Lo que une el leopardo que no lo separe nadie
Lo que une el leopardo que no lo separe nadie
Chonis, modernas, señoras y putillas… ¿queréis al leopardo como estampado para amarlo y respetarlo todos los días de vuestra vida?
Yo sí quiero.
Todo comenzó hace una semana. Empecé a plantearme hacer el cambio de armario. Ojo. Empezar a plantearme. Es decir, que ya si eso… algún otoño… de mi vida. Que la vida es muy larga y no hay prisa. O demasiado corta como para perder el tiempo con tanta organización materialista. Total, que después de remolonear un rato me puse con el cambio de temporada.
Me cansé al poco rato. No sé. A los cinco minutos o así. Justo cuando tenía toda la ropa amontonada en tierra de nadie: la cama. Abrumada desde mi perspectiva vi una cosa que me inquietó. Bueno, realmente fueron cuatro cosas. Cuatro cosas con estampado de leopardo. Cuatro. Cosas. De leopardo. Bueno, vale. Fueron más de cuatro cosas. De leopardo.
Esto no era mío.
Hablemos de este estampado. El animal print por excelencia. A mí me gusta. Me gusta pero en plan «el chico es muy majo». Vamos, que sí pero bueno. No es fácil de llevar porque corres el riesgo de parecer una choni, una moderna, una putilla o una señora. Ya, ya sé. Me dirás: ¡pero si todas esas opciones son malas! Bueno, sin faltar. No hace falta hacer daño. Este estampado es la única cosa con la capacidad universal de unificar estos cuatro estilos.
A Normal Duval siempre me la imagino vestida de leopardo. A veces pasa que una misma persona adquiere los cuatro estilos según la ocasión (putilla < choni < moderna < señora)
Una señora vistiendo con prendas de leopardo (muy de abrigos y camisas) se siente una atrevida elegante. Un guiño turbio a la modernidad clásica. Un «yeah» tocándose el cardado que huele a laca Nelly. Una María Teresa Campos que se come a su hija formando un espantoso aunque delirante juego de Matrioskas. La choni siempre preferirá la ropa interior, ojalá con puntilla negra o fucsia y a poder ser, que asome. Que se vea. Es un «yeah» que se escapa sin querer queriendo mientras centrifuga un chicle de fresa. O trozo un neumático. El leopardo para la choni es un estado emocional, su leitmotiv, su estampado de confianza. La putilla… bueno, a ver, su prenda estampada favorita es tan diminuta que casi es imperceptible al ojo humano. Una falda-turbante-de-pelo apretá o una camiseta de tirantes con marcado escote. Es un «yeah» muy sensual que te desabrocha la cremallera del pantalón sin tocarte. Es el atrevimiento es estado puro. Y las modernas. Por fin. Mi subgrupo favorito. Se compran un abrigo de leopardo de alguna señora que consideró oportuno deshacerse de él, las braguitas con puntilla que elegiría cualquier choni y un vestido de putilla que como llevas con deportivas te das un aire a Julia Roberts en Pretty Woman. Se ponen las gafas de pasta, se pintan los labios de rojo y a vivir que son dos días (uno si eres una señora). El leopardo para ellas es algo pasajero, una moda, no tienen sentimientos arraigados, no buscan nada. Es un «yeah» porque hay que decir «yeah».
Cuidado que el leopardo lo creó el diablo. Y no el de Prada. Otro mucho peor.
Este animal print es tan criticado como amado. Es imposible ser objetivo cuando alguien lleva algo con este estampado (a no ser que seas tú la que lo llevas). Siempre te parecerá hortera, rancio, garrulo y/o cani. Sin embargo, cuando lo lleva una, te sientes guay, estrellita nacional y seguidora tardía de tendencias. Y sí, estoy hablando de mí. Y de mis bragas de leopardo, mi vestido de leopardo, mi camisa de leopardo, mi fular de leopardo y mis zapatillas de leopardo. Fuck yeah.
Elimino dignamente este artículo si alguien me regala este abrigo tan precioso.
A partir de ahora y sintiéndolo mucho, os será imposible no clasificar a la gente con ropa o complementos de leopardo en esos cuatro grupos: choni, señora, moderna o putilla. Como lo de clasificar a las personas por la forma de su cara en pájaro, perro o tortuga. O filosóficamente en huevo, zanahoria o café.
(Yo soy pájaro, por cierto. Pero un pájaro muy estiloso e inclasificable)
Este artículo lo ha escrito...
Paula Campos (Valencia, primavera del 88) es publicista y odiater. Parece normal, pero no. El día más feliz de su vida fue cuando su hermano puso como sugerencia del chef en un restaurante de... Saber más...