Fransuá, ¿pero qué les das?
Fransuá, ¿pero qué les das?
Vale. Tengo fijación con el anuncio de cremas de queso Président. Lo confieso.Desde que vi este en concreto ando buscando la manera de explicar por qué tengo esta obsesión que me atrapa, que me corroe, que me empuja a hablaros de un producto que ni siquiera he probado. Pero es que la historia me fascina.
El anuncio de cremas de queso Président ha sido tema de conversación en mi círculo más cercano en no pocas ocasiones. Y no me escondo: lo he sacado a colación yo misma. Porque ahí hay lecturas entre líneas para aburrir. Tantas como personas con las que yo he charlado. Primero quiero que lo veáis. Son 20 segunditos de nada, lo que dura un anuncio estándar.
Y ahora, al lío, porque yo he venido a hablar de mi libro (a contar mi versión del asunto, vamos). Empezamos por lo evidente. Vemos el típico ático con vistas a la torre Eiffel. Con una terraza en la que se puede jugar la final de la Champions. Y el propietario (o, como mínimo, arrendatario) es UN ESPAÑOL. ¿Qué español no tiene su apartamento en Torrevieja (Alicante), su Ford Fiesta, su aticazo descomunal en el corazón de París? Yo misma tengo dos, pero viajo poco porque me da pereza pasarles el trapo. Lástima. Los míos, de todos modos, son pareados con vistas a Notre Dame y Los Inválidos. No tienen el mismo encanto, he de reconocerlo. ¿Y el vuestro? ¿Lo tenéis en París, París o un poco más en las afueras, rollo Móstoles?
¿Quién no se ha sentido identificado con el español de los quesos Président? La parejita de niños, la corbata, el ático en París y sin nada preparado para cenar, como buen español
Por la izquierda entra el dueño (o inquilino, que alquilar aquello también está al alcance de cualquier bolsillo poscrisis) aflojándose el nudo de la corbata mientras se dirige a Fransuá. Aquí caben dos opciones:
- Al español, Fransuá le pone (a quién no le pone un francés forrao que lee libros superintensos en su terrazón con vistas a la torre Eiffel) y está tratando de exhibir escote (mi queridísimo @danny_redrum avalaría esta teoría, convencido como está de que el galo y el hispano tienen temita);
- No le llega el sueldo para tanto como destaca y tiene ataques de ansiedad cada vez que piensa en que hay que pagar la siguiente mensualidad pero, claro, a ver cómo le dice a su mujer que se muden al extrarradio, que a veces queman coches y todo.
Paquito se afloja la corbata ante la atenta mirada de Fransuá, que lo desnuda con la ídem. Igual este quiere un trío. Ya sabemos que los franceses van muy sueltecitos…
El español (vamos a llamarlo Paquito, que es la versión cañí de Fransuá) avisa: “Mamá se retrasa. Haré yo la cena”. Los niños protestan porque, al parecer, Paquito es muy de calentar salchichas en el microondas y requemar el pan en la tostadora, o de echarle sal al Nesquik. ¡Hombres, si es que no sabéis cocinar! ¡Que vivís en el siglo XX! Ahí parece que la madre es la que corta el bacalao, literalmente, y los vástagos, bastante consentiditos, por cierto, protestan que da gusto.
Perdonad la falta de pedagogía, pero los niños tienen sendas collejas. ¿Qué es eso de afearle a tu progenitor los perritos calientes deconstruidos? Ítem más: ¿qué hacéis solos en casa? ¿Os vigila Fransuá? Es todo muy raro
Pero…
Pero ahí está Fransuá para salvarlos. Fransuá, el vecino hiperforrado (¿cómo dos pisazos tan de lujo están separados por una balaustrada diminuta, que podría pasar el mismísimo Rajoy?), intercede por los niños, que hay que tener ganas porque son galleteables en grado máximo (“¡Joooooo, papá siempre hace lo mismo!”: te mando a tu cuarto y no sales hasta que dejemos de tener presidente en funciones, mocoso). Y lo hace con la frase cumbre del anuncio, con el quid de la cuestión, con el no va más del chic francés:
—Iba a prepagag una sena de picoteo, ¿os apuntáis?
