La monstruación
La monstruación
Tenemos un monstruo en el endometrio y se llama Manolo.
Monstruación. Período. Regla. Estoy de lo mío. Ya sabes. Con mi tema. Ha venido la de rojo. Mi prima la pelirroja. Cosas de chicas. La Rogelia. JIJIJI. Estoy con la bandera roja. La Tomatina. Matanza de Texas.
Esos días. Batmanolo returns.
«Venga Manolo, deshaz la choza que este mes no se queda nadie». Y Manolo, como buen operario español de la construcción, se queda mirando al infinito con cara de vaca gallega y a veces lo hace en cuanto se lo mandan pero a veces se duerme en los laureles y apura hasta el susto mientras nosotras nos miramos con cara de circunstancia y risa nerviosa.
Dicen que si a las once de la mañana (Manolo no madruga mucho) del día 1 de tu monstruación te quedas en absoluto silencio, se escucha a Manolo gritando «¡A tomar por culo! ¡Toma martillazo! ¡Zasca ahí! ¡Si es que así no se puede trabajar, copón!» mientras que con más o menos cariño echa abajo las paredes de esta casa del amor que, de momento, no recibirá inquilinos microscópicos. ¿De dónde creéis que viene la expresión «no tengo el coño para ruidos»?, pues eso. Taladros, lanzamiento de ladrillos, la hormigonera… Si os molestan los ruidos de las obras mientras intentáis dormir la siesta, imaginad la desconstrucción de una obra arquitectónica como esta, nuestra microcabaña india, con un obrero quejica y regordete dentro de ti.
El primer día te levantas en mitad de un asesinato. La víctima eres tú pero esta vez no hay ningún policía tíobueno a tu alrededor. Por el dolor de riñones que tienes inmediatamente piensas que el bulo aquel que andaba por Hotmail era cierto: me han robado los riñones para venderlos el mercado negro. Rápidamente compruebas que casi todo está en tu sitio. Incluso el grano acusador de cada mes. No falla el muy hijo de puta. Los primeros días de monstruación son difíciles. Manolo nos pone muy cachondas pero adquirimos el poder de ser intocables. Se nos llena el cuerpo de malditos estrógenos que son como las mariposas del estómago cuando te enamoras pero en formato polillas depresivas. Durante estos primeros días tus defensas suplican reclemencia y tu energía ha hecho un harakiri (que se ha matao, vaya). Manolo arrasa sin piedad con todo durante casi una semana. Manolo está mu loco.
La segunda semana es euforia porque puedes follar tranquilamente. Solemos venirnos muy arriba, al parecer Manolo está de buen rollo porque no tiene nada que hacer. La bestia duerme. Nosotras estamos espléndidas. Estamos más salidas que Marlene Mourreau. Que viva la vida, viva el amor, su nombre me sabe a besos de pasión. Todo termina con un digno «Dámelo todo papi».
¡Pero cuidado! A partir del día 15 o segunda mitad del ciclo monstrual vuelve la debilidad y el querer pasar todos los domingos de tu vida en el sofá. Manolo nos fumiga con progesterona y manda a la mierda nuestro brillo interior. Manolo empieza a trabajar después de una semana en el Marina D’Or del amor y volvemos a colgar el cartel de «no pasar, estamos en obras». Nos agotamos de mirarnos y solo queremos nadar en helado de chocolate con trocitos de chocolate y sirope de chocolate con extra de galleta de chocolate. Nos comeríamos a Rajoy cagando. Bueno, igual tanto no. A ver, que si supiese a chocolatNO, no y no.
Cuarta semana pre monstruación. Manolo se irrita porque intuye que ha trabajado en balde, que la minichoza se irá a la basura y que el óvulo pasará sin saludar. Esta semana es la horribilis: molestias digestivas, estreñimiento, náuseas, pesadez… Somos un mírame y no me toques. Literalmente. NO-ME-TOQUES.
Y cuando crees que nada puede ir a peor, volvemos a empezar. Volvemos al punto del crimen. Vuelve Manolo más destroyer que nunca.
En resumen, la primera semana estoy blandita e inaguantable como Winnie The Pooh, la segunda estoy tan arriba como Chimo Bayo, en la tercera me convierto en Falete y en la cuarta soy una mezcla entre Pocholo en sus peores días y Alex Ubago en sus mejores (¿?). Señora naturaleza, ha creado usted un monstruo. Muchísimas gracias. Bastante bien estamos.
(Lo cierto es que yo siempre me he imaginado que la monstruación era como Rita Barberá con su inconfundible traje de chaqueta rojo y su característica voz de Manolo, ¿cómo no reír y llorar a la vez durante “esos días”?)
Este artículo lo ha escrito...
Paula Campos (Valencia, primavera del 88) es publicista y odiater. Parece normal, pero no. El día más feliz de su vida fue cuando su hermano puso como sugerencia del chef en un restaurante de... Saber más...