No lo pillo (y no pasa nada)

No lo pillo

No lo pillo (y no pasa nada)

Dicen que los treinta son los nuevos veinte y que los cuarenta los nuevos treinta, aunque yo sigo preguntándome si eso equivale a decir que los veinte son los nuevos diez. La adolescencia empieza prácticamente en el parvulario y puede eternizarse hasta el infinito, y cuando por fin se habla en algún lugar de personas de tu edad sientes que no te representan en absoluto. No sé si me estoy haciendo mayor, si me estoy volviendo quisquillosa o si sencillamente no pillo lo que sucede a mi alrededor, pero necesito compartirlo contigo a ver si así me siento más acompañada.

Nunca he sido una persona rara, sí, normalmente llevo algún libro encima y tengo tendencia al despiste y a hablar demasiado, pero creo que puedo definirme como una chica normal que intenta mantenerse al tanto de lo que sucede en el mundo para satisfacer su curiosidad y para poder mantener una conversación en un ascensor o en una sala de espera. Hasta hace poco podía; sabía qué equipo de futbol había ganado el último partido importante, qué actor se había liado con quién, qué serie era horrible o qué vídeo había corrido como la pólvora por internet. Pero ya no, ya no doy abasto y la verdad es que no es cuestión de volumen o de falta de interés, es que últimamente no entiendo lo qué está pasando o, si lo entiendo, me da la risa floja.

Para intentar explicarme voy a hacerte una lista con todos los temas que no pillo y tú me dices si a ti también te pasa:

1) La necesidad de inventar palabras como “gordibuena” o “fofisano” cuando el idioma castellano tiene vocablos como “maciza” o frases de toda la vida como “ser ancho de espalda” para definir estos conceptos y que a mi entender son geniales y mucho más elegantes. Quizá soy maniática y sí, reconozco que esto de crear palabras puede ser divertido, pero ¿de verdad hacían falta estas palabras? Y no hablemos ya del “juernes” o el “veroño” porque entonces las cejas me salen de la cabeza.

 

Lo importante es el concepto…no tengo nada más que añadir.

2) La moda de utilizar palabras como “babe” o “fuck you” en una conversación en castellano entre dos personas que nunca en su vida se hablarán en inglés. Vamos a ver, sé que el tema del lenguaje es especialmente importante para mí, pero, en mi opinión, debería serlo para todos. Un idioma, el que sea, es la carta de presentación de un pueblo, su instrumento básico para relacionarse y para pensar y debería ser tratado con respeto. No deberíamos ningunearlo ni recurrir a otra lengua, en este caso el inglés, si no es necesario. Además, donde esté un “cariño”, “cielo”, “amor” o incluso “churri” que se quite “babe” o “baby” y, bueno, no me negaréis que un “me cago en tu puta madre” es mucho más efectivo y relajante que un “fuck you”.

(Voy a hacer un inciso, sé que en países como Costa Rica, México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, se mezcla el inglés con el castellano con más frecuencia y normalidad que en España y este punto de mi lista no se refiere a ellos).

Yo no estoy "al loro" porque es de los 80´s y porque no me da la real gana.  

3) El D.I.Y, es decir, el “do it yourself” o las manualidades de toda la vida. No todos hemos nacido para ser artistas de las tijeras ni todos tenemos una máquina de coser o una excavadora en casa. Además, como dice la sabiduría popular “zapatero a tus zapatos”. Yo puedo cocinar y me las apaño dibujando, pero soy completa y absolutamente incapaz de convertir una caja de botellas de vino en una cocina para Olivia y, si tuviera un jardín enorme jamás de los jamases podría instalarme una piscina yo sola. Veamos, antes de nacer, cuando reparten habilidades (siempre me he imaginado una especie de sala de espera en la que estamos todos los bebés y sale una enfermera con cofia y uniforme blancos y nos da papeletas) nos tocan unas cuantas y punto. No pasa nada si no sabes coser o si eres completamente negada para tejer o para hacer scrapping (no sé qué verbo utilizar aquí exactamente, ¿se hace scrapbokking? ¿se crea?), es decir, los collages de cuando tú y yo éramos pequeños. Y, por último, ¿el señor de Bricomanía es de verdad? Yo no conozco a nadie que tenga en casa una máquina para cortar ladrillos, una motosierra y metros y metros de tela asfáltica.    

La próxima vez que alguien me insinúe que puedo construir una barbacoa yo sola le mandaré esta foto.

