Cómo salir guapa en las fotos de playa. (Y que alguien nos lo explique)

Cómo salir guapa en las fotos de playa. (Y que alguien nos lo explique)
Por primera vez en mi historia como redactora de belleza, no voy a escribir un artículo dando consejos de cómo convertirte en una belleza playera. Para nada. Por una vez, pido (y suplico) que alguien me desvele la fórmula magistral para estar re-mona bajo cuarenta grados a pleno sol. Gracias.
¿Cómo narices lo hacen? Esa es la pregunta que me hago todos los veranos cuando veo fotos de Paula Echevarría, Heidi Klum o Jessica Alba estupendísimas de la muerte tomando el sol, paseando por la playa o nadando con sus hijos. Mientras que yo aparezco en las fotos de mis últimas vacaciones llena de arrugas alrededor de los ojos (por más que quiero mirar a cámara con la cara estirada, el sol me deslumbra y acabo frunciendo el ceño); con un escote de un bonito rojo Valentino y el cabello con el mismo aspecto de un nanas. Eso, por supuesto, sin hablar de las fotos en las estoy chapoteando con mis hijos: donde siempre muestro alguna parte de mi anatomía porque mi bikini bandeau a veces les funciona como salvavidas.
Así que, por favor, que alguien me lo explique, porque independientemente de que estas tres celebrities sean guapas y tengan tipazos ¿cómo pueden lucir siempre un bonito dorado? ¿una sonrisa libre de arrugas? ¿salir del agua con la melena peinada y brillante como sirenas? Yo, no tengo ni idea.
Paula y Bustamante siempre salen guapos tanto por detrás como por delante.
He llegado a pensar (porque algunas veces lo hago, especialmente cuando voy a la peluquería) que es la localización de la foto, el entorno o el titular, lo que favorece que se les vea guapos y guapas bajo cuarenta grados. Por ejemplo, la revista Cuore nos recuerda cada semana que ellas en traje de baño tampoco son perfectas y nos muestran la tripita de Kate Moss o la pancha de Leonardo DiCaprio tumbados en sus respectivos yates. Pues fíjate que hasta en esos casos de repanchingue absoluto, yo les veo guapos. La clave debe ser la palabra: YATE. Parece imposible perder por completo el glamour mostrando las carnes si estás tomando el sol en un barco de súper lujo. Imposible. Y todo, porque esas barrigas son sinónimo de langostas, caviar, champagne y en definitiva, de darte la vida padre. Mientras que una foto de la mía, sería el recuerdo de la oferta en aquel chiringuito de Gandía: caña con tapa de chorizo a la sidra, dos euros. (¡Y qué buen recuerdo!).
También sé, porque una no se chupa el dedo, que muchas celebs como Kim Kardashian tienen un ‘selfieditor’: un experto en selfies y marketing digital, que las dirige sobre el perfil y el encuadre en el que deben hacerse la foto. Después, el especialista pasa horas hasta elegir el mejor filtro. Incluso estudia qué imágenes pueden ridiculizarla o despertar las críticas de los detractores de la famosa. Pues ya está, pensé, Kim Kardashian tiene un selfieditor y yo tengo a mi chico. Después de una hora haciéndome fotos con el móvil, en busca mi perfil bueno (“ojo, que no se me vean la patas de gallo ni la celulitis”; “no me saques los pies que tengo un juanete”; “¡por dios, cariño, no te acerques tanto que se va a notar que por aquí no me he depilado bien!”; “pero vamos a ver ¿por qué me has hecho una foto tan lejos? ¿es que querías que saliera la tetona de la tumbona de al lado?”), repito: después de una hora a pleno sol, mi chico se volvió al hotel cabreado y con una insolación de tres pares de narices. Si estar guapa en la playa me va a costar mi relación, mejor me voy a comprar este cacharrito.
Lo curioso no es este Selife Pod (un trípode 'alargabrazos' para hacerte planos de acción y selfies). Lo verdaderamente sorprendente es que John Stamos (Padres Forzosos') todavía conserve su pelazo.
Como el tema de las fotos es tan complicado pedí consejo a un amigo fotógrafo profesional especializado en moda. Él me aseguró que la mejor luz para hacer fotos en el mar es la del amanecer o del atardecer, porque cuando los rayos del sol caen perpendiculares (por ejemplo durante las horas del medio día) hacen sombras y se marcan cualquier defectillo que tengas. Es decir, que o levantas a la familia en su única semana de vacaciones a las seis de la mañana para hacerte una foto decente o la dejas sin cenar porque cuando vuelves de fotografiarte en la playa ya han cerrado del buffet del hotel. Ese consejo, en mi caso, no fue ni será viable. Con la comida y las horas de sueño no se juega.
Envidio a Heidi Klum que es capaz de perderse la cena del hotel y hacerse una foto al anochecer. Yo suelo estar la primera en la cola del buffet para no quedarme sin tartas.
Como última hipótesis en este estudio de campo de 'todo a cien' (y de mujer, que se aburre soberanamente en la peluquería), pensé que los recursos estilísticos (o en mi caso, de camuflaje) podrían darme ese toque de sofisticación que tienen las famosas y, ocultar mi cara de “madre mía, que calor hace-tengo arena hasta en el higadillo”. Mis imprescindibles de playa, como dicen en la revistas, consistieron en:
–unas gafas de sol gigantes que efectivamente cubrieron mis arrugas. Eso sí, cuando me las quité, parecía un oso panda.
–una gran pamela que me hizo sentir como Jackie Onassis y Fermín Cacho, porque me pasé la mitad del día corriendo por la playa detrás de ella. La otra mitad, estuve sujetándola con un brazo (si haces esto, por favor, échate protector solar en las axilas).
–Varios colgantes y brazaletes dorados de estilo étnico que subieron el tono de mi look y me abrasaron la piel al recalentarse con el sol.
–Un bikini con braguitas bajitas-bajitas, de esas que parecen estar invitando a descubrir si la depilación es completa o tiene trampa y que con el oleaje suelen terminar en las rodillas.
–Y muchos accesorios combinables: el pareo a juego la bolsa de la playa, el bikini con el mismo estampado del short y las sandalias, el pintauñas del mismo color que la pamela y los manguitos de mi hija… En fin, que en cuanto tuve que lavar el bikini y ponerme otro, ya nada combinaba y parecía Marichalar de vacaciones en la playa.
Conclusión: que estar bella tomando el sol en la playa es de las cosas más complicadas. Pero lo más curioso es que cuando vuelves al trabajo, todo el mundo te dice lo guapa que estás y lo bien que te han sentado las vacaciones. Debe ser igual que ir a la pelu; que cuando te ves en el espejo con la cabeza llena de tinte y papel de aluminio de las mechas, rezas para que no entre allí ninguna conocida, pero al salir te sientes tan guapa, que estás deseando cruzarte con tu peor enemiga. Por cierto ¿a qué en la peluquería no permitirías que nadie te hiciera una foto? Las celebs tampoco.
Este artículo lo ha escrito...
Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...