Marina (-z) no es una superheroína

Marina (-z) no es una superheroína

Marina Abramović, “la abuela de la performance”, la radical y visceral Marina, nos sorprende con un cameo en “Picasso baby”, uno de los últimos vídeos de Jay-z

Anoche, ejerciendo el noble deporte de los vídeos encadenados del yutuf en un acto de rememoración de mi juventud raperil, me topé con uno de los últimos vídeos de Jay–z :“Picasso baby”.

Mark Romanek, director del vídeo, nos presenta a un elegante Jay-z minutos antes de salir a escena mientras una horda de fanes espera en la puerta de… ¿ein?¿una galería de arte? Habla a la cámara. Explica no sé qué cosa de los conciertos y el intercambio de energías. En realidad no le estoy prestando mucha atención. Solo puedo mirar su anillo de chorrocientos kilates a juego con la cadena, que se mueve de lado a lado de la escena. Espera, ¿ESA ES MARINA ABRAMOVIC? Rebobino. Sí. Es ella. Rebobino de nuevo. Sí, sí que es.

Hace unas semanas ya me había quedado atónita viendo a "lahomenajeadorademitos" Lady Gaga dando fe de las maravillas del método Abramović.

Con esfuerzo había conseguido digerir el tema excusándola con un razonamiento vago, pero ésta ya no la podía pasar. Marina, tú antes molabas y explico por qué: Marina comenzó sus andaduras artísticas en los años 70. Junto a Ulay- su pareja artística y sentimental- formaron el colectivo “The Other” protagonizando una serie de performances basadas en la plena confianza en el otro llevando cada representación hasta los límites de lo físico y lo psíquico. Aquello era desgarrador.

En el nombre del arte se abofetearon salvajemente durante media hora, se ataron de espaldas 17 horas, cayeron desplomados por falta de oxígeno, se golpearon contra paredes, se gritaron hasta la afonía, se sentaron estáticos y en silencio uno frente al otro hasta que tras 16 días Ulay tuvo que ser ingresado… Llevaron cada acto hasta el no poder más, mezclando la energía masculina y femenina en un cóctel romanticoartístico que te hacía pensar: “Yo, como Marina, quiero un Ulay en mi vida”. Era el colmo del amor. Yo lo veía todo claro. Durante años, vivieron en una camioneta cochambrosa fuera de toda sociedad, haciendo de sus vidas lo que ellos desearon, siendo fieles a sus principios. Su universo eran ellos dos. MarinaUlay. UlayMarina. Comprometidos con lo simbólico, llevando al arte hasta los extremos, siendo el arte. Qué intensidad. Eso eran valores.

Pero todo acaba, claro. Para dar por finalizada una relación de tal magnitud no podían hacerlo de otra manea; a lo grande, apoteósicamente. Pero ¿cómo? Pues cruzándose a pata nada más y nada menos que la laaaa(aaaaaaaaaaaa)rguísima muralla china- él desde el desierto de Gobi, ella desde el Mar Amarillo-. Lógico. También necesitaban tiempo para pensar. 

Los años pasaron.

Ulay triunfó menos, pero Marina se dedicó a su arte involucrándose incluso en el teatro y yo dejé de seguirle la pista. Hasta que hace un par de años pisó nuestro país  con la ópera “The Life and Death of Marina Abramović”. Dejó a todo el mundo con los ojos como platos con una aparición entre dobermanes que olisqueaban amapolas que eran vísceras esparcidas entre 3 ataúdes donde reposaba la –ahora tengo que decirlo- DIVA del arte porque…eeehhh ¿qué le había pasado en la cara? ¿Iba con máscara? Ah, no, se había hecho unos retoquitos. 

”La abuela de la performance”- como irónicamente se hace llamar ella, es mayor.  “Bueno, se ha pasado un poco pero ¿no es cierto que todas queremos sentirnos guapas?”. No me cuadraba mucho, he de decirlo, pero eh, ojo, es una institución artística. En serbia, con su padre ex militar y en un entorno ultrarreligioso seguro que había sufrido mucho. Necesitaba reinventarse.

