Soy adicta a las ventas privadas
Soy adicta a las ventas privadas
¿Te levantas cada mañana y lo primero que haces es mirar tu correo? ¿Estás apuntada a todas las webs de ventas privadas y aún quieres más? ¿Se te acelera el pulso cuando hay una venta de tu marca favorita… o todas las marcas son tus favoritas? Reconócelo: eres adicta a las ventas privadas.
Hola: me llamo Rebeca Rus y soy adicta a las ventas privadas. Cada mañana cuando me levanto lo primero que hago es mirar mi móvil para recibir mi chute diario de mails llenos de promociones, ventas privadas y otros chollazos increíbles que no me debería perder (por eso me avisan, supongo). Durante más de un cuarto de hora analizo cada mail como si se tratara de una oferta de Don Vito que no puedo rechazar, luchando conmigo misma sobre la necesidad de caer en la tentación y dándole vueltas al hecho de que NO necesito otro par de zapatos, aunque estos tienen un precio verdaderamente irresistible y sería una estupidez no hacerlo. Pero la cosa no acaba aquí. Porque, horas más tarde, habiendo resistido a la primera embestida del día, vuelvo a mirar mi correo ansiosamente esperando una nueva dosis de oferta en forma de entradas para el teatro, tratamientos adelgazantes o férulas para el bruxismo, que vale, que yo no tengo problemas de bruxismo, pero ¿quién sabe si lo tendré algún día y si no necesitaré una bonita férula transparente a un precio de ganga? ¿Y si dentro de tres meses no tengo nada que hacer y me quiero ir a ver esa obra de teatro que está en sus últimas funciones desde hace tres años? ¿No sería mucho mejor verla pagando un 50%? ¿Y cómo es que soy la única de mis amigas que todavía no se ha hecho la láser? ¿A qué porras estoy esperando? ¿A qué me blanqueen los dientes (cosa que tampoco he hecho)? No, no, no: estaba esperando a que me enviaran este mail... sería una tonta si no aprovechase esta oportunidad única.
Mi última incursión en Privalia o en Amazon BuyVip debería haber terminado aquí.
Lo malo es que últimamente mis días están llenos de oportunidades únicas, lo que hace que ya no sean tan especiales como parece, ¿verdad? Es más: cada mañana me siento como si me pasease por un zoco marroquí y me obligasen a regatear con todos y cada uno de los tenderos. Y siempre tengo la sensación de que me están engañando pero también de que no puedo no entrar en su mismo juego.
Pero, a pesar de ello, no puedo dejar de mirar todos estos correos porque puede que haya algo realmente interesante, algo especial que siempre he querido tener, que ese bolso por el que llevo años suspirando esté al precio de un bolso de Zara, o que los de Shisheido hagan una venta especial y pongan todos sus productos al precio de las cremas de Nivea.
Antes, para no gastar, bastaba con encerrarse en casa. Hoy en día lo único que puedes hacer para librarte de la tentación es largarte a un sitio sin cobertura 3G.
Está claro que si eres una compradora compulsiva, de las que podrían compararse con Becky Bloomwood, la protagonista de Loca por las compras de Sophie Kinsella, la avalancha de mails que nos llegan a diario de sitios tan estupendos como Venteé Privé, Privalia, Amazon BuyVip, Planeo, Lastminute, Groupon o Lets Bonus son una tentación difícil de ignorar. Y peor es cuando, para complicar más el asunto, además te has apuntado a otras webs extranjeras, de las que a diario te envían consejos sobre cómo reducir ópticamente tu cintura junto con ofertas de las faldas que mejor lo consiguen. Así es imposible no picar una y otra vez y otra. Así es una tarea digna de Sísifo: él empujaba su piedra cada día, para verla por la noche rodar bajo la montaña. Yo, que superviso mail tras mail a diario aguantándome las ganas de gastarme el dinero y recordándome constantemente que mis recursos son tirando a muy escasos, vuelvo a encontrarme al día siguiente con que tengo que empezar la tarea de nuevo, que hay numerosos mails repletos de chollazos que tengo que volver a supervisar.
Podría no hacerlo.
Pero lo hago.
¿Sabes por qué?
Porque lo peor de todo es la ansiedad que me provoca pensar que me estoy perdiendo algo, que si no miro y no analizo profundamente cada mail que recibo, quizá estaré dejando pasar una oferta o algo que realmente necesitaba. No os lo vais a creer, pero en el fondo está todo muy relacionado con haber sido criada por una familia que pertenecía a la Cofradía del Puño Cerrado. Buscar la forma de Pagar Menos Por Lo Que Sea está en mis genes. Aunque estoy segura de que mis padres me han educado para ahorrar al máximo comprando tomates y detergente para la ropa. No para hacerme con toda la colección de Hoss.
