Mi masectomía y yo

Mi masectomía y yo

Mi masectomía y yo

Hoy quiero hablaros de un efecto colateral del cáncer de mama; la mastectomía. Se habla de la superación del cáncer, que la verdad es que es lo fundamental, pero pocas veces se habla de la aceptación de que el pecho, ese que nos ha acompañado durante casi toda nuestra vida, desaparezca. O se convierta, como en mi caso, en un ciempiés que sube una montañita.

La verdad es que yo aún no puedo darle una razón a lo que me pasó. Una septicemia, una necrosis brutal, y cuando me di cuenta –y tras varias sesiones de bisturí- me quedaba 1/3 de mama, sin pezón ni aureola, y la sensación de haber perdido una gran parte de mí misma.

Mi médico me propuso esperar unas semanas y ver la situación para seguir adelante, pero dado lo cansadísima que estaba ya de operaciones (5 pasadas por quirófano en menos de dos meses) decidí que no, que necesitaba alejarme de médicos un tiempo y ahora, unos meses después, estoy a la espera de la reconstrucción, que se hará a finales de noviembre. En dicha operación hemos decidido extirpar por completo ambas mamas y reconstruirlas así que tengo que decir adiós a la talla 100 y allegadas, que me han estado acompañando desde que tenía 16 años.

A decir verdad, yo no sé qué ha sucedido, si un problema de infección por algo externo a mí o por algo interno pero que no se pudo identificar en su momento porque mis mamas estaban absolutamente destruidas tras perder 70 Kgs (de hecho, si me las tocaba, podía sentir el tejido roto en su interior) y no haberlas cuidado ni mimado desde que decidieron aparecer en mi vida, a la tierna edad de 10 añitos. Sea como sea, la realidad es que a día de hoy tengo una mastectomía, una enorme cicatriz y unas ganas de vivir acrecentadas, si cabe más, por la sensación de haber podido perder mi vida si mi médico no hubiera reaccionado con la celeridad y fortaleza que lo hizo.

Proyecto The Scar, de David Jay.

Creo que hay dos dos puntos clave; sea por un cáncer o por cualquier otra cuestión, la mastectomía viene por una situación de salud complicada, en la que la salud está en riesgo. Pero también existe la llamada “identidad de género” que es la percepción que tenemos sobre nosotros mismos en cuando a ser hombres o mujeres, y que nos lleva a actuar como tales. No entro en si está bien o mal, pero lo cierto es que cuando alguien se reconoce como mujer actúa como tal y ese reconocimiento es clave en lo que hacemos, cómo nos comportamos, etc. Lo aprendemos desde pequeñas y, desde luego, el pecho es parte muy importante en esa identidad.

Ante la pérdida de pecho hay dos cosas; la superación de la enfermedad, pero también la pérdida de una parte de tu cuerpo asociada con tu identidad como mujer.

Cuando pierdes un pecho hay una doble vertiente; estás feliz porque es el icono de haber sobrevivido a algo muy duro, pero también te sientes extraña. Tal es el punto que normalmente se opta por usar prótesis y tratar de alguna manera de encubrir la falta del pecho. En mi caso decidí que no iba a hacerlo, no iba a usar prótesis ni a encubrir nada. Cuando alguien se rompe un brazo, ¿usa algún absurdo subterfugio para encubrirlo? Esa idea nos parece absurda. Pues a mí me parece absurda la idea de encubrir los efectos de una situación de salud por la que he pasado; en nuestro país hay una enorme incidencia de cáncer de mama en la población y muchos de esos casos acaban en mastectomía. Encubrirlos significa proteger a la sociedad de lo que está pasando (a mí no me protejo, yo ya sé que en vez de pecho tengo un ciempiés subiendo un montículo de arena), significa no dar visibilidad a un problema que está ahí y que, gracias a los avances y a la solidaridad de personas que apoyan a asociaciones como AECC, cada vez resulta en menos muertes, pero sigue ahí. Creo que el hecho de no usar prótesis ni tratar de encubrir nada me ha ayudado muchísimo a hacer las paces con esa zona de mi cuerpo, a aceptar que está ahí, que es algo que he pasado, que forma parte de mi biografía vital.

