Bye bye vacaciones

Bye bye vacaciones
Algunos están disfrutando de los últimos coletazos de sus vacaciones veraniegas. Otros, los menos, acaban de empezarlas. Y la gran mayoría ya dan por cerrado ese periodo de relax, disfrute y placeres mundanos. Porque todo lo bueno se acaba ¿o acaso empieza?
Queramos o no, ya está aquí septiembre, y nos acercamos al final del verano (llegó y tú partirás, yo no sé hasta cuándo…). Poco a poco vamos todos regresando a nuestras casas, a nuestros trabajos, a nuestro día a día. Y a la consabida depresión post-vacacional.
¿Pero de verdad es tan malo que se acaben las vacaciones? Pues sí, a quién queremos engañar. Que si vuelven los madrugones, aguantar a los jefes, se acaba la playita, llega la cuesta de septiembre… Pero como hasta que no nos toque un Euromillones de esos no nos queda otra opción que enfrentarnos a todo ello, pues vamos a intentar quedarnos con las cosas buenas. Que sí, tontos, que las hay.
- Los niños vuelven al cole. Sí, sé que preparar la vuelta al cole es un infierno (como estupendamente nos ha contado Rebeca Rus), pero una vez que se ha producido todo son ventajas. Si trabajamos fuera de casa, se acabó el tener que hacer malabares para coordinar tus horarios con los de los abuelos, los de la vecina y los campamentos veraniegos. (¿ConciliaQUÉ? ConciliaLECHES). Y si trabajamos en casa, podemos volver a los ritmos de siempre, sin seres que se cruzan por el pasillo, reclamando a gritos bajar al parque, o pidiendo algo de comer cada veinte minutos.
Aquí unos padres y madres alemanes celebrando la vuelta al cole de sus pequeños teutones.
- ¡¡¡Quedan 9 meses para la próxima operación bikini!!! Los kilitos que se han cogido durante las vacaciones se sienten tan cómodos en nuestro cuerpo que da mucha pena echarlos. Tenemos todo el invierno por delante para esconder esas lorcillas bajo capas y capas de ropa y que nadie los vea. Y en mayo ya nos plantearemos qué hacemos.
- La nevera está vacía. Ya sé que esto, a priori, parece algo malo, pero no. Entre el día que llegas, el día que deshaces y organizas las maletas, el día que pones lavadoras, el día que planchas toda la ropa… hasta el quinto día no puedes ir a hacer la compra. Eso nos permite alargar de cierta manera las vacaciones, ya que nos obliga a cenar fuera de casa y seguir tomando cervecitas y tapitas por ahí.
- Vuelves al trabajo. Y vuelves a ver a los compañeros. Y seguro que alguno de ellos ha tenido un verano peor que el tuyo. Siempre es bueno poder reírse de que al contable le haya picado una medusa, o que la bruja de personal haya tenido que pasar quince días en un pueblo medio desierto acompañada de su suegra y sin wifi.
Momento el primer día de trabajo en el que no recuerdas tu contraseña de usuario.
- No tener que contratar un sherpa para bajar a la playa. Cuando éramos jóvenes y sin responsabilidades, íbamos con lo puesto y ya está. Pero ahora hay que cargar con la sombrilla (que con la edad nos convertimos en gremlins, que como nos dé el sol de más implosionamos), dos sillas de playa (¿que me tumbe directamente con la toalla en la arena? ¿pero tú qué dices?), dos cubos, dos palas, dos rastrillos, un libro, un ipod (como si nos fuesen a dejar leer o escuchar música), la botella de agua de dos litros,… y cerveza. Mucha cerveza. Y drogas. Duras.
- El pasillo de tu casa (apartamento / bungalow) no parece una localización de Dune. Que terminas sacando arena hasta del paragüero de la entrada. Pero sin cruzarte con Sting camino del dormitorio.
- Volver a ir los fines de semana a comer a casa de los padres. Porque entre las vacaciones de los unos y los otros, los niños y la abuela, hace más de dos meses que no os reunís los domingos a comer paella. Y no, no hablo de disfrutar de esas maravillosas comidas familiares llenas de anécdotas, ya que hay sobremesas que parecen protagonizadas por los Gioberti. Se trata de volver a casa cargado de tuppers llenos de comida casera. Porque nuestras mamás nos miman (y nos ceban). Eso sí, jamás se te olvide devolverle un tupper a tu madre, o sabrás lo que es bueno.
Una madre cualquiera esperando un domingo a que su hijo vaya a comer a su casa.
No se trata de plantarse el tupé y subirse el cuello de la cazadora a lo Danny Zuko cantando y bailando el ‘Summer nights’. Se trata de descubrir todas las cosas positivas que hay en que el verano termine. Y si hay que bailar, pues se baila.
- Propósitos del nuevo curso. Y es que a la rutina todos volvemos cargados de buenas intenciones. Adelgazar, dejar de fumar, apuntarse al gimnasio, aprender idiomas, ahorrar, buscar el Santo Grial,… existen tantos objetivos planteables como personas. ¿Y qué es lo que esto tiene de bueno? Que cuando no los cumplas no te tendrás que sentir culpable, porque en cuatro meses podrás empezar otra vez con los propósitos de nuevo año.
- ¡¡¡Vuelven los coleccionables a los kioskos!!! Eso sí que sí, es lo más. El resto del año no sé qué hacemos de nuestras vidas que no nos surtimos de muestras de minerales, dedales en miniatura, insectos fosilizados o bragas pora mi pequeño pony. Yo este año la que no pienso perderme es la colección de photocards de Gemeliers. Ay señor, llévame pronto!!!
- La nueva temporada de televisión. La parrilla televisiva se llena de grandes estrenos y de las nuevas temporadas de sus éxitos correspondientes. Entre Cámbiame Premium, Got Talent, Masterchef, Topchef, Suputamadrechef, la liga de fútbol… nos vemos abocados a las páginas de un buen libro. Y eso, señores, siempre es algo bueno.
Pues eso, que os quejáis por puro vicio. Que yo no veo nada más que cosas positivas del final de las vacaciones y la vuelta al mundo real. Es que vosotros sois muy negativos. Pero está claro que es sólo mi opinión. Bueno, la mía y la del Brugal y el Citalopram que me acompañan hace diez días.
(Apunte: Otra de las cosas que molan de la llegada de septiembre es que este mes es mi cumpleaños. Podéis empezar a enviar los regalos a la redacción de Glup-Glup.)
Información (no tan) subliminal.
Este artículo lo ha escrito...
Olga Anderez (Santander, 1975). Secretaria y contable afincada en Madrid que, a la vista está, se mete en cualquier embolado que se le cruza en el camino. Fanática de las redes sociales y del... Saber más...