Cuando #mamááááá es trending topic

Por Anita C.

Cuando #mamááááá es trending topic

Consecuencias físicas y mentales 'tope' delirantes, que sufre una madre cuando todo bicho viviente en su casa la reclama una y otra vez. 

Recuerdo que estudiando el trastorno de estrés y ansiedad en las clases de psicología, los profesores siempre ponían como ejemplo los casos clínicos de los altos ejecutivos. Contaban la presión a la que estaban sometidos, cómo se les disparaba su frecuencia cardiaca, los niveles de sudoración, sufrían taquicardias, mareos y una hipertensión de caballo. Sin embargo, nunca hacían referencia a la vida cotidiana de una madre de familia. No entiendo el motivo… Quizá, en aquella época a las mamás no se les permitía ir a consulta por un trastorno de ansiedad o  estaban hechas de otra pasta.

Las madres de ahora somos como corredores de bolsa, de pasillos y fórmula 1

Pero si eres madre y comparas tu día a día con el de un corredor de bolsa, el tipo en cuestión acabaría en la categoría de Sr. Blandito. Nos sirve como ejemplo el momento de hacer la cena. Mientras una madre prepara una simple tortilla de patatas normalmente va escribiendo la lista de la compra y contestando el correo de trabajo. Una vez echada la patata a la sartén aprovecha para tender la ropa rápidamente, para así después de añadir los huevos y mientras cuajan, pueda separar la ropa de color y blanca en montoncitos diferentes y poner una lavadora. Pues bien, si a esta situación le añades un coro de niños gritando al unísono: “mama, ¿me atas los cordones?”, “mamá ¿me explicas las divisiones?”, “jo, mamá date prisa que tengo hambre” “Mamá, mi hermano me está amenazando con unas tijeras”... ¿Qué puede suceder? Como mínimo un cortocircuito cerebral que se va manifestando en situaciones y síntomas inverosímiles como los que a continuación te voy a explicar:

Hiperactividad irracional

Un buen día descubres que necesitas un nivel de activación máximo: hacer mil tareas a la vez, ¡sentir por tus venas la adrenalina! Y si milagrosamente estás ociosa ¡sorpresa! Te repites una y otra vez que algo se te escapa de la memoria. De hecho, cuando puedes disfrutar de una tarde sin niños ¿a qué te invade una especie de zozobra? No te concentras leyendo (necesitas ruido), no sabes qué ver en la tele incluso te preguntas cuáles eran tus hobbies antes de que ellos nacieran.

Déficit de atención intermitente

Como ya no estás acostumbrada a hacer una sola cosa, de vez en cuando se te va la olla y pierdes la concentración. No es extraño que una madre incendie la cocina porque se olvidó  que tenía la tortilla en el fogón o que compruebe, en la oficina,  que lleva depilada una pierna y la otra no. Una amiga me confesó que una noche en la cama fue a rascarse un muslo y no sabía si era el suyo o el de su chico. Terrible acontecimiento.

Unas veces se nos quema la comida por descuido y otras para echar un vistazo al cuerpo de bomberos ;-).

Trastorno obsesivo-compulsivo

A pesar de que la limpieza no ha sido uno de tus fuertes, ahora cada vez que pones la lavadora eres como un agente del CSI: te colocas las gafas de infrarrojos, cargas tu spray Ariel manchas difíciles y dedicas diez minutos a inspeccionar milímetro a milímetro cada prenda infantil en busca del lamparón perdido.   

La agente Willows fotografiando un lamparón de alita de pollo para enviárselo al laboratorio de KH-7.

Hipocondría ajena

Hace años que no te fijas si tienes un bulto o manchas en la piel. Tu médico ni te conoce y sobrevives a tus gripes a base de ibuprofeno. Pero en lo referente a la salud de tus hijos eres casi tan experta como el mejor pediatra. Además estás obsesionada con buscar el foco vírico de cualquier síntoma. Por ejemplo, cada vez que tus hijos juegan con algún niño te pasas un rato observando su pelo en busca de alguna liendre o piojo. Si al amiguito se le escapa una tos, tu ritmo cardiaco se dispara y te entran ganas de amordazar al crío ("como la tos sea de bronquios, hoy a mi hijo, no lo baño... ¡lo pongo a hervir!", te repites una y otra vez).

