Si las vaginas hablasen...

Si las vaginas hablasen...
Este artículo podría haberse titulado “se abre el telón y aparecen dos vaginas en el escenario” o “¿qué le diría una vagina a otra?” ; pero sonaría a chiste cutre y verde. Y ese no es el objetivo de este post. Nuestra intención es que te lo pases en grande descubriendo los grandes secretos que esconde el órgano femenino más hedonista.
Si las vaginas hablasen probablemente lo primero que dirían es: “¡basta ya de pantalones pitillos petados!”. La mía, en concreto, me suplicaría para que me mentalizara de una puñetera vez de que no utilizo una talla 36 por más que me duela… O mejor dicho, por más que le duela a ella. La verdad es que si nos ponemos en el pellejo de las vaginas debe ser muy desagradable sentir una costura tocando casi tu cérvix. Supongo que será algo parecido a que te obliguen a sostener una raja de sandía con la boca durante las ocho horas que estás sentada en la oficina. Angustioso ¿qué no? Eso sin hablar de la falta de riego sanguíneo a las partes nobles, y del riesgo a que se inflame la glándula de Bartolino o el peligro de sufrir una candidiasis (ya sabes, esos picores atroces en el área genital que puede terminar por volverte absolutamente loca).
Las cándidas: con el nombre tan mono con el que han bautizado a estos hongos y luego no tienen nada de inocentes
Y hablando de cándidas… Cualquiera puede imaginar lo mal que deben llevar las vaginas la depilación extrema o completa. Además de crecer como condenados cada quince días y tocarnos las narices cada verano, el vello púbico cumple una función fundamental en la vida de la vagina: protegerla de bacterias y hongos demoníacos con nombres engañosos que suenan a pura inocencia, a florecillas silvestres…
Cuando nos pasamos con la depilación y para colmo tenemos que visitar un baño público, probablemente nuestra vagina se debe sentir de la misma manera que tú lo harías si pasearas desnuda por la unidad de neumonía de un hospital tercer mundista (por cierto, ya no tienes que viajar a África para hacerte una idea de cómo son estos hospitales). Las vaginas hippies, con su pelo afro, seguro que no tiemblan cuando ven que se acercan lentamente a esa taza de loza maloliente con residuos tóxicos (puagg). Mientras que aquellas que apuestan por un peinado brasileño (o asimétrico, porque la esteticista ese día no se puso las gafas) se esconderían aterrorizadas detrás de las trompas de Falopio.
Después de criticar a esteticistas sádicas, las modas del pitillo, los tangas y recordar aquellas épocas en las que eran jóvenes y llevaban braguitas de algodón cómodas y suaves, terminarían hablando de penes. (¡Cómo no! ).
Se reirían de la obsesión que tienen el órgano masculino por medir un centímetro más o menos. Fíjate que ellas no son tan exigentes. La vagina mide unos diez centímetros pero puede dilatarse hasta cuatro centímetros más. En el caso de que el amigo de juegos sea de unas dimensiones fuera de lo común, siempre existen técnicas para evitar que el coito sea doloroso: por ejemplo, el uso de lubricantes, sujetando la base del pene con la mano o colocar una toalla en ella para que haga una especie de tope durante la penetración. ¿Qué es un Little Pet Shop? ¿Dulce, mono pero pequeñito? Tampoco es un problema. Los puntos más erógenos de la vagina están en los cinco y siete centímetros del orificio, por lo tanto el tamaño del pene no es la clave para conseguir un orgasmo de calidad.
Tampoco, nuestras amigas las vaginas comprenden lo obcecados que pueden ponerse algunos para conseguir que tengan miles de orgasmos múltiples: un simple orgasmo puede ser tan intenso y gratificante como tres seguidos. De hecho en una cadena de orgasmos múltiples el más explosivo suele ser el primero.
Por otra parte, también están cansadas y aburridas de que las atormenten con el tema del orgasmo vaginal o clitoriano. Uno no es de mejor calidad que el otro y en la mayoría de los casos suelen ir unidos. De hecho cuando una mujer está a punto de llegar al clímax por estimulación vaginal, la simple fricción del clítoris puede ayudar desencadenarlo. Y viceversa: con la estimulación del clítoris, las paredes vaginales se contraen rítmicamente preparándola para recibir a ese maravilloso orgasmo. ¿Entonces por qué hacer diferencia entre un tipo de orgasmo u otro? ¿Por qué hay que etiquetarlos? Y peor ¿por qué hay que etiquetar a las mujeres como vaginales o clitorianas? Debe ser que algunos penes son muy cuadriculados…
Y sobre la eyaculación femenina, pffff, si las vaginas tuvieran ojitos los pondrían en blanco cada vez que les sacan el temita de marras. Es cierto que algunas mujeres pueden tener una especie de eyaculación pero no está demostrado que dichos orgasmos sean infinitamente más placenteros que los secos. Vaya, que quizá a ellos les pone que su chica llegue al clímax con sistema de riego incluido pero, eso no significa que las mujeres eyaculadoras sean ni más fogosas, ni que vivan cada orgasmo como una experiencia mística. (Algunos penes no deberían creer todo lo que ven en el porno…).
Y por último, también las vaginas se quejarían de alguna de las posturas sexuales que adoptan sus compis durante el sexo o cuando siempre adoptan la misma. Por supuesto, su favorita es aquella donde se colocan encima y pueden controlar la fricción, la penetración y la intensidad y velocidad de esta. Pero también, a diferencia de los que muchos opinan, pueden disfrutar de un clásico misionero. El secreto es que la mujer cierre las piernas bajo su chico. Es cierto que la penetración no será completa pero a cambio aumentará la del cuerpo de él con su monte de Venus sobre los labios vaginales y el clítoris.. Además no nos olvidemos que se puede combinar la penetración con una buena estimulación de este, ya sea por parte de él o el de ella.
Conclusión: después de leer este artículo, pensarás que las vaginas si hablasen serían unas auténticas quejicas… Por supuesto, que lo serían. No deberías dudarlo, porque no existe un órgano más hedonista que la vagina. Fíjate que es capaz de entrenar sus músculos a diario para alcanzar con mayor facilidad aquello que le produce más deleite: el orgasmo. En fin… que cuando uno vive para y por el placer, tiene todo el derecho de decir lo que le gusta y lo que no le gusta. Así que, escucha a tu vagina o a la de tu compañera de juegos.
Este artículo lo ha escrito...
Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...