Septiembre es el nuevo enero

Septiembre es el nuevo enero

Septiembre es el nuevo enero

¿Por qué nos deprimimos más en Septiembre que en cualquier otro mes del año? Parece que la vuelta de vacaciones, la rutina, la llegada del frío y los fascículos de abanicos coleccionables nos sumergen en una especie de Apocalipsis interior en la que ya no sabes si estás en Septiembre o has regresado al frío Enero.

La humanidad tenemos un cínico sentido del humor. No nos basta con declarar guerras, mirar para otro lado ante atrocidades inhumanas, destrozar el planeta a golpe de cambio climático, abandonar animales, inventar el Gran Hermano o crear el mes de Enero para recordarte cada año la cantidad de cosas que deberías hacer y que, por mucho que te lo propongas, jamás harás, haciéndote sentir un fracasado, un despojo humano sin voluntad. No. Ahora también tenemos el mes de Septiembre, que es como el mes de Enero pero en pre-otoño y camuflado con los últimos coletazos del verano. Porque si Enero es el mes de los propósitos, Septiembre es el mes de los cambios. Es el momento para iniciar cosas que, supuestamente, nos hagan felices y nos lleven a ser mejor persona. Es el momento de replantearse nuestra existencia y de actuar en consecuencia. Es la siembra, claro está. Es un coñazo supino.

El mes de Septiembre fue creado para sentir nostalgia y tristeza, eso es así. En Octubre todo se tiñe de esos colores rojizos y anaranjados del otoño, estrenas modelitos pre-fall, ya puedes llevar sombreros y ese abriguito fino de paño tan guayón. Octubre mola. Pero Septiembre es como un mes en tierra de nadie. Ni es verano ni es otoño. Vuelves de vacaciones, tienes bajón laboral, recoges con pena los bikinis y miras las fotos de tus viajes con un nudito en la garganta. En Octubre te apetece mirar por la ventana con una humeante taza de café caliente, a lo ideal. En Septiembre te apetece matar a la humanidad.

 

Aquí yo en Septiembre, con ganas.

Y no, no estoy exagerando. Porque si nos fijamos bien, los publicistas y departamentos de marketing de medio mundo piensan lo mismo que yo y aprovechan este momento de confusión estacional para vendernos las mierdas más inútiles que acogemos con los brazos abiertos, como si fuéramos yonquis de la Teletienda. Y si no, explicadme qué sentido tienen, por ejemplo, los fascículos coleccionables. ¿No es raruno que cada Septiembre nos invadan los anuncios de casas de muñecas, abanicos, dedales, aprende inglés, obras de literatura, monedas...? ¡Qué sé yo! ¡Hay cientos! Y todos se anuncian solo en Septiembre. Ni antes ni después. Porque saben que la gente está replanteándose sus vidas y embuten ocio en vena, a ver si cuela. Porque es un tostón de mes y así quizá te motive más hacer la réplica del Titanic con palillos que en Julio, que estás a otras cosas. Sea por lo que fuere, está claro que estos coleccionables que normalmente cuentan con dos o tres fascículos porque no hay persona humana que compre más, solo aparecen en Septiembre. Por algo será.

Primer fascículo: ¡el pomo de la puerta! ¡Tendrás tu preciosa casa de muñecas tras              3,248 fascículos!

Ya sabía lo que componía Green Day con su «Wake me up when September ends».

Otra cosa que suele prodigarse en Septiembre, por alguna misteriosa razón, son las ofertas de  gimnasios. Se habla, habla, habla y habla de la operación bikini prácticamente desde Febrero; nos instan a hacer dietas y adelgazar para estar Top Models en Junio. Entonces, ¿por qué todos los gimnasios se anuncian en Septiembre y no en Febrero? Sería lógico aprovechar el tirón de la dichosa operación bikini para ofertar sus servicios, pero casi todo el sector emprende sus campañas en Septiembre. ¿Por qué? Por mucho que el año escolar empiece en Septiembre, para la gente que no tenemos hijos sigue empezando en Enero así que, ¿por qué? Pues porque Septiembre es el mes del cambio, ese en el que te replanteas no una dieta, sino tu salud, invertir en ti mismo, desconectar. Y eso es más potente que querer verte sin michelines, claro. En realidad nos gusta más gustarnos por dentro que por fuera, así que en el mes en el que hay una especie de introspección, los gimnasios te la cuelan para que vayas a ponerte en forma y mejorar tu vida. Error. Si no te gustan, seguirán sin hacerlo.

 

Aspecto de un gimnasio en hora punta el día 1 de Octubre. Cri-Cri. Cri-Cri.

Y cómo no mentar la gran lacra de Septiembre. Esa que hace que algunas vacaciones se vivan con miedo, por lo que pase en ellas y traigan en consecuencia: los divorcios. De todos es conocido que Septiembre es el mes con más proceso de divorcios. Supongo que si las cosas andan revueltas, pasar días de vacaciones a solas con tu pareja no siempre es la mejor opción: hace que afloren los problemas todavía más. Aburrimiento, hastío, discusiones... lo que sea que pase en una relación, en vacaciones se magnificará. Porque se está a solas, sin “escudos” protectores como el trabajo, rutina, amigos, gente... Así que tras esas vacaciones, llega la vuelta a casa y la decisión de partir peras. Y sí, es Septiembre. El mes maldito.

 

Pos' nada; hasta luego, chato. Me voy con el invierno a otra parte.

Así que tú estás ahí, divorciada, deprimida, apuntada a un gimnasio que no te mola y coleccionando miniaturas de la Revolución Francesa. Y todo en un mes. Tienes dos opciones: o te pones a comer helado como una loca o te vas de compras. Y, para nuestra desgracia, Septiembre tampoco es el mes de las compras. Todavía no ha llegado lo de otoño y comprar algo de verano no tiene sentido. Así que estás en el centro comercial, tienda o similar, con la tarjeta dispuesta a echar humo, vaciarse entera, quedarse a 0... ¡Te da igual! ¡Solo quieres comprar hasta mañana y que Septiembre tenga algo bueno! Pero... nada. No compras más que una mísera laca de uñas y encima al llegar a casa te das cuenta de que ya la tenías. Error absoluto. Vuelves más deprimida de lo que ya estabas y echas mano de ese bote de helado del congelador, tu salvador en tantos momentos oscuros y siniestros. Y ahí te quedas: echa un ovillo en el sofá, con una manta fina por encima, comiendo helado y viendo películas de llorar, que es lo que más te apetece, junto con no hablar con nadie y rezar para que el puñetero Septiembre pase pronto. Y es que, si el año entero fuera un ciclo femenino, Septiembre sería el maldito síndrome pre-menstrual.

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Este artículo lo ha escrito...

Sara Ballarín

Sara Ballarín (Huesca, 1980). Estudió Filología Inglesa y actualmente trabaja en una empresa multinacional de telecomunicaciones. Adicta a la comida basura, a los zapatos (nunca el tacón es... Saber más...