Ese protagonista que me pone tanto

Ese protagonista que me pone tanto

Ese protagonista que me pone tanto

Cualquier adicta total a la novela romántica / ficción erótica / guarreridas varias conoce los tópicos con los que se suele caracterizar a los protagonistas masculinos. Qué cansancio siempre lo mismo, ¿verdad? ¡NO! Asumamos, ¡nos encantan!

Vamos a fingir que en este artículo hablo de lo que nos pone muchísimo de los protagonistas de una novela romántica. Vamos a fingir que no es, en realidad, lo que nos pone MUCHÍSIMO de los tíos en general. Vamos a fingirlo, más que nada, porque me cuesta asumir que las mujeres seamos tan básicas.

Llevamos toda la vida repitiendo que los hombres son unos simples, que estereotipan sus fantasías en categorías tan marcianas como cougars o lolitas. El auge de la literatura romántica (más o menos erótica), en cierto modo, nos ha sacado del armario a nosotras. Ahora, de repente, un señor de mediana edad vive con miedo en el cuerpo a hojear la novela que su mujer tiene sobre la mesilla. Porque esa es otra; ya no hablamos de novelitas de bolsillo forradas con papel de periódico y guardadas en el cajón de las enaguas. Hablamos de portadas con látigos abiertamente expuestos a la vista de quien guste. Así que este hombre, que creía que su mujer encontraba el placer terrenal máximo en preparar croquetas con los restos del cocido del domingo, descubre que a ella le gusta leer que un tal Christian, de Seattle, para más señas, azota con una fusta a una tal Anastasia. Al mismo tiempo, el hijo de estos buenos señores, que lleva con su novia desde cuarto de la ESO y considera un gran logro haberle robado la flor, se topa con que la chica en cuestión fantasea con ser atada a una cruz de San Andrés mientras dos chulazos le dan candela. Y esto no solo pasa en esta familia, pobrecillos. Pasa en las mejores, os lo digo yo.

Llegados a este punto, en que ya nos hemos vuelto todas medio chaladas, toca hacer evaluación de daños. Ya no está de moda aquello de culpo a Disney de mis altas expectativas en cuanto a hombres. No. Ahora es más un culpo a la literatura erótica de que mi pareja no sea un multimillonario espectacularmente guapo con muchas ganas de darme caña en el ascensor (y con helicóptero). Y aquí llega el quid de la cuestión: los protagonistas de nuestra novela romántica mental.

Voy a omitir la parte monetaria del asunto porque lo considero una característica accesoria. Sí, es obvio, una declaración de amor con un anillo de Tiffany’s en un restaurante de Park Avenue suena más apetecible que la misma escena con bisutería del Primark y el menú ahorro de Burger King. Pero, en realidad, si el héroe romántico cumple con las condiciones básicas para enamorarnos, lo de la Visa platino no pasa de ser un plus innecesario.

Ojalá nunca nos crucemos con el hombre que cumpla los cinco requisitos porque… ¡no lo vamos a poder cambiar!

Después de leer mucha literatura del género y de comentarlo (también mucho) con unas cuantas piradas, hemos llegado a la conclusión definitiva sobre los cinco requisitos imprescindibles que debe reunir el héroe romántico perfecto:

#1 El chico malo

Gracias a todos los santos, hemos superado (creo) el momento «me ponen los hombres que se pelean». Incluso aunque se peleen por nosotras. De hecho, es aún peor si se pelean por nosotras. Ya puedo conocer al mismísimo doble de Hugh Jackman, que si voy con él por la calle y se pega con otro tío por un motivo de tipo «es que te estaba mirando las tetas», la libido se me derrumba al instante.

Por lo tanto, que se peleen, no. Pero que tengan el look de chico malote, sí. Ya sabéis, lo del vaquero caído de cadera, la camiseta blanca y, ¡por Dios santo!, la cazadora de cuero. Conocemos el outfit de un bad boy desde la más tierna adolescencia. Por supuesto, y esto es invariable a través de las generaciones, una moto añade un +5 a cualquiera. Y no, en este caso, no nos vale una Vespa hípster. Tiene que ser algo un pelín más peligroso.

¿Añadimos un poquito de pasado tormentoso? ¿Quizá una adolescencia / primera juventud ligeramente delincuencial de la que se arrepienten por completo? Sí. Nos gusta. Mucho.

