Hoy comemos en... La Tape

Hoy comemos en... La Tape
Un día cualquiera no sabes que hora es. Y como no eres Nacha Pop te das cuenta de que es la hora de comer, por eso el dolor de estómago. Así que buscas, buscas, y buscas, y después de volverte loco das con un pequeño local, La Tape. Una nueva etapa de la antigua La Tapería, que estamos encantados de presentarte. Tradición y actualidad se cogen de la mano en este restaurante de Madrid, en pleno Malasaña.
Lo malo de irte de domingueo por Madrid, es que hay tal cantidad de locales que encontrar uno bueno, bonito y barato se convierte en una tarea más propia de héroes que de personas hambrientas. Debería existir un héroe que señalara el lugar donde comer con un dedo, y que tuviera el cuerpo y la cara de Michael Fassbender. Un Magneto de las croquetas y las tablas de quesos.
Tapaman, el héroe que esperabas
El caso es que allí estaba yo, a punto de desfallecer de pura gula, rodeada de locales hipsterianos y de mucha gente con gafas de pasta y largas barbas, cuando lo vi. Un pequeño local en la Calle San Bernardo, haciendo esquina con Manuela Malasaña. Parecía el típico local que llevaba allí tiempo, y que había que tenido que adaptarse a las bicis plegables, los pantalones tobilleros y la música de Russian Red para acoplarse al nuevo modelo de cliente de esa zona. Tradición+moderneo, parecía cantar el cartel de la puerta, así que pasamos.
El local cuenta con dos plantas, la de abajo con unas cuantas mesas y una pequeña tienda, y la de arriba, de restaurante como tal. Grandes ventanales y una decoración cuidada nos dieron la bienvenida, y una camarera andaluza tremendamente simpática nos condujo a nuestra mesa. Los cuatro comensales decidimos compartir unas raciones al estilo familiar, en el centro de la mesa, y todo porque la que escribe es una gocha y no le basta sólo con probar un bocado de cada uno de los platos que aterriza. Este local tiene más de 60 cervezas artesanas diferentes, así que los amantes de la cerveza tienen aquí un hueco muy especial para disfrutar. Nosotros pedimos una de barril, La Virgen, y tenía un sabor suave que nos encantó. Comenzamos con unas croquetas cremosas de boletus, redondeadas y con un rebozado maravilloso. La lástima es que en el primer mordisco me llevé un bofetón de nuez moscada que me dejo noqueada para el resto de la croqueta. Perdí el sabor del hongo, de la bechamel y de todo.
El steak tartar de buey cortado a cuchillo, con huevas y pan de cristal, tenía una pinta increíble, y no defraudó para nada. Con una textura perfecta, era fresco y ligero y tenía un toque crujiente por el pepinillo, que le aportaba diversión y un sabor de nota.
Como se me antojó pedir el “Hummus de La Tape” (tengo la teoría de los mejores platos suelen llevar el nombre de la casa), y nadie estaba muy por la labor, pues pedí media ración, que vino acompañada de pan de pita. Era mi receta, la que hago yo en casa, con su acabado de pimentón y aceite. Cremosa, equilibrada con el comino y el ajo, nada pesada y de las que te comerías hasta sin pan. Un acierto y un punto para mí, que les convencí a todos de la buena elección que había hecho.
El plato más flojo de la comida después de las croquetas, fueron los huevos rotos con jamón ibérico de bellota. El huevo tenía la puntilla que hacía mi abuela en los huevos de corral que freía en el pueblo, y el jamón brillaba con ese brillo que sólo tienen los ibéricos. Bastante correcto, dentro de lo tradicional de este tipo de platos. Rico de sabor y con unas patatas crujientes que estaban perfectas en su elaboración, nada aceitosas.
El último plato que probamos fue un pulpo a la brasa con patatas revolconas. Tengo que añadir que mi madre es de Ávila, y he probado más patatas revolconas que Brad Pitt mujeres, y eso es mucho decir. Soy muy poco impresionable en el tema patatil, las como de todas las maneras posibles y a diario. Soy como una adicta a las patatas, una yonki de los tubérculos, una patatainómana. Así que cuando vino el plato me reí con condescendencia, dispuesta a dar lecciones de cómo se deben hacer as revolconas. Y luego callé. Y abrí los ojos y probé un plato de diez. Unas patatas meneás 100% caseras, y llenas de una tradición maravillosa que nunca debería perderse. El pulpo tenía un punto genial, y el conjunto era muy molón.
De postre terminamos con tres tartas, una de chocolate con crema de chocolate y galleta, normal y corriente, una red velvet con crema de queso, que estaba deliciosa, con un sabor nada empalagosoy una tarta de zanahoria para ponerla un piso. Especiada, como a mí me gusta, con una textura húmeda y una crema de mascarpone que era una locura. Un diez para ella, y una talla más de pantalón para mí.
Tarta de chocolate y red velvet en primer plano, y tarta de zanahoria en segundo plano
VEREDICTO
Decoración: Notable. Una decoración moderna, sin pretensiones y muy correcta.
Servicio: Notable. La camarera fue muy simpática, y nos recomendó muy bien. Estuvo muy pendiente en todo momento.
La mesa: Notable bajo. Las mesas eran algo pequeñas, pero le daba un encanto especial al lugar. El menaje era correcto, sin destacar pero práctico.
Gordon Ramsay opina que la comida era: Notable alto. Las croquetas fueron lo que bajó la nota, porque todo lo demás estaba muy bueno, y el hummus, el pulpo y la tarta de zanahoria estaban de diez.
Guita: Entre 15 y 20 euros por barba. Bueno, bonito y barato. La relación calidad-precio era excelente.
La Tape C/San Bernardo, 88 Esq. Manuela Malasaña Madrid latape.com
Este artículo lo ha escrito...
Ana Belén Palomares (Madrid, 1986). Diplomada en fisioterapia, pero dedicada al mundo de la moda en una de la mayores cadenas de España, esta chica madrileña vive entre libros de cocina y discos... Saber más...