Después llegaba la película: “The Artist Is Present”, que documentaba la retrospectiva en el MoMa donde se presentaban sus piezas más importantes a través de unos jóvenes que lo habían dejado todo para instruirse entre sus manos durante meses con el fin de alcanzar el estado de conciencia que una performance de Marina requiere. Además de todo, Marina estaba presente. El título no mentía: La performance principal era protagonizada en cuerpo y alma por la propia Marina, sentada en una silla durante 176 horas y 30 minutos, recibiendo por turnos a los asistentes. Ellos se sentaban frente a Marina en completo silencio. Ella abría los ojos. El intercambio de energías seguro que hacía al universo estremecerse. Pero…¿sabéis lo mejor? ¡ Ullay era uno de los visitantes! Se reencontraban después de 30 años bajo lo que les había unido: la performance. Y fuera del estricto protocolo se tocaban. 

Aquel día salí de los cines Renoir con los ojillos cristalinos de la emoción, con los sentimientos en un puño perjurando a los cuatro vientos que el verdadero arte era la performance. Marina lo había vuelto a hacer. Yo hubiese permanecido noches a la intemperie cual groupie con tal de ser uno de los privilegiados que encarasen al Arte. Habría vendido mi alma al diablo. Lo juro. Incluso habría pagado una millonada por ser parte de su Marina Abramović Institute

Habría. En Pasado.

Porque… a mí me sirvió como fuente de inspiración, pero también lo ha sido para el nuevo coleccionista de arte Jay-Z. En este dichoso “performance FILM” se para 6 horas improvisando (ya, ya, improvisando ¿no?) con la dichosa canción de fondo mientras bebe (dichosa también) agua mineral traída de Filli en una de las mejores galerías de arte del barrio de Chelsea de Nueva York. Aquí es cuando, viendo a Marina marcarse un baile rodeada de unos cuantos VIP’s, chicas monas sacadas de un casting, la nieta de Picasso y otros tantos artistas como Marzel Dzama con una cabeza de oveja o Jim Jarmusch, (¿¿¿tú también, hijo mío ???!!!!) decido que todos son illuminatis.

Y además no hace falta hacer mucho esfuerzo. No hay más que fijarse en los de siempre: triángulos, el carnero …, Y las apariciones de Marina mientras Jay-z recita poesías como:

“I just want a Picasso,
in my casa
No, my castle
I'm a hassa, no I'm an asshole….
fuck it ! I want a billion…
Champagne on my breath…
bla bla…
Don't forget America this how you made me”

Ah!, Jim Jarmusch, por cierto, aparece a la vez que nuestro juglar dice algo de “blow jobs”.

Y entonces me acuerdo de las declaraciones de Ulay en “The Artist is Present”: “la diferencia es que Marina descubrió el dinero”. Y debió perder la integridad a la vez que se compraba su primer Prada- añado yo. La lluvia de dinero no es culpa suya, claro. Tampoco el cheque que el marido de “Beyezón” le ha debido extender por prostituir su integridad artística y personal. Ella lo hace por sacar adelante el Marina Abramović Institute, para  –ahora pienso- dar forma a la nueva legión illuminati con el método Abramovic. Marina, tú que dices que te inspiras en la música del gangsta dealer no debes perderte ni una party de Jay-Z . Bailas pole dance y meneas el bulllaque cuando suena dancehall.

Pero… ¿Sabéis lo bueno? Si cada uno de vosotros ingresa un euro en mi cuenta de banco, podremos contratarla para que anime mi fiesta de cumpleaños. A mí me haría mucha ilusión, de verdad. Luego publicaré un tweet como Ai Weiwei y también le pediré matrimonio.

Por lo que fue, ya sabéis

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Este artículo lo ha escrito...

Eva Casanueva

Eva Casanueva (Madrid, 1983). Lleva obsesionándose con las piñas desde que fue bautizada bajo una higuera sin pedir permiso. Como su primera amiga en el mundo fue una cabra de nombre Lechuguina,... Saber más...