4) Los triatlones, IronMans, maratones, etc. Confieso que yo y el deporte tenemos una relación complicada, básicamente rompí con él en tercero de B.U.P y aún no nos hemos reconciliado, pero sé que es importante y necesario. Ahora bien, ¿de verdad hacía falta que perdiéramos todos la cabeza y nos volviéramos locos por correr? El otro día fui a correos andando por la playa y me crucé con un señor que corría descalzo con una especie de tira por entre los dedos (al parecer en Nueva York surgió la moda de correr así porque así es como corrían los cavernícolas…no me tiréis de la lengua porque os diré qué pienso de esa tontería), después vi a un chico corriendo con lo que parecían ser unos guantes de goma en los pies en los que cada dedo tenía su compartimento particular (también es una moda) y, por último, vi a un chico de mi pueblo de toda la vida corriendo con una camiseta de propaganda y zapatillas maltrechas y casi le doy un abrazo y un premio por ser el tío más normal de la playa. Correr puede estar muy bien, de hecho yo me regalé este libro por Navidad, aún no lo he llevado a la práctica, pero cuando lo haga os aviso para que vengáis a salvarme, y no digo que las últimas tecnologías en ropa y calzado no sean extremadamente útiles a los deportistas de élite, pero ¿para correr por la playa de un pueblo hace falta ir con los zapatos de Tron?

Por si no has tenido el placer de verlos en directo, aquí los tienes.

5) Los gatos y las redes sociales, en especial Instagram. Yo soy alérgica a todo, absolutamente todo excepto el chocolate (gracias a Dios o a quién sea por este detalle). Reconozco que como no puedo tocarlos, en realidad no puedo ni acercarme a una casa con animales, me resulta difícil entender la relación que se puede establecer entre una persona y su mascota, pero la respeto y sé que en muchos casos es un amor sincero e increíblemente importante. Dicho esto, ¿qué diablos pasa con los gatos en Instagram? Lo digo en serio, ¿alguien puede explicármelo? Son bonitos, sí, tienen un pelaje muy fotogénico, pero… Os juro que no lo entiendo. ¿Por qué no hay la misma cantidad de fotos de perros o de canarios?

@cats_of_instagram es una cuenta en la que solo salen gatos y tiene 3,3 millones de seguidores, qué alguien me lo explique.


6) La necesidad de pertenecer a un grupo a nuestra edad. Cuando éramos pequeños nos metían en primero A o en primero B y desde entonces ibas a muerte contra la otra clase. Pero cuando nos hacemos mayores desarrollamos nuestra individualidad y nos convertimos en personas únicas, distintas los unos de los otros. Y son precisamente esas diferencias lo que hace que el mundo sea un lugar tan fascinante. Sin embargo, últimamente han proliferado las páginas que promueven la unión de personas con un interés común muy concreto y, si bien estas páginas son brillantes y están gestionadas con habilidad e inteligencia, no logro entender por qué sentimos la necesidad de “etiquetarnos” de nuevo. Yo hay días que soy la peor madre del universo y compro un disfraz en los chinos, pero también hay días que soy la mejor madre del mundo mundial. Como todas. Hay días que me veo bien con unos vaqueros y una camiseta y otros días pediría un exorcismo. Supongo que lo que quiero decir es que aunque yo soy la primera que me río con estos artículos no me siento cómoda cuando alguien, quizá la prensa cuando habla de estas páginas, me convierte en una estadística.

Soy un espíritu libre.

7) Las Kardashian. No lo pillo, aquí sí que me habéis perdido del todo, por más que lo intento (aunque la verdad es que no lo he intentado demasiado) no lo logro entender a qué se dedica esta familia y por qué generan tanto interés y tantísimo dinero. Sí, sé que su padre, el señor Kardashian, defendió a O.J. Simpson, que su padrastro, Bruce Jenner, ganó unos juegos olímpicos y que ahora se está cambiando de sexo, y dispongo de más retales de información completamente inútil. Pero sigo sin saber qué tiene de interesante su prole. Y tal como he dicho al principio de este artículo, no pasa nada.

Yo si me topase algún día con las Kardashian y perdiese la compostura, algo más que comprensible teniendo en cuenta las circunstancias.

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Este artículo lo ha escrito...

Anna T. Casanovas

Anna T. Casanovas (1975, Calella) Es la mayor de una familia de seis hermanos que, junto con su marido y sus dos hijas son su mayor fuente de inspiración.

Estudió Traducción e... Saber más...