Volver al mercado a los 40

Volver al mercado a los 40

Volver al mercado a los 40

A veces la vida da giros. Y lo mismo que en tu juventud un día pasas de ser rubia a tener el pelo color rojo autocorrector, también te vuelves a ver soltera después una larga relación. Y una vez pasado el duelo vagando entre cerveza y chocolate, te preguntas por donde tirar.

Y cuando digo “volver al mercado” no me refiero a sacar el carrito de la compra y pasearse de puesto en puesto seleccionando las mejores lechugas o el pesacado más fresco. Se trata de verte separada a esa edad, con un hijo, y que la última vez que saliste “a pillar cacho” lo hiciste a ritmo del “Barbie Girl” de Aqua. Y es que ¿cómo se hace ahora? ¿Los chicos siguen pidiendo salir a las chicas? ¿Sigue existiendo la página de contactos de la Super Pop? ¿Aún se pide el teléfono? ¿O ahora se pide el Twitter?

Por desgracia, cuando hablo del “mercado de hombres” no me refiero a encontrarte a Hugh Jackman en el Mercadona.

No hablo de conocer a alguien para echar un polvo. Eso lo podemos conseguir todos, saliendo una noche por ahí. Hablo de conocer a alguien para iniciar una relación. Porque a mí lo de salir de copas por la noche, de ligoteo, como que ya no me va. Yo ya, si salgo, es con mis amigos y a pasármelo bien. Y, claro, con esa actitud reconozco que es muy complicado que alguien se acerque, porque en esos momentos los estrógenos que desprendo deben ir armados con lanzas y escudos atacando y defendiéndose de cualquier testosterona que intente acercarse.

Aquí yo ligando una noche de copas. 

Por supuesto, no pretendo dar a entender que haya que tener pareja para ser feliz, para sentirse una mujer completa ni para tener un lugar en esta sociedad ¡¡¡por favor, hace tiempo que dejamos atrás la edad media!!! Hablo de las opciones que tienes en caso de verte en la situación y que te apetezca (insisto, como decisión personal) conocer a alguien y tener una nueva pareja.

Y empiezas a hacer un repaso mental de las alternativas que se te presentan.

Lógicamente, lo primero que haces es pasar lista de la gente que conoces. Pero tu círculo de amigos, por muy amplio que sea, es limitado. Más cuando lo reduces a amigos solteros. Y te das cuenta que tus amigos son eso, tus amigos, lo cual les convierte en “no follables”. A casi todos. Porque siempre hay uno con el que te saltarías esa regla. Pero para el que, casualmente, tú no eres su excepción.

Tras la categoría de amigos, están la de conocidos. Por ejemplo, la gente de tu trabajo. Esta opción queda descartada cuando tu trabajo se reduce a tu jefa y a ti. Ahí, sinceramente, no encuentro yo muchas opciones.

Y aquí me hallo emocionada con la cantidad de posibilidades que tengo por delante.

Las páginas tipo Meetic (“Si no te gustan tus imperfecciones, a alguien le gustarán”), eDarling (“Para solteros exigentes”), etc. Las cuales son de pago. Y, claro, tú te ves separada, con una situación económica complicada y no te vas a poner a pagar por conocer gente, que eso en la calle es gratis. Encima gente que ya te dicen que viene con taras y que son exigentes. Que mira, que no, que para volverme loca y sacarme de quicio ya me valgo y me sobro yo solita.

Badoo. Sencillamente Badoo. Ah! ¿Que algunos de vosotros todavía no sabéis lo que es Badoo? Pues yo os lo resumo: “Hola, me llamo Juan, estoy casado y soy piloto. Estoy de paso en tu ciudad y esta noche la paso en tal hotel ¿Vienes a verme?”. Claro que voy a ir. Espera que me duche y me maquille y salgo para allí. Porque como no estoy segura de si estoy suficientemente demente, me voy a meter en la habitación de un hotel con un posible psicópata desconocido.

Piensas en echar mano de tu chorbo-agenda, pero para ser sinceros los únicos teléfonos que tienes son los de tus compañeros de cole de EGB, de los que no sabes nada desde que teníais trece años.

Adopta un tío. Bien, las chicas elegimos. Es más, las tíos pagan y las tías no. Si yo te dejo, hablas conmigo. Si no te dejo, que te den. Es todo lo que estoy buscando para iniciar una relación de igual a igual en pleno siglo veintiuno.

Tinder. Esta app, a priori, está bien. Con los datos de preferencias que cada usuario indica, te ofrece posibles candidatos. Si ambas partes dan al “me gusta”, hace “match” y tenéis la oportunidad de hablar. La parte negativa la descubres cuando se empiezas a ver perfiles de tíos a los que ya conoces. Y no sólo les conoces, si no que también conoces a su pareja. O que no la tienen, pero eres consciente de que son desequilibrados peligrosos. Una vez descartados estos candidatos, la mayoría de lo que te queda son tíos que rondan los cuarenta años con perfiles llenitos de fotos poniendo posturitas delante del espejo sacando musculito. O que tienen esa vida tan apasionante en la que dedican todo su tiempo a surfear, saltar en paracaídas o fotografiarse con tigres en Tailandia. Por favor, ni posturnos ni posturitas. No estoy preparada para ello. Ni quiero estarlo.

Pof. De esta no puedo contaros mucho. Hay gente que me han hablado bien de ella. No sé. Después de veinte minutos intentando registrarme, en una página en la que me solicitaban datos como mi sueldo, me di por vencida.

No pierdo la esperanza de algún día encontrar en la red a mi alma gemela.

Y al final haces pereza. Mucha pereza. Que eso de conocer a alguien es un trabajo muy cansado y aburrido. Y que ni siquiera sabes si merecerá la pena. Porque ya tienes tus manías y no quieres que nadie venga a cambiarlas. Porque tú también eres una soltera exigente. Y exiges que ese abrigo que dejaste hace dos semanas en el respaldo de una silla del salón, siga ahí sin que nadie te diga que lo guardes en su sitio. Y yo ya he cogido la posturita.

Así que finalmente te quedas en tu sofá, con tu chándal viejo y tu bol de palomitas, pasando de canal en canal buscando el chat del teletexto. ¿Porque eso sigue existiendo, verdad? 

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Este artículo lo ha escrito...

Olga Andérez

Olga Anderez (Santander, 1975). Secretaria y contable afincada en Madrid que, a la vista está, se mete en cualquier embolado que se le cruza en el camino. Fanática de las redes sociales y del... Saber más...