Prendas que eliminaría de la faz de la tierra

Por Anita C.

Prendas que eliminaría de la faz de la tierra

Descubre qué estilismos estarían mejor en la hoguera que ocupando ese precioso espacio en tu armario.

Como amante de la moda, cada comienzo de temporada me hago un recorrido por todas las tiendas en las que suelo comprar. Como te imaginas, acabo exhausta y por raro que parezca, malhumorada también. Los altos precios contribuyen pero, sobre todo, se me abren las carnes cuando veo que determinadas prendas y complementos se resisten a desaparecer.

 A lo largo de los años he descubierto que hay estilismos que a las mujeres nos hacen flaco favor. No voy a culpar a nadie, porque al final las que sueltan la pasta por ellos somos nosotras. Y ojo, tampoco juzgo a aquellas mujeres que se lo quieran comprar. Yo, como buena adicta al shopping, tengo verdaderos especímenes en mi armario que rozan lo hortera. Además, cada hijo de vecino puede vestir como realmente le guste, le favorezca o no. Lo importante es que una se vea a sí misma fantástica.

Sin embargo hay piezas con las que no puedo… y no puedo porque son feas, poco prácticas o sólo favorecen a unas privilegiadas que normalmente se dedican a caminar por una pasarela. Así que, si tienes verdadera alergia a estos outfits (como dicen los expertos), chica, ¿a qué esperamos para unir fuerzas?

Los leggings

 Si existiera un culebrón protagonizado por ropas varias, las calzas serían la prota mala malísima. Además, es traicionera: no solo saca lo peor de ti de cintura para abajo sino que se descose con mirarla y, cuando menos te lo esperas, tienes un agujerito cerca de tus partes nobles. Por si esto fuera poco, cuando una se agacha se transparenta el trasero y, con las horas, se dan tanto de sí que te habría gustado grapártelos a los sobacos. ¿La única ventaja que tienen? Que son cómodos y calentitos. Para dormir. 

El clutch

 Tú, que estás acostumbrada a un bolso donde guardas media vida y de repente, ¡sorpresa! Tienes que reducir esa vida entera a una cajita de cerillas, tuneada con brillantes y que no hay un dios quien la abra. Para colmo el dress code te obliga a llevarlo en acontecimientos importantísimos (por ej. el bodorrio de tu amiga), ya sabes, ocasiones donde más necesitas tu kit de supervivencia: kleenex, los Compeed, unas medias de repuesto, el pintalabios, un espejo, dinero para la liga de la novia, el móvil por si llama la nanny…) ¿Y qué puedes guardar en él? Simplemente, las llaves. Una solución sería endosar a tu acompañante todas tus pertenencias para que te las guarde en el bolsillo del traje, pero ya no irías del brazo de una copia de Velencoso, sino de Mr. Michelin.

La faja reductora

 Ahora le ponen nombres muy bonitos, algo así como body-shape-form-pushup-reducter…Por mí, como si la quieren llamar Catalina. Son las fajas de toda la vida. No muy estéticas, incómodas y que, para colmo, dan un calor insoportable. Es ilógico que en un país que goza de tan buen clima vayamos con un vestidito de tirantes y debajo,con un traje de neopreno. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo que se muevan las carnes? El contoneo de una mujer al caminar siempre ha sido sexy. Además, señores fabricantes, si los vestidos estuvieran hechos de tela con mejor calidad, nuestros encantos irían bien sujetos y apretaditos. 

Las prendas flúor

No tengo nada en contra de los colores chillones, pero ¿ponerlos todos juntos en un solo estilismo? A mí me hace daño, de verdad. A veces voy caminando por la calle y no sé si ha habido un accidente de coches en cadena y está todo el mundo arreglando ruedas. ¿Y las zapatillas de deporte? Si ya es difícil seguir los pasos de una clase de step, cuando el monitor, luce esas carísimas Asics multi-flúor, el mareo que coges es la leche. Lo más parecido a ir de trippy.

El gorro de lana peruano.

 ¿Pero quién se ve guapa con semejante cosa en la cabeza? Vale que Madonna lo lleve y encima con orejitas y hocico de vaca pero no nos llevemos a engaños: ella fue la misma que se ponía embudos en los corpiños y dientes postizos dorados. No es un referente en moda.

Las botas mosqueteras

 Reconozcámoslo: han triunfado porque nuestra generación se ha quedado pillada con la peli Pretty Woman. Pero nuestra realidad, por mucho que nos duela, es que no tenemos las piernas kilométricas de Julia Roberts. De hecho, ni siquiera a ella, a sus 46 años, se le ocurre ponérselas. Algunas botas mosqueteras son tan anchas de caña, que podríamos llevar dentro el monedero.

"Algunas botas mosqueteras son tan anchas de caña, que podríamos llevar dentro el monedero."

Los hot-pants

 Son esos shorts que parecen bragas pero de tejido vaquero y que muestran tus dos cachetes así, a lo bestia. En fin, no los odio por puritanismo: es por el bien de los que circulamos diariamente por el centro de la ciudad. Un día casi me estampo con el camión de delante, porque el tipo pegó un frenazo para lanzarle un piropo guarrete a una chica. Cuando la vi, con aquella mínima expresión de pantalón, comprendí perfectamente al camionero. ¡Hasta yo quise silbarla!

Los abrigos de plumas

Es como ir envuelta en el edredón nórdico. Ni realza figura ni es elegante… Solo es calentito. Cuando veo a mujer con uno de esos largos hasta las pantorrillas, siempre me pregunto: ¿llevará escondido dentro a su novio?

El chándal de señora

Si el pijama es para dormir, el bikini para la playa, las botas de agua para la lluvia… ¿por qué creemos que el chándal vale para cualquier situación? ¡Con lo poco agraciado que es! Y eso, sin entrar en detalles cuando algunas lo combinan con zapato fino, babucha, bolso estilo Dior y todos los oracos a juego.

El panty semitransparente

Cuando leí la novela Ginebra para dos, de Rebeca Rus, me tronché con la escena en que la protagonista tiene una guerra encarnizada con sus medias. Fue como un déjà vu, porque ¿quién no se ha peleado alguna vez para ponérselos? Se retuercen en los tobillos, los sacas, los vuelves a poner y cuando creías que ya subían por las piernas, se atascan en los muslos a modo de torniquete… ¿Y para qué? Si una vez colocados, raro es que no te hayas hecho una carrera. Ojalá nos devolvieran cada céntimo tirado en un panty roto: todas tendríamos pagada ya la hipoteca.

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Este artículo lo ha escrito...

Anita C.

Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...