Puestos a ser bicho raro, yo prefiero ser un unicornio. Al menos tienen el arcoíris a su disposición (y sin alucinógenos).

Nos sentimos “anormales”, bichos raros (en mi caso he decidido sentirme Unicornio), y pensamos que la normalización es tener dos pechos. Y es verdad, eso es lo normal, pero creo que si quizás normalizáramos el hecho de haber sufrido una mastectomía sin ocultarlo a los demás y a nosotras mismas, el tiempo que decidamos vivir sin reconstrucción no será un tiempo de tristeza, no nos rechazaríamos tanto porque sí, es el icono de haber vencido, de seguir viva, pero al mismo tiempo te has convertido en un bicho raro. Pues ¡vivan los bichos raros! Yo llevo sujetadores normales a los que les he quitado la cazuela del lado derecho. Cuando visto algo holgado quizás no se note tanto, pero cuando visto algo más ajustada (que es como me gusta vestir) sí se nota. Cuando me miran lo digo abiertamente “Me han extirpado un pecho” y entonces noto el segundo punto de este tema; los demás tienen miedo a lo que yo he pasado.

Muchas veces, el único recuerdo que tenemos de lo que hemos vivido es el miedo que nos muestran los demás a nuestra historia.

Soltera y con ganas de vivir, he tenido varias citas desde que soy un Unicornio. Al principio dicen que no les importa, pero algo en ellos denota que sí. No puedo decir si lo que les importa es la falta de pecho o el hecho de estar ante una mujer luchadora que no se ha dejado vencer por las consecuencias de lo vivido, pero el caso es que se nota cierto nivel de rechazo o, quizás, es simplemente miedo. Ya he pasado por esto antes, cuando al haber perdido 70 kgs supongo que muchas personas se imaginaban mi cuerpo lleno de olas de piel colgandera –cuando no es verdad- y ahí aprendí algo: por muy perfecta que seas, quien quiere ponerte pegas te las va a encontrar. Si para alguien es más importante una piel colgando o la falta de un pecho que lo que has superado, tus ganas de vivir, de conocer, de ser tú, de aportar y de que te aporten, de seguir creciendo como persona, de tu capacidad de decisión, etc. ese alguien no debe ser importante para ti. Punto. Tienes que vivir para ti porque eres tú quien vive tu vida, eres tú quien convive contigo misma 24 horas al día. Y eres tú quien le da significado a esa cicatriz. ¿Prefieres darle el significado de “una enfermedad me ha arrebatado algo” o el de “una enfermedad me ha enseñado algo”? Yo lo tengo clarísimo; yo he aprendido. Y, entre otras cosas, he aprendido que quien me juzga por mi cuerpo no merece ni cinco segundos de atención.

Proyecto The Scar, de David Jay.

Creo que poco más hace falta para sentirte bien a pesar de la mastectomía; aceptar que lo que ha pasado no te cambia como mujer. Cambia tu cuerpo, sí, pero si tú lo tratas como algo de lo que avergonzarse, jamás vas a volver a disfrutar de tu cuerpo. Arréglate, maquíllate, cuida tu cuerpo de todas las maneras que puedas (alimentación, cremas, masajes, etc.) vístete como te de la gana y mírate al espejo, desnuda y vestida, fijándote en la mujer que te has convertido porque, sí, la experiencia cambia. En mi caso me ha vuelto, si es posible, más salvaje, más indomable. Sé mejor lo que deseo en la vida y he aprendido a no tener miedo, a pedir lo que quiero y a sentirme con el derecho de obtenerlo. Y me veo mucho más bella que antes porque he sabido sacar de una de las peores situaciones de mi vida una de las mejores lecciones y eso siempre se nota en la mirada, en la seguridad, en la postura, en la forma de vivir la vida. Y eso es lo que en realidad dota a una mujer de belleza.

Enviar por WhatsApp

Este artículo lo ha escrito...

Eva Campos Navarro

Eva Campos Navarro (Guadalajara, 1977). Es psicóloga, coach y escritora, colaborando con diversos medios de comunicación. Autora de “Soy más lista que el hambre” y “Alicia en el país de las... Saber más...