Pelillos a la mar

Pelillos a la mar
La depilación se ha convertido, generación tras generación, en un básico rutinario de belleza e higiene que trae siempre de cabeza a millones de mujeres y cada vez más hombres. El mercado nos ofrece distintos métodos de depilación según cada persona, tipos de vello, tipos de piel o necesidades, pero ¿nos dicen toda la verdad sobre los mismos? ¿Son tan efectivos e indoloros como nos cuentan? Repasemos los más importantes para salir de dudas.
Reconozcámoslo: las mujeres tenemos muchos San Benitos y estigmas colgados y uno de los que más incordian es el de tener que ir depiladas. Que parece una tontería y algo de lo que nos quejemos sin razón pero, salvo que te apetezca acercarte al lado oscuro de Chewbacca, todas acabamos muriendo al palo de cualquier técnica de depilación (aunque en Glup Glup os hablamos hace tiempo de la opción de pasar del tema en este artículo de Rebeca Rus: Walking on the wild side). Las hay más dejadas y menos, claro está; sobre todo, y seamos sinceras, cuando ya está todo el pescado vendido y tienes una relación estable que no se va a romper porque… rasca mamá. Pero en general, todas pasamos por el aro. Por esto mismo se inventaron las técnicas depilatorias. Quién las inventó ni idea, pero seguro que fue un hombre (ahora ellos tienen que depilarse, aunque no estemos de acuerdo, como también contamos en este otro artículo: 10 razones por las que creemos que los hombres no deberían depilarse). Y seguro que no pensó que a nosotras el rasca mamá de ellos tampoco nos motiva, que una cosa es que te ponga un tío de pelo en pecho y barba y otra muy distinta es tener a alguien con los pies de Frodo Bolsón al lado. El caso es que, fuera quien fuera el que tuvo la brillante idea de deshacerse del vello corporal, se cubrió de gloria. Y no solo porque consiguió que millones de mujeres (y cada vez más hombres) quisiéramos quitarnos de encima ese pelazo que sobra, sino porque también empezó una industria muy lucrativa que, con la excusa de satisfacer las necesidades de las mujeres, nos vende que debemos ser lampiñas para gustarnos y gustar. Y voy a ser sincera: en mí funciona. Me he vuelto una histérica del pelo rebelde que siempre se te queda ahí, puntiagudo, fuerte y desafiante. Pero querido, yo soy más fuerte que tú y tengo herramientas de destrucción masiva. Algunas funcionan mejor y otras peor, pero las tengo. De hecho, en mi obsesiva búsqueda por deshacerme de ti, pelo de mi vida, he probado de todo. Y por eso puedo hablar con conocimiento de causa de los métodos más comunes que hay en el mercado. Así que aquí os traigo mi pequeña selección de pros y contras de las técnicas depilatorias habituales.
¿Me decís cómo quitarme estas pelambreras, chatas? Que de cara al verano no me veo…
La cuchilla.
Ah, vieja amiga cuchilla. Simple, fácil y rápida. Así resumiría yo sus pros. Puedes usarla en la ducha o cuando te plazca, no necesitas enchufes ni preparación alguna. Te pasas la cuchilla por la zona, un poco de hidratación y listo. ¡Qué bonito, ¿eh?! Pues mira, no. Porque pese a lo que digan las revistas de moda (patrocinadas por marcas de cuchillas) con la cuchilla, en general, SÍ salen los pelillos más gruesos, fuertes y... se enquistan. Vamos, que a las horas de pasarte la cuchilla, cuando tú pensabas que esa piel de porcelana te iba a durar días, empiezan a salir los primeros puntitos que normalmente se enquistan formando granitos que... pican. Y molestan. Y escuecen. Y son un incordio como un piano. Las hay que no les pasa, claro, como todo. Pero así por lo general, la cuchilla es más una solución para un roto pero no como método usual. Al menos para mí, claro.
Las cremas depilatorias.
