Mad Men: El equilibrio y el carrusel
Mad Men: El equilibrio y el carrusel
Irte a la cama y pensar que nunca más vas a ver a Don Draper ha sido muy duro. Por eso hemos necesitado un tiempo prudencial para organizar nuestros sentimientos y analizar el final de los finales de una las mejores series de todos los tiempos.
Mad Men se acabó. Para siempre. Desde que devoro series en cantidades industriales habiendo perdido la fe en el cine casi por completo, cada vez se me hace más duro despedirme de ciertos personajes. Sobre todo cuando la serie se alarga durante años y pasan a formar parte de tu vida.
Mad Men es de esas series que cuesta empezar a ver. Quizás por ser demasiado lenta al principio o por caer en ciertos diálogos demasiado densos. Pero cuando pasas la habitual barrera que tienen las series del capítulo número 7, ya no hay vuelta atrás. Me pasó con The Wire y me pasó con Breaking Bad. Me costó empezar a verlas, pero la recompensa fue enorme.
Han pasado ya un par de meses desde que acabó, tiempo más que suficiente para que no me haga falta decirle a sus seguidores que este artículo contiene spoilers. Si eres fan de la serie, ya la deberías haber visto terminar.
Mientras que otras series han dado mucho asco en su última temporada, y sobre todo en sus finales, como fue el bochornoso último capítulo de Dexter, Mad Men no solo ha brillado en su última temporada sino que ha sido capaz de ACABAR la serie. Sin cabos sueltos. Sin torturas psicológicas a lo Perdidos. Un mini final para cada personaje que honra a los guionistas.
Pero la clave ha estado en una sola palabra: EQUILIBRIO.
Para entenderlo solo hay que mirar los finales de cada personaje. Vidas quebradas entre el trabajo y lo personal que jamás lograban encontrarse. Siempre lo uno perjudicaba a lo otro. Siempre lo enriquecía de la peor forma. Si en algún momento había un beneficio para el personaje, tarde o temprano el karma se lo hacía pagar.
Miremos a Peggy. Eternamente ninguneada. Inconformista. Nunca se rendía ante nada ni nadie. Ambiciosa hasta más no poder. Pero cuanto más crecía en el trabajo, más sola se quedaba en su vida personal. Fiel reflejo del estilo de vida americano en el que muchas personas tienen que elegir entre su carrera y su vida social. Y cuando parece que su trabajo va a ser su vida, por fin se rinde. Por fin se conforma. Por fin se da cuenta que sola no puede llegar a ningún sitio. Y por fin encuentra su equilibrio emocional.
Peggy acaba la serie a punto de convertirse en Don, hasta que encuentra el amor.
Pete Campbell es otro de los personajes más complejos de la serie. Cada temporada era un carrusel para los espectadores que le odiaban o les caía simpático dependiendo del momento. Pero en el hilo argumental siempre tuvo mucho peso en la sombra. Fue la viva imagen de los auténticos Mad Men que necesitaban llevar doble vida. Hasta el punto de romper su familia en dos. Después de vivir una segunda juventud durante un par de años, se da cuenta de que llegar a casa y ver a su novia de siempre y a su hija era lo que de verdad le hacía ser alguien normal, descubriendo así que la familia era su equilibrio.
Pete consigue finalmente su redención volviendo con su familia.
Roger Sterling era el típico personaje que siempre caía bien, y siempre caía de pie. Nunca salía en plano sin dejar una frase que te hiciera sonreír. Un zorro en los negocios que salvó la agencia una y mil veces con carambolas y artimañas dignas del mejor empresario. Siempre encariñándose de mujeres más jóvenes y mucho más jóvenes que él. Despertándose cada día en una cama o con una o varias personas diferentes. La soledad en la que le dejan familia, amigos y compañeros le hace ver que lo único que necesita para conseguir su estabilidad es parar y aceptar su edad. Por eso acabar sus días con la madre de Megan es simplemente un simbolismo de su retirada del campo de batalla. Una mujer de su edad con la que ser feliz el tiempo que le quede. Un paso a un lado hacia el camino que conduce a la normalidad para encontrar el equilibro que ya se ha ganado.
La jubilación cuando consigues millones vendiendo tu empresa es mucho más fácil.
Nuestra querida Joan es de las pocas que nos deja en vilo sobre su futuro. Ella siempre quiso ser algo que no podía. Quiso llegar donde sabía que era casi imposible llegar, teniendo que hacer para ello cosas que muy poca gente haría. Pero todo tiene un precio. A pesar de tenerlo todo: dinero, un hijo, una madre que la ayuda en todo, y al final una persona que la quiere y la respeta, ella quiere seguir hacía la cima que nunca pudo escalar. Porque curiosamente no necesita equilibrio en su vida personal, necesita saber que ha ganado. Que vale para algo más que seducir a un hombre y conseguir una cuenta. Necesita saber que ella puede sola con todo. Y tener su propia empresa puede que la haga conseguir el equilibrio que nunca tuvo.
Joan dando los primeros pasos de su nueva empresa de audiovisuales.
