Parejas de cine que traspasaron la pantalla, ¿montaje o realidad?
Parejas de cine que traspasaron la pantalla, ¿montaje o realidad?
Desde Elisabeth Taylor y Richard Burton hasta Robert Pattinson y Kristen Stewart, pasando por las archiconocidas parejas formadas por Brad Pitt y Angelina Jolie y Penélope Cruz y Javier Bardem. Cupido ya no es un ángel en pañales con cara de niño, ahora es director y ha cambiado las flechas por la claqueta de “acción”.
¿Alguien dijo dudas? Con este hombre siempre tiene que ser realidad.
El otro día estando en la oficina surgió una conversación. Uno de mis compañeros dijo: “Oye, ¿es verdad que Ian Somerhalder está con Nina Dobrev?”. A lo que yo contesté como fan acérrima del vampiro por excelencia que soy, demostrando que me conozco al dedillo su biografía: “¡Qué va! Estuvieron juntos varios años pero ahora se ha casado con la que hace de Rosalie en Crepúsculo”. Nuestra charla habría quedado para el olvido si otra compañera no se gira en su escritorio y añade: “Da igual, todo son montajes”. Eso me hizo pensar. Instauró un germen dentro de mí que ha desembocado en este artículo.
¿Las parejas que se forman en las producciones son de verdad o un montaje? Esa es la cuestión. De todos es sabido que Hollywood no solo crea películas para que se visualicen en el interior de un cine. Su mayor éxito se produce fuera, transformándose en vendedores experimentados que convierten la realidad en ficción. Ojo, que los espectadores compramos las entradas de esa mentira muy gustosamente. Como ejemplo pongo a una servidora que, con sus trece años recién cumplidos y una obsesión que rozaba la locura con Titanic, se moría de ganas porque Kate Winslet y Leonardo Dicaprio se casasen y tuviesen niños pelirrojos con ojos verdes muy monos.
La cuestión es que el marketing está dentro de nuestra vida. ¿Sabíais que en los supermercados las marcas pagan por donde se sitúan sus productos? Si está a la altura media de los ojos, cerca de la caja o en el pasillo principal es más caro. La diferencia es que aquí se trata de personas y de sentimientos. Aunque viendo las decenas de millones que se llevan tampoco creo que estos opongan mucha resistencia. Es decir, fingir que te gusta una supermodelo con la que fantasean el noventa por ciento de los humanos y hacerte unas fotos trampa que den la vuelta al mundo tampoco es tan duro como si te propusieran trabajar en la mina o poniendo el asfalto de la carretera en pleno agosto en Sevilla.
Hasta ahora me he basado en una opinión colectiva, pero qué pasa si es cierto. Pongámonos en situación. Eres actriz, estás de moda y te toca trabajar con un actor con unos abdominales tan marcados que te entran ganas de ensuciar toda tu ropa para lavarla encima de ellos. Estáis juntos alrededor de seis meses de rodaje. Las opciones después de pasar juntos tanto tiempo son dos: o le quieres matar lenta y dolorosamente u os hacéis amigos y cómplices ya que compartís el mismo mundo.
Pongamos, por ejemplo, que te encuentras cada mañana a Ryan Guzman antes del desayuno más o menos así y ya sabemos cuál de las dos opciones es la elegida.
Luego vienen las escenas. En las que habláis, discutís o hacéis el tonto sirven para echaros unas buenas risas durante la cena en el hotel del equipo. Sin embargo, también están los besos. Da igual que sea una película de amor, una comedia, un thriller o una de acción. Siempre, en todas las películas, hay un beso, aunque sea entre explosión y explosión. Repite una y otra vez el momento desde diferentes ángulos, cámaras e incluso con sonido ambiente para ver como queda. A eso súmale todas las veces que os equivocáis. Terminamos la ecuación, ¿qué obtienes? Pues que al final del día estás con un calentón de campeonato, las bragas chorreado, los ojos con corazones dibujados en la retina y unas ganas exageradas de convertirte en una empotradota en potencia y raptarle hasta el cubículo cerrado más cercano. Una no es de hierro y más con los hombres que se gastan en las producciones americanas que parecen ángeles nacidos solo para estar allí o al menos yo nunca les he visto caminando por la calle.
Una sola repetición de este beso y a sus pies.
Pongámonos que tienes mucho autocontrol o te has tomado una pastilla de bromuro antes de entrar para controlar a tus hormonas. Entonces llega la escena de sexo. Es otro clásico. Siempre hay. Ya sea en mitad de una huída en el coche, en la habitación de un hotel de carretera, tras un beso pasional con una declaración perfecta o después de que hayan agotado todas las bromas y ya no pegue reírse más. Sea duro, tierno o pasional el sexo está presente en las películas. Y tú ahí, dale que te pego varios días, semidesnuda con un Dios griego acariciándote sin parar porque, no nos olvidemos, para que esas escenas den morbo y queden tan sensuales y perfectas, los actores las han tenido que hacer, que vivir.
¡Que levante la mano quien habría pedido al equipo una hora sin cámaras en ese coche!
Y si hasta aquí no has tenido suficiente, una vez terminado el rodaje te esperan varios meses viajando durante la promoción. Semanas y semanas en las que durante el día solo ves a gente gritándote histérica, periodistas haciéndote las mismas preguntas y ese actor con el que alcanzas la paz cuando llegas al hotel y por fin te puedes quitar los zapatos e ir al baño a mear tranquila, sin temor a que haya alguien con una cámara al otro lado, fuerce la puerta y te haga una foto por la que pagarán miles de dólares y dará la vuelta al mundo haciendo que tu culo se convierta en trending topic.
Puede que sea imaginar demasiado, pero si intento meterme en su piel sí que me creo que algunas de las parejas que se forman son reales y no una campaña de Hollywood. Al fin y al cabo, por muy famosa que seas y por mucho glamour que tengas tus pedos también huelen mal, cagas y te enamoras. Eso es una realidad como la vida misma.
Este artículo lo ha escrito...
Alexandra Roma o Alexandra Manzanares Pérez (Madrid, 1987) es un periodista, guionista, directora de cine, escritora y, gracias a Glup Glup, columnista, ¿se comprende por qué necesita una doble... Saber más...