Aplicamos exactamente todo lo citado sobre la cuchilla pero con el contra de que la crema... pringa. Ya tienes que perder más tiempo en la preparación, es agresiva para piel y huele mal. Sí. A mí el olor de estas cremas me dan ganas de dejarme rastas en las piernas, qué queréis que os diga. ¿Será que las cremas las idearon los inventores de las cuchillas como un contra marketing y así vender más? Bueno, que me pongo filosófica... que la crema es muy suave y rápida pero... no me convence. Gracias.
¡Holiiiis! ¿Me necesitáis para una pasadita rápida?
La cera.
Supongo que es la más usada por el común de los mortales. Elimina el vello de raíz y eso hace que tarde más en aparecer y, cuando lo hace, esté más debilitado. Eficacia probada, como Cucal. ¿Lo malo? Que duele. Eso lo primero. Hay zonas y zonas, pero así en general, los tirones de cera cuando te has abandonado a la pereza de depilarte quincenalmente, duele. Por no hablar de que, o bien vas a un sitio a que te la hagan (lo que supone el incordio de cuadrar agenda, ir y perder el tiempo) o bien te la haces tú. Y si te la haces tú... ¡bienvenida al cúmulo de descalabros posibles! Tirones de más, cera que se endurece antes de retirarla y luego no hay manera (piensas hasta utilizar disolvente a ver, hasta que te armas de valor, expiras cierras los ojos y... AHHHH), zonas que se te quedan a medio hacer, pelos que no has visto... Lo que digo: descalabro.
Las maquinillas eléctricas.
A todo lo relatado en la cera quitémosle los endurecimientos de cera que cuesta arrancar y sumémosle que las máquinas duelen... MÁS. El solo sonido de esos armatostes ya es mortífero de por sí. Es como ir al dentista y escuchar desde la sala de espera el torno. Algo te sube por el estómago, aprietas bien los dientes y clamas al cielo porque ese instrumento de tortura no te toque. Pero lo hará, cielo. Y te dolerá, también. Por no hablar de que eso que quitan el vello de raíz... ñeeeh. A mitad camino entre la cuchilla y la cera, diría yo. Así que no le veo mucha más ventaja que la comodidad de hacerlo donde tú quieras y evitarte el momento enquiste.
Electricidad y agua. Gran combinación, amigo.
La depilación láser.
Fulminante. Casi definitiva. La panacea, oigan. Quien la inventó nos hizo un favor a muchas, está claro. Empiezas haciéndote la zona más conflictiva que tengas y acabas por querer depilarte hasta la cabeza. Como los tatuajes, que cuando te haces uno no puedes parar, pues igual. Porque en cuanto terminas el tratamiento, desaparece el vello prácticamente en su totalidad y no tienes que volver a pensar en ningún método depilatorio nunca más. Se acabó lo de “me voy de viaje, me tengo que depilar” o “salgo de fiesta, me tengo que depilar” o “espero que hoy no me haga un esguince porque el médico lo flipará”. Lo dicho: la panacea. ¿Desventajas? Es caro. Y un rollo tener que ir sesión tras sesión durante varios meses. Por no hablar de que si usas la crema anestésica que te recomiendan poner unas horas antes, envolviéndote con film transparente, más que una mujer a punto de depilase pareces Astraco y te miras en el espejo sin entender nada y sin sentir las piernas (Charlie).
Yo sí que tengo el método definitivo. Venid, bonicas, que os presento a mi amigo y su poder de destrucción.
Entonces, ¿cuál es EL MÉTODO? Supongo que, como siempre, cada mujer es un mundo y al final cada una conocemos nuestro vello, nuestra piel y nos adaptamos a ello como buenamente podemos. En general se suelen combinar todos, probando y desprobando, hasta que puedes permitirte el definitivo, es decir el láser, que entonces todos tus velludos problemas desaparecen por arte de diodo.
Este artículo lo ha escrito...
Sara Ballarín (Huesca, 1980). Estudió Filología Inglesa y actualmente trabaja en una empresa multinacional de telecomunicaciones. Adicta a la comida basura, a los zapatos (nunca el tacón es... Saber más...