Querido: se te ve el plumero

Querido: se te ve el plumero

Querido: se te ve el plumero

A pesar de todos los avances, todavía se considera que el trabajo del hogar es exclusivo de las mujeres. Y parece que la cosa tiene poca pinta de cambiar en los años venideros si no nos ponemos firmes y les hacemos ver a algunos que se les está viendo el plumero.

Cuando era soltera y no tenía hijos tenía una fantasía recurrente sobre cómo sería mi futura vida como superwoman: con una mano estaría enviando mails con mis brillantes ideas creativas a una agencia multinacional y con la otra estaría arrullando a mi bebé. Y mientras tanto, habría preparado una cena gourmet para toda la familia y encendido la chimenea para crear el ambiente de hogar perfecto. Un hogar que, por supuesto, estaría limpísimo y ordenadísimo, como los que salen en las revistas de decoración.

La realidad es que no soy capaz ni de enviar un mail cuando mis hijas están en casa, me veo obligada a perpetrar la cena en quince minutos con un limón, una cabeza de ajos y dos calabacines que me quedan en la nevera y por no tener no tengo ni un hogar perfecto, ni ordenado, ni limpio... ni una chimenea.

Ay, la vida de la superwoman del siglo XXI no se parece nada a lo que nos habíamos imaginado o nos habían vendido. Ahora en vez de fantasear sobre cómo sería esa vida ideal, fantaseo sobre cómo sería el anuncio que pondría alguien en Infojobs describiendo el puesto de Madre Trabajadora que ejerzo sin darme cuenta. Me imagino algo así:

“Se busca mujer dispuesta a trabajar a tiempo completo, con capacidad para encontrar desde la pieza más pequeña del Monopoly hasta la raíz de la hipotenusa (incluso cuando no tenga la menor idea de que se había perdido o las razones por las que hay que encontrar a la hipotenusa esa), con habilidades para convertir medio kilo de carne picada en algo maravilloso y para tender coladas elefantiásicas en dos metros de cuerda.  Horas interminables. Sin derecho a vacaciones. Sin derecho a bajas por enfermedad. Sin derecho a pagas extras. Bueno, sin derecho a cobrar, en general.”

¿Aceptarías ese puesto de trabajo? Ya te digo yo que no. Y sin embargo, todas lo aceptamos en el momento en el que nos convertimos en madres trabajadoras. Y es que hoy en día las mujeres españolas trabajamos horas y más horas fuera de casa y otras tantas más dentro. Y lo peor: con la terrible sensación de que esto no se va a terminar jamás. A pesar de que muchas nos hemos incorporado al mercado laboral y trabajamos tanto como nuestras parejas, somos nosotras las que seguimos haciendo malabarismos para atender las obligaciones domésticas. Y no lo digo yo sino todos los estudios que se han realizado en nuestro país en los últimos años (aquí podéis leer un ejemplo), estudios que indican que la mujer le dedica casi el doble de horas a la semana al hogar que su pareja. Sí, es cierto que nuestras parejas ayudan mucho más que lo que ayudaban nuestros padres a nuestras madres, pero sigue siendo insuficiente. Nos viene fenomenal que pasen el aspirador de vez en cuando o que pongan las ollas en remojo para que se ablande la grasa, pero las ollas luego hay que fregarlas y pasar el aspirador es una de las miles de cosas que hay que hacer a diario en una casa cuando hay peques que no saben comer galletas sin desmigarlas por todo el suelo y por el sofá.  Y repito: ayudar es insuficiente.  Porque ayudar no equivale a compartir. El resultado es que la mayoría de las madres trabajadoras estamos completamente exhaustas (estoy intentando no caer en la exageración, como veis).

Da igual si son las siete de la mañana o las nueve de la noche: cualquiera madre trabajadora está deseando hacer esto.

Organizar el Desembarco de Normandía seguro que fue más fácil que la logística que tenemos que montar cada mañana antes de irnos al trabajo si queremos que los niños lleguen en perfecto estado al colegio y no parezca que un huracán ha arrasado nuestro hogar. En ocasiones estoy tan cansada ya a las ocho de la mañana que me unto la mano con mermelada y se la dejo a mi hija en el plato. Y por la noche, después de recogerlas del colegio y llevarlas a todas las extra-escolares, estoy tan aturdida que no es la primera vez que meto la ropa sucia en la lavadora… con las niñas todavía dentro.

La solución para que las mujeres recuperemos nuestra salud mental, dejemos de estar exhaustas y haya paz y armonía en nuestro hogar es muy sencilla. Los hombres tienen que hacerse cargo del 50% de las tareas del hogar. Vamos, tienen que hacerse cargo de su parte. Es muy sencillo.

Una pausa entre tarea y tarea para pensar en el mito de Sísifo y la eternidad de las labores del hogar.

Querido: si no sabes arreglar la lavadora no me importa, prefiero que la pongas de vez en cuando.

Cuando yo era pequeña mis padres tenían perfectamente divididas las tareas del hogar: mi madre hacía todo lo relativo a la limpieza y mi padre se encargaba del mantenimiento exterior y de las chapuzas: arreglaba cisternas, cambiaba bombillas, ordenaba el trastero, montaba estanterías, se encargaba de las plantas, llevaba el coche al taller, etc. Pero hoy en día conozco a pocos hombres que sepan para qué sirve todo lo que hay en una caja de herramientas o usarlo, al menos. La última vez que el marido de una amiga intentó arreglar un enchufe acabaron en el hospital dos veces: la primera, cuando le dio el chispazo y la segunda cuando vio la factura que pasó el electricista para arreglar el destrozo que había hecho.

Si te hubieras limitado a vaciar el lavaplatos ahora no tendríamos que llamar a los bomberos. 

Muchos de nuestros compañeros de vida se excusan de que no nos ayudan más en casa porque se les da fatal hacer varias cosas a la vez (el multi-tasking). Me pregunto si tendrían ese mismo problema si les invitaran a una orgía...

Otros se excusan en que nadie les enseñó a limpiar de pequeños y que no están tan preparados como nosotras para ver las manchas de grasa que se quedan en los azulejos después de hacer un filete, que tienen una ceguera genética para ver las pelusas debajo del sofá o que no son tan buenos como nosotras en organizar la complicada logística de llevar un hogar y que nadie les ha explicado jamás que las toallas del baño hay que cambiarlas cuando están llenas de manchas grises y como de barro. Pero para calcular los litros de gasolina que hacen falta para llegar de casa a la playa no tienen ningún problema o para encontrar entradas para ese espectáculo deportivo tampoco.

No se trata de discutir con nuestras parejas, se trata de hacerles entender que esto es una cosa de dos y que la responsabilidad se comparte tanto como los gastos, los malos y los buenos momentos. Y si se muestran reticentes tendremos que convencerles de que no hay nada más sexy que un hombre con delantal y que a las mujeres en la cama lo que más nos pone es ¡el desayuno! En fin, señores que no comparten las tareas del hogar: se os ve el plumero. Dejad de ayudar y comenzar a participar, que eso es lo único que vale de verdad. 

P.D.: Si tú eres uno de esos fantásticos hombres que comparte las tareas del hogar con tu pareja al 50%, se hace cargo de los hijos, pone lavadoras, deshace camas y se da cuenta de que hay que cambiar las toallas de vez en cuando, por favor no te sientas insultado por este artículo. Como siempre, las generalizaciones son injustas y nos afectan a todos, incluso a los que lo hacéis de rechupete.  

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Este artículo lo ha escrito...

Rebeca Rus

Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...