En busca de mis fantasías... Sexuales

En busca de mis fantasías... Sexuales
Soñar despierta con escenas eróticas es, además de saludable, una buena forma de impulsar tu deseo sexual y conseguir el ‘O’ (orgasmo) en mayúsculas. Pero ¿qué pensarías si un buen día descubrieras que tú, la reina de las ‘oes’ de todos los tamaños, llevas siglos sin tener fantasías?
Hace poco tuve una revelación de esas que te hacen replantearte toda tu vida. Quizá estoy exagerando un poco pero, para ser honesta, dicha revelación rompió mis esquemas.
Todo sucedió una mañana mientras desayunaba con mis amigas en la cafetería que está en frente del cole de mis hijos. Como ya es habitual, cada vez que entramos por la puerta, los camareros encienden el canal Kiss Tv en su pantalla de plasma. Desde que les amenazamos con sabotear sus ricos cruasanes, si nos obligaban a escuchar de fondo las marujadas de Mariloses y Anarosas, les tenemos aterrorizados.
Ese día, el canal de música presentaba el nuevo clip de Rihanna y Shakira, ‘Can’t Remember to Forget You’. Por si no lo has visto, te haré un resumen: las dos cantante, vestidas con picardías ochenteros, se restriegan contra todo lo que tienen en su alcance: paredes, puertas, la una con la otra. Como detalle te diré que después del magreo, por lo bien que lo han hecho se meten un puro para el pecho.
Shakira y Rihanna sobre funda modelo navy de Ikea.
Tengo que reconocer que ni mis amigas ni yo, quitamos la vista de la pantalla. Minutos después llegamos a la conclusión de que ya tufaba el hecho de que las cantantes actuales recurrieran a la típica fantasía sexual masculina de escenita lésbica para escandalizar, captar atenciones y así vender discos. Entonces, no sé la razón, empecé a preguntarme cuáles eran mis fantasías sexuales y… ¡Tierra trágame! Justo, en ese preciso instante, fui consciente de una terrible realidad: no recordaba cuando fue la última vez que yo había fantaseado con algo de carácter erótico. ¿Podrían haber pasado siglos? Quizá no tanto, pero la piso y la recorto, que meses tampoco.
No me lo podía creer. Yo: una mujer madura, experimentada, sexualmente activa y ¡no fantaseaba! Pero ¿cómo era posible? Si en mis trabajos siempre se me ha considerado una redactora de lo más creativa; si he leído cientos y cientos de novelas románticas y eróticas; si debo de albergar gigas y gigas de imágenes tórridas en mi hipocampo cerebral. ¡Te digo más! Hasta me he leído uno de los libros de Olivia Cunning donde los personajes, los miembros de un grupo de rock, hacían unos tríos tan complejos que necesité dibujarme un boceto para saber cómo el guitarrista colocaba a su chica en la cama para dar acceso al bajista y mientras él jugaba con el batería (¿o jugaba con las baquetas?, ay no sé). ¿¡PERO QUÉ ME HA PASADO!?
En fin, triste pero cierto. Puede que sea creativa pero tengo una imaginación virginal. Eso sí, me negaba a darme por vencida. Yo quería una mente sucia y libidinosa, como esas mujeres que responden en las encuestas americanas sobre Human Sexual Behavior de las universidades Tejanas. Así que, lo primero que hice fue investigar cuáles eran las fantasías sexuales femeninas más comunes y a partir de ahí, recrear la mía propia. Una auténtica. Original. Diferente. Una de tres rombos y que fuera el epítome de todas las fantasías sexuales inventadas.
Las fantasías sexuales femeninas más frecuentes
Tener sexo en un lugar público.
Parece ser que a las mujeres nos excita fantasear con la idea de mantener relaciones sexuales en un ascensor, un probador de ropa, el baño de un bar o restaurante. Para mi brain training sexual, decidí descartar los aseos (por aquello de que no suelen estar muy limpios) y los probadores de ropa (era incapaz de visualizar uno que no perteneciera al Corte Inglés y me parecen tan rancios que no puedo con ellos). Así que la única opción que me quedaba era montármelo en un ascensor y, aunque podría haber recreado en mi inconsciente uno muy glamuroso, como los de esos hoteles de las Vegas, con suelo de mármol, espejos impolutos y detalles en dorado, me decidí por el de mi edificio: sencillo, de un metro cuadrado y con chicles pegados en el techo. ¿Por qué? Para aumentar mi nivel de excitación. Imagínate que subidón si alguien conocido me pillaba in fraganti. Así que cerré muy fuerte los ojos, me concentré y cuando llevaba un rato, más o menos terminando los juegos preliminares con mi chico para dar paso a la base C, recordé un detalle en el que no había caído: ¿y si me pillaba mi vecina del cuarto? La que me hace torrijas en Semana Santa, riega mis geranios cuando estoy de vacaciones y se queda con mis niños cuando tengo que bajar a comprar al chino… Diooossss, iba a perder todos sus favores.
