Ese gran enigma llamado Limpieza General

Ese gran enigma llamado Limpieza General
¿Quién inventó las limpiezas generales? ¿Deberíamos denunciarlo? ¿Mandarlo a la horca? ¿O simplemente ignorarlo? En Glup Glup nos hacemos estas preguntas, muchas otras más y analizamos en profundidad ese fenómeno de "limpiar a fondo cada seis meses" que no terminamos de entender muy bien.
Cuando yo vivía con mis padres se hacían dos limpiezas generales al año y toda la familia se preparaba para ello como si nos fuésemos a enfrentar en algún tipo de guerra. Porque eso era. Una guerra contra la suciedad que se presentaba puntualmente una semana en octubre y otra en abril. Durante esas dos semanas al año mi madre desmantelaba habitación por habitación de nuestra casa: sacaba los cacharros de la cocina, limpiaba los armarios por dentro, descolgaba las cortinas y las lavaba con productos especiales, daba Blanco de España a las juntas de los azulejos, bajaba la lámpara de cristales del comedor y los metía en una solución de agua con vinagre durante horas, desenfundaba el sofá y lo llevaba a la tintorería, daba la vuelta a los colchones y les pasaba el aspirador y un montón de cosas más que sólo de escribirlas aquí me dejan sin respiración y con agujetas. Para hacer todo este tremendo trabajo contaba con un armario repleto de productos químicos que no he vuelto a ver en mi vida, una máquina de vapor profesional y un repertorio de trucos caseros que habían pasado de generación en generación (pero que a mí no me han llegado, vete tú a saber por qué. Lo mismo sí que me los contaron pero el cerebro humano es muy sabio...). Recuerdo aquellos días con bastante terror: no había sitio donde parar quieto en la casa, todo estaba manga por hombro, comíamos cualquier cosa y mi madre, la pobre, estaba de muy mal humor.
Este artículo está dedicado a todos los que no tienen ni idea de qué es una Limpieza General y no tienen ninguna intención de aprenderlo.
Pero aún así, se empeñaba cada seis meses en repetir la operación como si fuera obligatorio, como si hubiese firmado un contrato para hacerlo de por vida. Y mi madre no era la única: las madres de mis amigos también lo hacían, ¡y mis abuelas, tías, vecinas,...!
Como hace la torta de años no existía MHYV la gente tenía que entretenerse de alguna manera: así nació la Limpieza General.
En la actualidad yo, que soy una mujer independiente, tengo una hipoteca y una casa que limpiar, tengo que reconoceros que no he hecho una limpieza general en mi vida. Bastante tengo con sobrevivir el día a día de mi casa y compaginarlo con el trabajo y el cuidado de dos niñas pequeñas como para preocuparme de dar Blanco de España a las juntas de los azulejos o desmontar los embellecedores de la cocina para limpiar lo que quiera que habite debajo de los muebles. Mis cortinas han perdido el color y estoy segura de que si las descolgara podrían quedarse de pie ellas solitas y me da miedo pensar en lo que hay debajo del sofá. La única manera práctica que se me ha ocurrido para hacer una limpieza general en condiciones ha sido mudarme de casa, pero con los precios del ladrillo hace mucho que no puedo practicarlo.
Pero ¿por qué hay que hacer limpieza general? ¿A quién se le ocurrió esta idea tan maligna? Si hacemos un repaso a lo largo de la Historia de la Humanidad es bastante difícil rastrear el inicio de esta funesta tradición:
En la Prehistoria lo veo bastante improbable porque ¿os imagináis a las tribus prehistóricas vaciando la cueva de piedras para barrer bien el polvo? ¿O dando un repaso de cal a las paredes para devolver el color a sus escenas de caza?
En el Imperio Romano tampoco parece estar el origen porque los romanos eran unos tipos realmente limpios pero es fácil barrer cuando apenas tienes mobiliario y las sillas son triclinium. Mantener el domus ordenadito era cosa de veinte minutitos.
Los triclinium son los enemigos naturales de las pelusas.
En la Edad Media no hacía falta hacer limpieza general gracias a esa manía que tenían de prenderle fuego a todo a la mínima de cambio.
En el Renacimiento hacer limpieza general sería un imposible. Imagina que te pones a darle un repaso al estudio de Leonardo y le traspapelas los bocetos...
Las limpiezas generales las carga el diablo: te pones a limpiar y siempre acabas tirando a la basura papelotes que no deberías.
En el Barroco la gente estaba demasiado ocupada complicando las cosas y esperando a que llegara la Ilustración como para ponerse a inventar chorradas tan mundanas.
