Aquellos maravillosos mitos sexuales
Aquellos maravillosos mitos sexuales
Todos ellos enamoraron a una generación, incluso a varias. Al contrario que les ocurre a otros, que envejecen bien, como el buen vino, a estos pobres los encontrarás en la sección de vinagres.
No soy la más indicada para hablar de hombres que enamoran (de hecho, tengo una amiga que está firmemente convencida de que en otra vida hice algo muy malo y pago la penitencia enamorándome de señores de belleza distraída), pero tengo ojos. Y me sirven para algo más que para detectar errores ortográficos. Además, decidí utilizarlos a conciencia cuando, hace la friolera de 30 años, me enamoré perdidamente de un locutor de radio que, al revelarse como imagen en una revista de la época, resultó ser un clon versión carne de Superlópez. Aquella gran decepción me hizo fijarme más en todo. Sigo enamorándome de mil cosas que no son el físico, eso ya no tiene remedio; pero al menos ya me doy cuenta de cuando alguien cambia a mejor o, en el caso que nos ocupa, a peor. A mucho peor. Diría incluso que estos chicos de los que hoy voy a hablar, más que cambiar, han mutado. Como un Gremlin tras un banquete a medianoche.
Son chicos de los que alguna vez estuvimos enamoradas y a los que la vida ha tratado regulín en lo que al físico se refiere. Adjunto mi top five, pero no descarto atacar con nuevos capítulos:
Cary Elwes
Si has visto La princesa prometida, ya no tenemos que decirte nada más. Aquellos ojitos risueños, ese pelito rubio tan de los ochenta, ese físico imponente y esos labios carnosos, dispuestos a morderte desde el pensamiento hasta la pisada pasando por el resto del cuerpo humano, han dejado paso a un señor bastante de andar por casa (y haciendo temblar el parquet mientras tanto). Su rostro se ha expandido como el Universo, dejando sus ojos del tamaño que técnicamente podríamos definir como “de pulga pedorra”, y los labios antes mordisqueables parecen una mísera extensión de su doble barbilla. Mi teoría: aquel antídoto contra el veneno que se tomó en La princesa prometida le hace retener líquidos. Muchos.
Val Kilmer
Otro de los rostros icónicos de los ochenta. Enamoró a medio planeta con su pseudo-Elvis Presley de Top Secret y con su chulángano bocachancla de Top Gun. Rubio, atlético, con unos morritos de esos de a-que-te-doy-un-beso-cuando-menos-te-lo-esperas y un aire a Sergio Ramos (lo siento por las haters, porque es cierto: y si no, comprobadlo), era el tío que se las llevaba de calle. Pero, aunque ha llovido mucho desde entonces, el Val de hoy, que debe de ser el pobre muy de que le engorden los nervios, se muestra ante nosotros como una especie de patriarca irlandés de aspecto rubicundo (y muy irlandés, recalco). He leído por ahí que ha tenido problemas con el fisco, pero con los que definitivamente los tiene es con su físico. Si antes rodaba pelis, ahora podría rodar sobre sí mismo sin mayor problema. Mi teoría: se metió tanto en su papel de El Santo que ha optado por disfrazarse de albóndiga para escapar de Hacienda. Como dé con un inspector italoamericano, que se prepare.
La nueva moqueta capilar de Travolta, negro azabache, hace que mirarlo dé más grima que arañar una pizarra
John Travolta
Vale, reconozco que es casi un acto de fe para quienes no asististeis a este momentazo que alguien con las pintas y los meneos de Tony Manero enamorase a medio planeta; pero así es. Si quedaba alguna por rematar, en Grease hizo ovación y vuelta al ruedo con esas pintas de chulo de barrio rockabilly. Y ahí ya sí que me tenéis que reconocer que tenía un no sé qué: morenazo, ojos azules, delgado y ¡con ese hoyuelo en la barbilla! Eso sí, después de algún otro éxito menor, tipo Staying Alive, se pasó muchos años de segundón hasta que Tarantino lo rescató para Pulp Fiction.Entonces, no podíamos creer lo que teníamos ante nuestros ojos: ahí estaba él, varias arrobas más hermoso, peleando por una segunda juventud con una pérdida de atractivo más que evidente. ¿Puede un mito erótico caer más bajo? Puede. Porque lo que se ha hecho en los últimos tiempos no tiene nombre: implantarse moqueta capilar negro azabache, a juego con las cejotas (¿se las pinta con kohl o con betún?) hace que verlo dé más grima que arañar una pizarra. Para lo del engorde lo tengo claro: tanto él como Kirstie Alley se zamparon todo el superávit de potitos del set de Mira quién habla. Lo de elegir césped artificial para cubrir la cabeza es un expediente X para el que no me da la materia gris.
Mickey Rourke
Sé que Mickey tenía fans y detractoras a partes iguales. En Nueve semanas y media no es que destacara por ser un prodigio de la limpieza (tenía pinta de peinarse con un tubo de escape), pero hayque reconocerle un puntito morboso a pesar de su piel machacada por un acné muy agresivo. Aquellas guarreridas sesuales que se marcó junto a Kim Basinger pusieron palote a unos cuantos millones de seres humanos en los ochenta. Después, tuvo una carrera irregular que terminó mezclándose: a) con asuntos más sucios incluso que su pelambrera; y b) con combates semiamañados de boxeo. Todo ello nos devolvió a la pantalla, 22 años después, al primo lejano de Carmen de Mairena. Aquel yuppie macarrilla se había borrado por completo, cubierto por unos rasgos faciales desaparecidos gracias a algún doctor chiflado que inyectó bótox y le operó el rostro muy a lo loco. Él dice que era para subsanar algunas fracturas como consecuencia de sus combates, pero lo de los morros a lo Esther Cañadas siguen sin tener lógica alguna. Esa hinchazón solo se explica de una manera: aquel mejunje que preparó en la cocina junto a Kim le dio alergia. ¿A quién se le ocurre pensar que las cerezas maridan con el huevo cocido?
Keanu Reeves
Algunas lo descubrimos al hacer una tímida aparición enLas amistades peligrosas, como el caballero Danceny; otras lo amaron en todo su esplendor en su primer gran hit, Le llaman Bodhi. Y bodhi es de lo que podía presumir este chico que empapeló millares de paredes a base de posters de Superpop, y cuyos exóticos rasgos le debe a su padre, medio chino, medio hawaiano y medio algo más que no recuerdo. Si ahora existiera aquella revista teen, necesitaría deforestar el Amazonas para que cupiera el generoso contorno de Keanu en la actualidad. Ha tenido que dejar de fumar y darse a las hamburguesas de mantequilla de cacahuete a la vez para cultivar un físico como el que gasta últimamente. ¡Pero si hace nada estaba hecho un pincel en Matrix! Mientras contemplaba alelada una de sus más recientes imágenes, pensaba en el significado de su nombre, que todas nos sabíamos de memoria allá por los noventa: “brisa fresca de la mañana”. Ahora, debería rebautizarse con algo que signifique “huracán Fifí”, porque es lo único que podría desplazarlo unos centímetros. Mi teoría es que el bueno de Keanu anda perdido en algún universo paralelo y nos ha dejado aquí a un Neo que se ha zampado todos los filetes que había en Matrix. Con patatas fritas, claro.
Este artículo lo ha escrito...
Puri Ruiz (Madrid, 1968). Periodista nacida en la capital pero arrastrada hasta el sur gracias a una ola molona que me dejó una pareja alucinante y una hija maravillosa. Fuera de ellos, que son mi... Saber más...