Yo no sé quién es este zagal, pero si alguien tiene por ahí su teléfono…

#2 El tatuaje

El accesorio fundamental de cualquier bad boy, aunque con la proliferación de hombres MYHYV style, como que lo del tatuaje es muy discutible. Para desgracia de nuestras más íntimas fantasías, la frontera entre el chico malo y el cani poligonero queda cada vez más diluida. Pero aún hay esperanza porque… ¿qué pasa con ese dibujo original y bien hecho, que solo descubrimos cuando el atractivo protagonista se saca su traje tres piezas de Hugo Boss? Es el célebre tatuaje inesperado. El que revela una divertida noche loca de juventud con ese amigo al que siempre ha sido implacablemente leal. O quizá marca una fecha, frase o recuerdo significativo. Si nuestro héroe lo rodea de un cierto halo de misterio, al carajo. Estaremos perdidas.

Queda clara la diferencia entre el tatuaje que nos gusta y el que no, ¿verdad?

#3 La familia

¿Qué me decís de esos personajes que adoran por encima de todas las cosas a su abuela? O a su hermana pequeña. O, ¡Dios no lo quiera!, a su perro. Si el perro es un cachorro de labrador, ya estamos perdidas del todo. Que, por algún motivo que me es ajeno, un animal asociado en el imaginario colectivo al papel higiénico nos parece el paradigma de la vida familiar. Porque, y esto lo ampliaremos en el siguiente punto, nos gusta que el chico malo sea como un buen pan de pueblo: duro por fuera, pero tierno por dentro.

Los chicos buenos que quieren mucho a su madre son fantásticos. De verdad, molan un montón. Es una lástima que en las novelas siempre acaben dejándolos por el de la cazadora de cuero. Porque, no nos engañemos, los chicos malos (#1) con un tatuaje sutil (#2) que adoran a su hermanita de ocho años (#3) nos provocan la muerte por deshidratación.

¡Aaaaay! Ryan…

#4 Los niños

Ya podemos ser las menos partidarias de la vida familiar. Ya podemos tener claro que no queremos tener hijos. O incluso que no nos gusten nada de nada los niños. Pero, ay señor, como estemos tranquilamente pasando la tarde en un parque con un hombretón bien guapo, y se le acerque un niño que ha perdido su pelota, y él le dé bola (nunca mejor dicho)… Nuestro héroe (porque, recordemos, hablamos de un personaje literario, no del macho que nos enamorará forever and ever en la vida real) recuperará la pelota de entre unos arbustos, le dará un par de toques (sí, joder, también nos gusta que sepan jugar al fútbol; es un must), el niño estará encantado y, al final, él le revolverá un poco el pelo. A lo mejor hasta le llama enano o chaval. Adiós. Fusión del núcleo asegurada.

¡Aaaaay! David…

#5 El pasado rompebragas

Esta parte es polémica. Hay quien no quiere saber nada del pasado del hombre personaje literario de sus sueños. Pero, seamos sinceras, ¿convertiríamos a un veinteañero virgen en nuestro héroe? (Y digo veinteañero porque quiero pensar que no hay treintañeros vírgenes). No. La respuesta es un no rotundo. 

Nos gusta que sean guarretes, dado que repercutirá en nuestro propio beneficio beneficio de la protagonista femenina. Ya sabéis, el típico guapetón que se encuentra con una virgen y le enseña el Kamasutra por vía vaginal en un par de horas (algún día hablaré de esas muchachas que llegan castas y puras a los veintitrés, pero en la segunda cita se dejan dar por la puerta de atrás sin problema alguno de dilatación de orificio). El caso es que con nosotras ellas, este chico malote, con tatuaje, amante de la familia y rompebragas será fiel por siempre jamás. El eterno puedo cambiarlo que tanto daño ha hecho a la humanidad femenina. De hecho, creo que cada vez que una mujer dice «bueno, ya cambiará con el tiempo», el cosmos emite risas enlatadas.

¿Cuántas fotos más tengo que poner antes de que todo el mundo se dé cuenta de que no tienen ninguna justificación real?

Para concluir, un mensaje dirigido a los hombres: ya os habéis enterado de que leemos literatura erótica y de que fantaseamos con sus protagonistas. Ya sabéis que somos igual de básicas que vosotros y que nos pirran los estereotipos. Entonces… ¿qué estáis haciendo todos vestidos de hípsters cuando os estamos dejando así de claro que, en el fondo, lo que queremos es un James Dean remasterizado?

 

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Este artículo lo ha escrito...

Abril Camino

Abril Camino (A Coruña, 1980) es licenciada en dos filologías porque una no le parecía suficiente drama. El origen de todos sus problemas está en ser adicta al sol y vivir en Galicia. Optimista... Saber más...