Betty Draper/Francis para mí ha sido de los personajes más desaprovechados, y finalmente más cansinos de toda la serie. En las primeras temporadas era el lado al que mirar cuando Don no nos caía bien. Siempre la mirábamos con pena y pensábamos lo injusto que era todo para ella. Pero con el paso de las temporadas, a mí personalmente, pasó a importarme bastante poco su historia, llegando incluso a molarme más la de su hija. Por eso, el tinte dramático de su cáncer terminal en los últimos capítulos no me dio pena alguna. En el fondo, fue un mero trámite para demostrar lo que siempre fue su personaje: una roca. Nunca cambiará, manteniéndose estoica ante cualquier acontecimiento, incluida su propia muerte. La verdad es que la última conversación con Don, te toca la patata y te hace pensar en como hubieran sido las cosas si ambos no fueran tan diferentes. Aun así, es un personaje que siempre ha dado la nota en la serie, y cuando ella misma buscaba su equilibrio fuera de casa, en la universidad, se encontró con que su destino ya había encontrado la manera. Para el recuerdo su última imagen en la serie sentada en la cocina fumando, esperando su hora. Genial.
Betty sigue fumando a pesar de su cancer de pulmón, mientras enseña a su hija a ser como ella.
Y llegamos a Don Draper. No tengo palabras para expresar lo mucho que he disfrutado y aprendido de este personaje durante años mientras veía la serie. Un trabajo de guión brillante, pero sobre todo un trabajo de interpretación por parte de Jon Hamm colosal, que le ha valido como reconocimiento a nivel mundial. La eterna lucha de un alma descolocada que sabe hacer de todo, pero no quiere hacer nada. Que siente que la vida se le escapa entre los dedos y prefiere vivirla a su manera que complacer a los demás. Genio en su trabajo, que impone su criterio cueste lo que cueste. Y sobre todo: eterno soñador. Todos estos factores consiguen mostrarnos a un personaje que siempre tiene un hueco vacío que llenar en su interior, y no es capaz de hacerlo. Mujeres, alcohol, dinero, trabajo, hijos, familia, amigos… Nada es capaz de apaciguar su alma. Pero a la vez, todo lo que ya tiene y detesta, le hace tener las experiencias necesarias para ser el mejor. Muchos le ven como un anti héroe. Un tipo indeseable, promiscuo, borracho, condescendiente… pero yo siempre le vi como un tío que tiene dentro tantos problemas que no es capaz de sacarlos. Y si no fuera como es, no podría soportar las cargas que lleva en su interior. La bestia saca al genio. Y el genio a la bestia. Demasiadas mujeres en su vida. Demasiado alcohol. Demasiados quebraderos de cabeza. Un alma rota después de tanta vida desperdiciada.
El odiarse a uno mismo era el pan de cada día de Don.
Cuando en una de sus últimas escenas Don llama a Peggy desde la cabina del retiro espiritual a modo de despedida, y al colgar se sienta en el suelo hundido por completo, el que escribe estas líneas, acongojado en una esquina del sofá, suspiró un casi imperceptible: “no lo hagas Don”. Me salió desde lo más hondo de mi corazón. El precipicio esperaba a este personaje. Era un final esperado prácticamente por toda la audiencia. Ver como finalmente el "Mad Men" se arrojaba al vacío. Y nosotros con él.
Todo hacía presagiar que el final de Don estaba a punto de llegar.
Pero por suerte, MAD MEN demostró una vez más que es una de las mejores series de todos los tiempos dando el último giro a su historia. Sin momentos épicos ni lacrimógenos. Solo Don dándose cuenta de que nunca jamás va a tener el equilibrio que necesita. Que solo están él y sus pensamientos. Que todo lo que ha hecho lo ha hecho porque él es así. Y que no tiene que pedir perdón a nadie, solo a si mismo. Por eso, cuando abraza a su compañero de terapia, en realidad se está queriendo abrazar a si mismo y a todo el mundo, gritando "NO QUIERO SENTIRME SOLO NUNCA MÁS".
El abrazo del auto-perdón de Don.
Se me vino a la mente aquel Teniente Dan en Forrest Gump, desolado y hundido después de la guerra de Vietnam, haciendo “las paces con Dios” y renaciendo hacia un futuro más digno. Don Draper, en lugar de hacerlo en un barco durante una tormenta, hizo las paces consigo mismo meditando al borde de ese acantilado por el que todos pensábamos que se iba a tirar. La última escena en la que vemos el que dicen que ha sido hasta la fecha el anuncio de Coca-Cola más exitoso de todos los tiempos, dándonos a entender que Don vuelve renovado a su trabajo y lo realiza, es simplemente genial. Aunque según Chiqui Palomares la historia de ese anuncio fue otra, yo seguiré creyendo en que lo hizo Don toda mi vida. Y no estoy loco, mi madre me hizo pruebas.
Don por fin encuentra la paz interior.
Con este artículo queremos hacer nuestro pequeño homenaje a una serie que nos ha enseñado muchas cosas. Que nos ha hecho DISFRUTAR (con letras bien grandes) de finales de temporada apasionantes teniendo en cuenta que es una serie sobre el mundo de la publicidad. Que nos ha enseñado como nació y evolucionó el mundo de la publicidad de una manera impecable visual y argumentalmente (con sus licencias). Y sobre todo, que nos quiso explicar desde el principio que la vida es, simplemente, un carrusel.
Uno de los mejores momentos de toda la serie. Con todos ustedes: El Carrusel.
Este artículo lo ha escrito...
Javi Del Campo (Madrid, 1983). Criado entre Steven Spielberg y Los Héroes del Silencio, de alguna manera estaba destinado a caminar sobre esa pequeña linea que separa al mitómano del friki. Amante... Saber más...