Los niños ¿tienen edad para estar solos en casa? Que no viven en un pueblo de 200 habitantes, Paquito, por dios. Cómprales la cena y déjate de monopatines, que los tienes atontaos.
Y, claro, los niños están que no caben en sí de gozo. Parecen Errejón un 6 de enero. Normal. Entre salchichas gomosas con tomate de bote y el dispendio de Fransuá, que habrá ido con su bicicleta y su boina a comprar en la épicerie gourmande de turno una cuidada selección de patés, baguettes y quesos de todo tipo, media un mundo. Y espera, que aquí viene lo bueno. Fransuá aparece con una tabla de quesos, sí, en los que hay tres tarrinas de plástico de Président. Y no solo eso: a la izquierda del encuadre, ¡un plato de jamón ibérico! ¿No te da a ti que Fransuá es un español que fuerza el acento francés? Llamadme loca, pero un tipo que habla español en París, que con ese acentazo sabe decir “sena de picoteo”, cuando picoteo es puro argot hispano (grignoter sería el equivalente en francés, por si alguien tenía necesidad de saber esto, que seguro que no)… igual en el mismo París no ha nacido y se conoce Lavapiés como la palma de sa main.
¿Jamón ibérico en una mesa fgansesa? Fransuá, desvélanos tu auténtica identidad.
Aquí hay mucho misterio encerrado*. Un francés JAMÁS, y creedme cuando digo JAMÁS, agasajaría a sus invitados con tarrinas del Carrefour. Un francés presume mucho de quesos. Y no me refiero a que ande descalzo: es que te sacan queso en daditos de mil tipos cortados con su cuchillo de queso hasta para restregártelo por la espalda. El queso es el bien universal del francés, el factótum de su cultura, el amante bandido. Lo sé porque yo he convivido un tiempo con el producto francés. Sé de lo que hablo. Además, ¿queso low cost cuando tienes un ático que sería la envidia de Sarkozy? No me cuadra. Es como si yo voy de española y a un francés, en mi ático que da a la Puerta de Alcalá, le saco a mi invitado marsellés gazpacho Bertín Osborne. Los tomates de mi frutería me estarían abucheando desde su cajita tomatera.
(* @bensonsenora aporta su propia teoría: Fransuá es reptiliano porque ese acento no es francés. Asegura que lo que contienen las tarrinas va a fecundar a los pobres infelices españoles por esta raza maligna, que se desplaza en un ascensor oculto en la torre Eiffel. Yo lo veo mucho más creíble que el anuncio en sí, la verdad…)
Un francés jamás exhibiría quesos cutroncios en tarrina de plástico. Un francés se toma el queso tan en serio como La Marsellesa, hombre ya
Termino. En ese momento de pasión por la tarrina plastiquera aparece la madre. Y por el tonito (“vaaaya. Esta cena no me la esperaba”) me da a mí que entre ella y Fransuá hay algo más que vecinismo. Esa balaustrada para monguers es demasiado tentadora como para que no haya habido rozamiento. Es más: sospecho que Fransuá andaba en la terraza porque la madre de familia española (Paquita voy a llamarla) ha llamado a su marido DESDE EL PISO DE AL LADO y necesitaba un ratito para acicalarse, ducharse y quitarse el olor a macho gabacho que desprendía tras el polvazo bicultural.
¿Qué pensáis vosotros? Aquí hay gato encerrado, ¿verdad? O anguille sous roche, que diría un francés. Aunque me da a mí que este Fransuá es un francés de palo y diría “gató ensegadó” mientras practica el froski froski con Paquita.
Solo espero que el libro que sostiene entre sus manos no sea de Paulo Coelho.
Aquí vemos al presidente en funciones dándolo todo para cruzar a la casa de Fransuá y apuntarse al picoteo.
Este artículo lo ha escrito...
Puri Ruiz (Madrid, 1968). Periodista nacida en la capital pero arrastrada hasta el sur gracias a una ola molona que me dejó una pareja alucinante y una hija maravillosa. Fuera de ellos, que son mi... Saber más...