La Ilustración fue una época de grandes cambios para la historia de la humanidad pero mucho más dentro del ámbito de lo humanista y lo científico y todo el mundo sabe que los científicos son un desastre como amos de casa.
El siglo XIX sí que podría ser el culpable del invento de la Limpieza General porque los victorianos eran unos seres muy rancios, obsesionados con pasarlo mal y negarse los placeres de la vida. Además, en esa época fue cuando se inventó la máquina de vapor, que en principio era para otra cosa pero ¡mirad en que ha acabado!
La obsesión maquinista de los victorianos es la culpable de que existan pobres que hayan terminado haciendo colecciones como esta.
Durante el siglo XX la humanidad accedió a una cantidad de inventos rechiflantes, muchos relacionados con la limpieza como la lavadora, el lavavajillas y la arielita. Lo normal es que hubieran limpiado menos que nunca, pero los seres humanos somos contradicciones andantes. Probablemente, el concepto de limpieza general se terminó de asentar en este momento y vivió su apogeo en la época de los 60 y los 70. En los 80 empezó a decaer porque la gente descubrió el tiempo libre y las series de T.V. Y en los 90 todo el mundo quería ser grunge, que es incompatible con ser limpio. La moda empezó a colear...
Una forma de animarse a limpiar a fondo tu casa es pensar que estás haciendo algo útil de verdad, por ejemplo, entrenar tus músculos.
Y así hemos llegado al siglo XXI, donde el tema de hacer limpieza a lo bestia se ha pasado de moda y los seres humanos convencionales nos conformamos con tirar el edredón por encima del colchón cada mañana y con meter los cacharros sucios en el lavavajillas. Nuestras madres se mesan los cabellos histéricas cuando vienen a nuestras casas y se enteran de que jamás hemos lavado el relleno del edredón nórdico (¿por qué habría de hacerlo si nunca le da el aire? ¿si nunca está a la vista?) y de que no sabemos que existe una cosa que se llama Luminia (¿sirve para hacer algún tipo de cóctel con ginebra? ¿No? Pues no me interesa). Una vez la mía hizo la prueba del Carbono 14 en mi sofá y encontraron restos de la fiesta que dimos para celebrar el cambio de milenio. Pero yo no me preocupo porque todavía no hemos alcanzado el récord de sedimentos que hay en los asientos del metro de Londres. Mientras tanto, sobrevivo haciendo lo mínimo indispensable para mantener mi casa aceptablemente visible.
Aunque os parezca mentira, hay gente que se está forrando a costa de vuestros problemas existenciales. Como los autores de este libro.
Sí es cierto que tengo una serie de trucos que me permiten aparentar que mi casa parezca mucho más limpia de lo que está en realidad. Una buena cortina de humos hace milagros cuando viene una suegra o el jefe a cenar, por no mencionar una bonita iluminación a base de velas perfumadas. Pero también otra serie de normas no escritas para no obsesionarse con el tema. Normas como:
1.- Tener pocas cosas: cuánto menos tienes, menos limpias.
2.- Minimizar los problemas: las pequeñas gotitas de agua sucia que hay en el espejo del cuarto de baño de mis hijas NO son un problema. Repito: NO LO SON. Y por lo tanto no voy a obsesionarme con quitarlas. En cambio, los restos del bote de tomate que se me estrelló ayer accidentamente en la cocina sí que merecen que le dedique mi atención.
3.- Establecer un tiempo máximo: cada vez que me pongo a limpiar pongo en marcha el temporizador de mi móvil. Aunque no te guste limpiar nada y seas un vago redomado, durante diez minutos puedes fingir que eres un amo de casa súper-eficaz. Pasado ese tiempo dedícate a otra actividad mucho más relajante con la tranquilidad de quien ha cumplido con sus obligaciones (o, al menos, una décima parte de las mismas).
4.- Uso cajones y cestas para todo: si la mierda no se ve, no está. Así de fácil. Guarda todo lo que puedas dentro de otros "algos" y ciérralo. Cada año abre los cajones y vacíalos directamente en el contenedor de basura de tu barrio.
5.- Limpia las superficies nada más usarlas: una bayeta a mano y un bote de spray quita-grasa pueden hacer milagros en la apariencia exterior de tus habitaciones, aunque dentro tengas más sedimentos que en una extracción minera.
6.- Hazlo divertido: sí, odio planchar, pero no es lo mismo si lo hago con un vaso de vino en la mano y viendo Casablanca. También odio pasar la mopa, pero no tanto si estoy bailando con la música a todo trapo. Hacer divertida la limpieza es el último recurso al que puedes acudir si no eres de los que se divierten limpiando.
Y por último, si realmente no tienes ganas ni remedio, haz caso de este cartel:
Este artículo lo ha escrito...
Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...