#BoycottDolceGabbana

#BoycottDolceGabbana

#BoycottDolceGabbana

El mundo de la moda y de las marcas de lujo siempre ha ejercido un efecto hipnótico en los mortales (es decir, las personas reales que no tenemos acceso a él). Aunque nos gustaría negarlo, hay días en los que envidiamos a las modelos o en que desearíamos con todas nuestras fuerzas ponernos uno de esos vestidos o anillos imposibles. Se supone que eso es lo que venden; un sueño, un cuento de hadas. Pues bien, para mí Dolce and Gabbana acaba de convertirse en ese personaje estúpido y malvado que aparece siempre en los cuentos; la hermanastra torpe de Cenicienta, el pirata esbirro que acompaña al Capitán Garfio. Un personaje que voy a mandar para siempre a paseo. Sigue leyendo y decide si quieres acompañarme.

 

Estos son los hechos (te adelanto que no soy periodista y que lo que sigue a continuación es fruto de lo que he leído en diversos medios de comunicación como La Vanguardia, El País y The Guardian, además de las respuestas que han publicado los implicados en sus redes sociales):

Stefano Gabbana y Domenico Dolce, la pareja de diseñadores y alma de la lujosa marca Dolce and Gabbana, concedieron hace unos días una entrevista a la revista Panorama (clica aquí y podrás acceder a la entrevista entera) donde dijeron que, para ellos, los bebés nacidos a través de los sistemas de fecundación in vitro son “bebés sintéticos”. En la respuesta especifican que no importa que esos bebés sean de una pareja heterosexual o homosexual –no sé si debería señalar aquí que el señor Dolce y el señor Gabbana son homosexuales y que fueron pareja durante un tiempo- y aseguran que, para ellos, si Dios no te ha dado la posibilidad de tener hijos, pues te aguantas, que los niños “probeta” son sintéticos y que eso de estar engendrados en un laboratorio o gestados en vientres de alquiler es sencillamente inadmisible y que esos niños y esas parejas no constituyen para nada una familia.

La entrevista se publicó y, en principio, no pasó nada hasta que, oh Dios mío, cayó en manos de sir Elton John. El cantante está casado desde hace años con David Furnish y tienen dos hijos biológicos que fueron fecundados in vitro. Sir Elton John publicó una foto de los diseñadores italianos en su cuenta de Instagram junto con un texto donde dice que tendría que darles vergüenza describir a los bebés “in vitro” como “bebés sintéticos” y les recuerda que esta técnica de reproducción asistida ha hecho feliz a infinidad de familias tanto heterosexuales como homosexuales. El texto del cantante acaba con una petición, la de boicotear a la marca. #BoycottDolceGabbana, apenas unos días más tarde, tiene el respaldo de cientos de miles de famosos (Sharon Stone, Ricky Martin, Courtney Love) y de muchísima gente anónima.

 

Esta es la foto y el texto:

Sir Elton John estaba hasta los mismisímos y no tuvo problema en dejarlo bien clarito.

Ante la avalancha de críticas (y me imagino que debido también a un notable descenso de ventas), los diseñadores no han pedido perdón por sus declaraciones (¿creías que iban a hacerlo?), sino que han dicho que ellos tienen derecho a expresar su opinión libremente y que imponerles otra es una tiranía, una dictadura. Para acabar de rematar la faena añaden que, claro, ellos dos crecieron en un entorno religioso muy convencional y que para ellos la familia es “la familia” (léelo con acento italiano).

Ahora viene la parte personal.

He pensado mucho en cómo enfocar este post, en cómo mantener cierta objetividad o, incluso, en cómo buscar la manera de explicarte mi punto de vista sin ser en exceso visceral. Y no puedo porque, verás, yo soy la madre de dos niñas maravillosamente imperfectas a las que estos dos cretinos han llamado “bebés sintéticos” y lo que me gustaría hacer es tenerlos delante y preguntarles ¿quién diablos se creen que son para decir estas atrocidades? (y sí, insultarlos con las pocas palabras que sé de italiano).

Dado que no puedo hacerlo porque en el fondo soy una mujer sensata, y porque mi madre me enseñó buenos modales, he decidido escribirles una carta. Es esta:

"Señor Stefano Gabbana y señor Domenico Dolce,

Ustedes no me conocen, mi nombre es Anna y soy una mujer a la que el mundo de la moda le parece, como mucho, un espectáculo. Nunca he podido entrar en una de sus tiendas y comprarme un vestido, no solo porque no tengo esa cantidad absurda de dinero sino porque, aunque lo tuviera, mi físico no encajaría con ninguno de sus diseños. Verán, soy bajita y tengo un cuerpo de persona real, es decir, me falta pecho y me sobra trasero, he dado a luz dos veces (después de pasar por demasiados tratamientos hormonales) y me gusta comer y ser feliz. Así que no, no puedo ni quiero comprarme ninguno de sus vestidos. Además, si uno me cayera del cielo, ¿cuándo me lo pongo? ¿Cuándo salga a montar a mi unicornio de camino al barco donde me espera el señor David Gandy? Vaya estupidez.