Las madres de nuestro siglo procedemos claramente de las monas. Por cierto, ¡qué inventen una vacuna antipiojos YA!

Desorientación espacio-temporal

Lo habitual es que no sepas donde dejaste el bolso y mucho menos donde aparcaste el coche y, ni decir tiene que no sabes en qué día vives…

-Pero cariño, si lo hicimos el sábado.

-No, cielito, lo hicimos un sábado del 2012.

A Juan le creció barba desde la última vez que pudo compartir cama con su amorcito hasta las doce de la mañana. Hizo una foto del momento, le puso un bonito filtro en blanco y negro y lo subió al Instagram.

Peque fobia social

Cuando tus hijos tenían 3 años, te quitaba el sueño que no les invitaran a ningún cumpleaños. Así que, te hiciste la guay en el cole y a la fiesta infantil de pequeños convocaste a todos los compañeros de su clase. Ahora, cada vez que tu hijo sale con una invitación al chiqui-porras quieres arreglar los pasaportes y emigrar a otro país. ¿O no te lo has planteado?

Una madre destrozó el parque de bolas de su barrio con este pedazo de bolón. ¿No lo viste en Instagram? Hizo la foto Juan, el barbudo de la foto anterior.

Agorafobia a los parques infantiles

Dícese del miedo a los espacios abiertos pero en el caso de las madres, especialmente a aquellos repletos de bolas de colores, toboganes, castillos hinchables y papás petulantes que te cuentan todas las actividades extraescolares y extra maravillosas que hacen sus hijos cada tarde.

Delirios y alucinaciones alucinantes

 Unos creen ver muertos y nosotras las madres oímos voces, sí pero, las de nuestros enanos. Estás tan tranquila en un parque, oyes un grito y  haces un sprint en un tiempo record  saltando cubitos, palas, carritos, esquivando peonzas y llevando tacones. Una lástima que no te acordaras que tus niños estaban en casa de su abuela y que ese día estabas sacando al perro.

Insomnio selectivo

Lamentablemente ya no duermes como antes. Ahora cada vez que escuchas un pequeño gemido, que podría venir de los vecinos recién casados o de su neonato, te levantas como un Nosferatu con una jeringa bien cargada de Dalcy.

Una madre insomne que lleva en la mano tres jeringas: una llena de Dalcy, otra de Apiretal y la última, de Flutox.

Celotipia autoinducida

¿Quién diría que tienes tiempo para sentir celos? Algunas sí, o al menos una mamá que me contó como enloqueció cuando sacó unas braguitas diminutas de Hello Kitty en el bolsillo del abrigo de su marido. Al rato, cuando llevaba a sus hijos al colegio y vio  que  su pequeño llevaba un tanga suyo  pegado  al velcro del abrigo ató cabos. Evidentemente la braguita era de la hija menor y llegó a la conclusión de que no debería meter y sacar la ropa a mogollón de la secadora.

Doble personalidad

Tu YO interno se desquebraja ese día que te escuchas a ti misma diciendo “cuando seas grande comerás carne”, “niño, yo no soy el banco de España” o “como coja las maletas, me vais a echar de menos”. En ese momento vuelven las dudas existenciales: “¿soy yo o soy mi madre?” 

Isabel Preysler y Tamara Falcó. ¿Dónde empieza la madre y dónde termina la hija? Misterio sin resolver. 

Como bien sabes no hay tratamiento que te cure la locura que supone ser una madre hoy en día. ¿Qué te puedo recomendar? Tan sólo que retwittees las llamadas de atención de tus pequeños a su padre; que te regales tiempo; que no pretendas ser una súper madre y sobre todo, que disfrutes de ser la persona más importante en la vida de tus niños.

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Este artículo lo ha escrito...

Anita C.

Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...