan Il Diabolo. Pasta fresca rellena de salchicha picante y carne, y que estaba salteada con crema y guanciale que se transformó en panceta esta vez. Suaves y con un toque picante de esos que no cansan, y una salsa ligera y perfecta. La pasta era cien por cien casera, con un relleno abundante y delicioso.

Y ahora llega mi momento. Nerviosa, como si fuera a presentarme a Master Chef, o Bertín Osborne dijera que "esta noche Anabel Frikigirl será Rocío Durcal", miro mi plato. Risotto Soffia. Recomendación de la casa. Arroz con chipirones, gamba roja, caldo de marisco y pesto rojo. Huele a dos palmos. Olía tan bien como debe oler Xabi Alonso recién salido de la ducha. Un aroma que me inundaba hasta la boca. Lo moví y esperé paciente un par de minutos para que el arroz terminara de asentar, y al probarlo... Dios mío, me estremezco y todo, como si mi querido Beckham me pasará su dedo por la espalda. Que sabor tan intenso y tan especial. Es de esos sabores que se recuerdan pasados los días, y que tu mente trata de reproducir una y otra vez. Me dio verdadera pena comérmelo. Deberían cambiar lo de "recomendable" en la carta por "imprescindible".

Acabamos con un tiramisú al amaretto que llevaba eso que tanto odio, la nata de bote. Y un barquillo. En lugar del clásico chocolate rallado por encima, usaron una salsa de chocolate. Prefiero mantener un gran clásico como está, la tradición hay veces que hay que mantenerla, pero el sabor en conjunto estaba bien. Nos invitaron a un chupito casero, que acabó transformándose en una copa, de chocolate y cerezas. Brutal. Podría beberme diez, aunque después cayera a plomo al levantarme de la silla.

 

VEREDICTO

 

Decoración: Notable. El ambiente de vinoteca me encanta. Las mesas de madera y las paredes con ladrillo visto le dan un aire hogareño muy agradable.

Servicio: Sobresaliente. En medio de la comida se acercaron para darle "fuerza" a nuestras cervezas. Detallazo de diez. Y con cada cambio de plato, cubiertos limpios. Otro diez.

La mesa: Notable. Menaje básico y moderno. El mantel era un camino de mesa de papel negro, que dejaba a la vista la mesa.

Gordon Ramsay opina que la comida era: Notable altísimo. La única pega se la pongo a los crostini, pero el risotto era tan bueno que me hizo olvidarlos enseguida.

Guita: Entre 20 y 25 euros por persona con dos cervezas por barba y postre. Asequible además porque están en "el tenedor" y tienen ofertas casi siempre. La relación calidad-precio es excelente.

 

Un rinconcito de Vallecas, sacado de otro mundo y puesto ahí por casualidad. Fue una suerte que nuestros caminos se cruzaran por casualidad, así que vivan las casualidades. 

 

 

IL BAMBINO
C/ Martínez de la Riva 36
Madrid
ilbambinorestaurante.com
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Este artículo lo ha escrito...

Anabel Palomares

Ana Belén Palomares (Madrid, 1986). Diplomada en fisioterapia, pero dedicada al mundo de la moda en una de la mayores cadenas de España, esta chica madrileña vive entre libros de cocina y discos... Saber más...