Y así, de un plumazo. Mi fantasía se fue al garete.
La luz de los ascensores es tan fría que se recomienda utilizar gafas de sol, si vas a estar expuesta a ella durante más de 17 minutos.
Mantener una aventura con alguien más joven.
La primera dificultad que encontré fue elegir al protagonista de mi fantasía. Como madre que soy, no me gustaría nada (pero nada) que una señora se imaginara haciéndolo con mi hijo, aunque este tuviera recién cumplidos los 30 años. También se me pasó por la mente elegir a un jovenzuelo famosillo, por eso de que su imagen es pública y bla, bla, bla... pero entonces, se me vinieron a la cabeza nombres como Justin Bieber o One Direction y mi estómago entró en modo-espasmos que al instante se convirtieron en auténticas arcadas. Evidentemente, esta fantasía no estaba hecha para mí.
Jugar a la sumisión y/o dominación en la cama…
Mira, voy a ser sincera: he terminado tan harta de Greys y Gideones que me salen esposas, corbatas y dildos por las orejas. Mi cerebro ante una escena de esa guisa se bloquea, igual que a los pacientes amnésicos después de sufrir un fuerte trauma.
Hacer un trío.
Se me da bien trabajar en grupo así que, esta fantasía en un principio me pareció fácil. Además ¡quién no mataría por tener una aventura con Adam Levine y David Gandy, aunque fuera en su imaginación! Eso me dije yo, pero después de ponerme con las manos en la masa, no me resultó para nada sencillo imaginarme retozando con ellos en la cama. ¿Qué explicación puedo darte? Déjame pensar… Creo que el problema me vino por el hecho de ser madre de dos niños que se mueren de celos el uno por el otro y que se pasan la vida intentando captar toda mi atención. Por eso, me empecé a rallar en mi ensoñación, con el hecho de que si acariciaba más a Adam que a David, este se podría molestar y que tenía que contar los besos que le daba a uno y al otro para que ninguno de ellos sufriera. Como comprenderás, con ese estrés, nadie puede disfrutar de una fantasía plena y relajadamente, aunque la protagonizaran los dos tipos más deseados del planeta. Adiós Adam, ciao David.
No sé si están practicando un trío o necrofilia.
Tener una relación sexual lésbica.
Ejem, ejem… Lo admito. En esta fantasía, me planté. Sí. Abandoné mi experimento. Puedo admirar el cuerpo de una mujer y decidir si está buena o no, pero ir más lejos de eso, no me veo, ni si quiera en sueños. De verdad, que es una pena porque se me abrirían nuevos caminos en mi limitada imaginación, pero que quieres que te diga: nunca encontré mi lado gay.
Si quieres descubrir cuáles son las fantasías sexuales masculinas más comunes, te recomiendo todo un clásico de cine teen: Porky's (1982).
Como es de suponer, habrás llegado a la conclusión de que mi experimento resultó un fracaso. Suspirando repasé mentalmente estímulos y situaciones que sí me atraían, gustaban o incluso excitaban en mi vida cotidiana por si sería mejor tirar del archivo sexual propio. Y entonces… La vi. Sí, sí. Vi mi BEFF: mi mejor fantasía erótica forever. Siempre estuvo allí, en mi mente, mientras planchaba. Desde hace meses fantaseo con pasar 48 horas metidita en mi cama y sin cámaras, es decir, sin niños que me molesten, me pidan el desayuno que les ate los cordones o les explique los problemas de matemáticas. Dos días tumbada, dormitando, leyendo, viendo mis series o tocándome el dedo gordo del pie. ¿Y el prota? Por supuesto que aparece. Es mi chico que me lleva el desayuno a la cama, la comida, el quitaesmalte, los pintauñas… Me prepara un baño, me da masajes y nos contamos nuestra vida con pelos y señales sin que nadie nos interrumpa porque quiere un vaso de agua. Incluso, en mi fantasía también tenemos sexo: una, dos incluso si él quiere tres pues hacemos triplete. A mí me da igual porque según mi fantasía todavía me quedan otras 24 horas para haraganear.
¿No me digas que esta fantasía no es súper erótica? Si quieres, te la presto.
Este artículo lo ha escrito...
Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...