Encima, ahora que he vuelto de vacaciones con el Síndrome del Nido en su punto más álgido (me pasa cada vez que alquilo una casa maravillosa y, a la vuelta, la mía me parece ordinaria en comparación), estoy realmente enganchada a todas las ofertas que estén relacionadas con el mundo de la decoración. Todos los días veo algo que me gustaría comprar o necesito urgentemente, ya sean lámparas de diseño, sábanas de 600 hilos de algodón, toallas de auténtico algodón egipcio, almohadas 100% plumón de ganso siberiano, o cacerolas de hierro fundido de Le Creuset. Es increíble la cantidad de cosas que se necesitan en una casa y la cantidad de veces que hay que reponerlas por otras mucho más bonitas, más nuevas y, si es posible, baratas. A precio de ganga, vamos.
¡Y es tan fácil comprar! No necesitas ni siquiera tener dinero o la tarjeta a mano, porque la mayoría de estos sitios guardan tus datos de cliente como oro en paño. Sólo tienes que hacer click y será tuyo. Cinco segundos, como mucho. Eso sí, luego tendrás que esperar casi un mes para recibir lo que sea que hayas comprado. A veces, incluso dos meses. Vamos, tanto tiempo que me ha llegado a pasar que no recordaba que lo había comprado y lo he vuelto a comprar. O que, harta de morderme las uñas por la espera, me he tenido que comprar varias cosas para atenuar la ansiedad. Cosas que, por cierto, tampoco he recibido aún.
¿Y qué puedo hacer si, como ya he dicho, soy adicta a las ventas privadas?
Antes, en tiempos más amables, para no gastar bastaba con no salir de casa en todo el fin de semana. Te conformabas con ver la peli de sobremesa de La 1 y comerte un paquete de pipas para pasar la tarde o jugar una partida de Monopoly con tu familia (y te hacía la ilusión de que estabas manejando pasta gansa si caías en Paseo del Prado y te hacías con él). Hoy no hace falta salir de casa para comprar cualquier cosa que se te pueda pasar por la cabeza, perder tus ahorros enteros si quieres o endeudarte de por vida. Todavía existe gente que va a El Corte Inglés el 7 de enero, para ser retratada como una loca sin frenos en todos los telediarios del país, pero, querida señora, déjeme decirle que ahora sólo tiene que engancharse a su móvil a las 23:55 en la soledad de su cuarto de estar para arrasar en las rebajas como la que más. Y sin pasar frío o perder la dignidad delante de todo el mundo.
Esta tipa se ha gastado una pasta en una venta privada de bolsas de papel decoradas. Hay gustos para todo...
¿Y qué puedo hacer? Es demasiado fácil e imposiblemente difícil al mismo tiempo.
De momento esto es lo que he hecho:
1.- He hecho una lista de las cosas que REALMENTE necesito comprar, que son necesidad vital e imperiosa. Se trata de una lista cerrada, de las que no puede inducir a equívocos ni a segundas interpretaciones. Aunque… puede que a veces no interprete bien las cosas y entre a rastrear en todas las ventas privadas de bolsos, cuando lo que realmente necesito es una bolsa de la compra. Pero algunos bolsos son muy grandes y podrían hacer doble función, lo que al fin y al cabo es un ahorro, ¿verdad?
2.- Me he borrado de todas las listas de correo de sites en los que no he comprado en los últimos tres años. Si hasta ahora no me han enviado nada lo suficientemente suculento como para tentarme ¿no es mejor que los ignore, como aquel amigo por el que siempre sentí cariño pero con el que jamás me liaría?
3.- He borrado mis tarjetas de crédito de mis fichas de cliente. Así, cada vez que quiero comprar algo, tengo que levantarme a buscarlas, lo que me da un tiempo valiosísimo para pensarme las cosas dos y hasta tres veces (dependiendo de lo grande que sea el bolso donde guarde el monedero).
4.- Antes de tomar una decisión, de cualquier tipo, se lo enseño a mi chico. Él, que es un ser que sobrevive con tres camisetas en el armario, un par de vaqueros y poco más, es el único capaz de recordarme las cosas básicas de la vida (y no, no son unas gafas de Dolce&Gabanna a un precio irrisorio).
5.- Y si no hay otra salida, hago lo siguiente:
Este artículo lo ha escrito...
Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...