Elle Macpherson nació en 1964. Nueve años después Heidi Klum y en 1975, Milla Jovovich. Cuando las veo en las portadas de las revistas o posando en la alfombra roja, me pregunto si (además de hacer un trato con el experto en Photoshop de la editorial o con su cirujano plástico) han vendido su alma al diablo para lucir espléndidas. 

La gran mayoría de las celebrities maduritas son bastantes reticentes a la hora de desvelar sus secretos para parecer jóvenes. Suelen escurrir el bulto respondiendo topicazos: ser feliz, no comer alimentos grasos, hacer ejercicio regularmente, beber mucha agua y dormir ocho horas. Permíteme que me ría: JA-JA-JA. Después de frecuentar durante 20 años el gimnasio, he visto  mujeres que se cuidan con dedicación, otras que tienen una genética prodigiosa y ninguna, repito, ninguna, se salva del paso del tiempo. Ellas mismas reconocen que aquello que no les engordaba, de repente, a una cierta edad amenaza con convertirse en lorza y que cuanto más estricta es la dieta, más se notan las arrugas. Pero ¡ojo! Haciendo un duro ejercicio de empatía, entiendo perfectamente a las celebrities. Comprendo que no quieran desvelar el secreto de su éxito (tampoco lo hace Coca-cola para evitar la competencia). Ten en cuenta que en Hollywood eres una anciana con treinta años y esto es terrible para cualquier mujer. Además tengo claro que en sus mentes de celebridad existe un código secreto colectivo que dicta algo así como que pierdes glamour si das pena. Y en nuestra sociedad nadie quiere dar pena y mucho menos, una mujer famosa. De ahí que no nos cuenten que son unas pobres esclavas de la dieta, que salivan más que el perro de Pavlov cuando ven un brownie y que tienen a un entrenador personal durante 3 horas diarias, martirizándolas a base de sentadillas y abdominales. Si alguna lo confesara, cualquier mujer se pondría en su lugar y lloraría por ella.

Siempre que puedas di que sigues los secretos de belleza de Kate Moss: beber cerveza, irte de juerga y subir tu foto al FB bajo un filtro favorecedor del Instagram.

¿Te avergüenzas de utilizar filtros de Instagram para tus fotos? No te agobies: incluso Heidi Klum los utiliza para fotografiarse el trasero. 

Ahora, pensemos en Madonna. Entrena bajo la supervisión de un experto, siete día a las semana, una media de 4-8 horas. Practica natación, yoga, equitación, fitness, running, break y pilates. Además sigue una dieta rica en verdura y pescado. No come carne y no prueba nada que lleve trigo, azúcar o alcohol.

Yo me pongo en sus zapatos (que además deben ser unos Louboutin) y me imagino a mi misma con un personal training macizo (porque los entrenadores hay que imaginarlos buenorros o si no, sería un churro de fantasía). Como decía: le visualizo en plan Adonis, súper musculado pero gritándome al oido, “¡no hay dolor, no hay dolor!” mientras hago fondos con él subido a mi chepa. Y para colmo, le veo orgulloso de mí y recompensándome por el esfuerzo con una hoja de lechuga y un lenguado a la plancha. No sé como reaccionarías tú ante semejante sadismo, pero yo soñaría cada noche con una muerte lenta y dolorosa para ese guapo muchacho. De cero a diez, ¿cuál sería mi nivel de felicidad diaria? Menos 50.

Otra rubia muy admirada por su espléndido físico es Cameron Díaz. Según la actriz , “la llave para la eterna juventud es reír mucho, junto con una buena nutrición, ejercicio diario y hacer mucho el amor”. Lo del sexo, seguro que funciona. Si durante un coito de veinte minutos se pierden 250 calorías después de comerte un cocido madrileño con su tocinito, chorizo, morcilla al menos tendrías que practicarlo dos veces durante la siesta, que según dicen, es cuando la comida más engorda. Eso sí, contando con que te puedas mover después de semejante comilona. De todos modos, supongo que si andamos calculando todas las calorías que ingerimos al día para luego batir records en la cama, el sexo se puede convertir en una obligación y ya se sabe… pierde todo su encanto como ir al gimnasio.

Según Cameron Díaz y según muestra esta imagen, la risa que rejuvenece es la estilo psicótica.  

En cuanto a su consejo de ir por la vida partiéndote de risa para explotar su poder rejuvenecedor, no me cabe duda que reírte sin sentido puede provocar efectos secundarios dolorosos. En mi caso, la consecuencia lógica sería una úlcera estomacal. Me imagino a mi jefe diciéndome que me tengo que quedar cada día trabajando una hora más sin cobrar ni un penique y yo, allí frente a su escritorio tronchándome de risa. Seguro que él alucinaría por tomarme tan bien la noticia. En cambio, esta que escribe tendría que echar mano al Almax para evitar el típico ardor de estómago debido a la ira contenida.  Sí, has leído bien. Ira contenida porque tampoco podría descargarla conduciendo de vuelta a casa insultando a ningún taxista, no, tendría que sonreír y sonreír ante cualquier pirula que me hicieran los muy canallas. ¿Cuál sería mi nivel de felicidad? Menos diez.  

Cuando leas que JLo utiliza crema de placenta, recuerda aquella tuya que tiró a la basura tu matrona y luego visualízate con ella puesta en la cara.   

¿Y qué me dices de Jennifer López? Ella asegura que bailando dos horas seguidas tres veces a la semana y hacer media hora de jogging consigues estar delgada. Evidentemente si mi pareja de baile fuera Casper, un joven bailarín de 24 años, yo también me motivaría para pasar horas y horas girando como una peonza. Pero como la triste realidad es que a lo sumo podría bailar frente a un muñeco de un juego de la Wii, que además de feo viste muy raro, mi nivel de frustración aumentaría y el de felicidad descendería a menos 100 (de verdad, me horripila la estética de esos monigotes virtuales).

Si en lugar de Poti, fuera Casper el que enseña a bailar en 'Mira quien baila', yo me apuntaría al concurso con los ojos vendados.

Y por último y el mejor consejo de todos es el de Heidi Klum: “la mejor forma de sentirte joven y en forma es correr tras tus hijos”, nos asegura. Eso sí, la muy ladina no cuenta que cuando llega las nueve de la noche y los niños están acostados, te sientes como una anciana de cien años y juras poniendo a dios por testigo y con la crema para pies cansados en la mano, que ni tú ni los tuyos volverán a pisar de nuevo un parque.