La moda podría ser, y es algunos casos, algo hermoso, pero ustedes la han reducido a un mundo donde las mujeres no solo tienen físicos perfectos sino que además no enferman y nunca tienen problemas para concebir, y los hombres no solo son de ensueño sino que además se enamoran solo de esas mujeres perfectas con el objetivo de formar una familia pluscuamperfecta. Y en este mundo irreal en el que ustedes parecen vivir, con unicornios, platos de pasta que no debe comer nadie, piernas quilométricas, abdominales de infarto y bebés concebidos en una cama con dosel blanco, van y conceden una entrevista.

Cuando mi familia y yo quedamos para comer los domingos somos la antítesis de esta imagen.

Ser padre o madre es maravilloso y debería de ser una elección. En mi caso, o mejor dicho, mío y de mi pareja, lo fue y cuando descubrí con veintinueve años que tenía una malformación en las trompas, ovarios enquistados y óvulos impredecibles, se me vino el mundo abajo. No me lo merecía, nadie se lo merece. Y puedo asegurarles que la religión cristiana que ustedes utilizan como excusa no tiene nada que ver con mi enfermedad ni con las otras causas que llevan a una pareja, del sexo que sea, a acudir a un centro de reproducción asistida. Por suerte para mí, hoy en día existen técnicas y medicamentos que pueden sortear estas dificultades, pero es un proceso muy doloroso y muy cansado, y que afecta de un modo que no puedo expresar con palabras a la pareja. Por no mencionar la carga económica que representa. Nosotros elegimos este camino y hoy tenemos dos hijas preciosas, así que valió la pena. Más que nada en el mundo.

Las declaraciones que hicieron el otro día en la revista Panorama sobre los “bebés sintéticos” son ridículas y crueles y demuestran que lo único sintético que hay aquí es su corazón y su cerebro.

Por eso, cuando leí sus opiniones respecto a la fecundación “in vitro” me puse furiosa porque sentí que se reían de mí y de todas las personas cuya vida ha cambiado gracias a esta técnica. Un poco más tarde, mientras bebía mi segunda taza de té, me dije que mi enfado no merecía la pena, que ustedes dos viven en un mundo imaginario en el que las personas reales como yo no existimos y que, por tanto, lo mejor sería olvidarlo. Pero luego leí su pretendida justificación y me entraron ganas de coger el primer vuelo a Milán, plantarme en su casa invadida de cojines, cuadros y perros enanos y cantarles las cuarenta.

Ustedes dos se defienden de las críticas que están recibiendo diciendo que tienen derecho a opinar libremente. Y es cierto. No iba a citar aquí a Clint Eastwood porque no venía al caso (ya conté en mi artículo Quiero que Clint Eastwood sea la voz de mi conciencia lo que pensaba del asunto), pero al final voy a hacerlo y les diré que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una.

Pero ustedes dos no son todo el mundo, ustedes dos tienen demasiada repercusión como para hablar sin pensar. Por supuesto que tienen derecho a tener su propia opinión, pero antes de compartirla con millones de personas, con el mundo entero, deberían de invertir unos minutos en pensar en el alcance que tendrán sus palabras y en el daño que pueden hacer, y no me refiero a su propio negocio (aunque sin duda eso también tendrían que tenerlo en cuenta). Pensar antes de hablar es su responsabilidad, es lo mínimo que pueden hacer después del poder y del dinero que les ha otorgado este mundo real al que insisten en ignorar.

Yo puedo decir que los hombres con bigote me parecen ridículos y que deberían quedarse encerrados en casa los lunes, los miércoles, los viernes y las fiestas de guardar. Yo no soy nadie. Pero ustedes sí lo son, ustedes deberían utilizar este poder de comunicación con responsabilidad. No les estoy pidiendo que ahora empiecen a leer y se conviertan en personas interesantes de verdad, sencillamente les pido que no digan estupideces.

Hoy en día el poder más peligroso, y quizá por ello el más importante, es el de la comunicación. Emma Watson, Hermione en Harry Potter, ha hecho más para la igualdad de género con su campaña #HeForShe que años y años de política. Existen encuestas que afirman que si Angelina Jolie se presentase a la presidencia de los EEUU o del Reino Unido, ganaría. Si Taylor Swift recomienda un pintalabios, se agotará en segundos en todo el mundo. O si Olivia Palermo se calza unas New Balance, se pondrán de moda en segundos. Cuando una persona cuenta sus seguidores en cientos de miles o incluso en millones debería pensar antes de hablar y ustedes, señor Dolce y señor Gabbana, no lo han hecho. Y debería de darles vergüenza.

Se despide,

Una mujer que siempre tendrá cosas más importantes que hacer que ir a probarse uno de sus vestidos."



 

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Este artículo lo ha escrito...

Anna T. Casanovas

Anna T. Casanovas (1975, Calella) Es la mayor de una familia de seis hermanos que, junto con su marido y sus dos hijas son su mayor fuente de inspiración.

Estudió Traducción e... Saber más...