Etiquetar el amor
Etiquetar el amor
Cuando estás con esa persona especial le llamas vida, amor, cielo, cariño, tesoro y tal vez un montón de cursiladas más. Y él o ella a ti te llama guapa, nena, cuerpo, petarda, princesa, bombón. Son palabras geniales, tuyas, mías, vuestras. ¿De verdad nos hacen falta otras como amigovio?
El pasado mes de octubre se publicó la vigésimo tercera edición del Diccionario de la RAE (en principio la última que se publicará en papel, según han anunciado) y en ella aparecen por primera vez palabras como tuit, wifi, papichulo, walkman y amigovio. Por mi trabajo (y pasión) es evidente que me interesa saber qué está tramando la RAE, además de quitar y poner acentos para volvernos a todos locos, así que cuando se publicó el nuevo diccionario intenté informarme sobre las novedades más significativas. Y cuando vi amigovio me quedé ojiplática (palabra no reconocida por la RAE, por cierto).
No tengas miedo, no me he vuelto loca, este post no va a tratar sobre la RAE ni sobre las técnicas de tortura o aburrimiento de algunos académicos de la lengua, va a tratar sobre el amor. Aunque antes, permíteme un inciso ¿no es un poco absurdo aceptar walkman a estas alturas de la película?
Empecemos con la definición.
Amigovio,via: (Fusión de amigo y novio). m. y f. coloq. Arg., Méx., Par. y Ur. Persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo.
Si el mundo de las relaciones ya es confuso de por sí ¿por qué se empeñan en confundirnos más?
Hay tantas cosas en esta definición que me confunden que creo que lo haré será olvidarla.
¿Relación de menor compromiso? ¿El compromiso se mide? ¿Cómo? A mí me suena tan absurdo como decir que estás un poco embarazada o un poco vivo, o un poco muerto. Estás vivo o muerto, o embarazada o no embarazada. Y tienes una relación o no. Decir que se puede medir el compromiso es como escudarte en el “es complicado” tan recurrido en las redes sociales. Si por compromiso entendemos fidelidad, entonces deberíamos llamarlo de otra manera, ¿no? O ser lo bastante valientes y honestos como para decir sí, tengo una relación pero no me importa y no voy a respetarla. Y puestos a aceptar palabras nuevas, si lo que pretenden definir con amigovio es el amigo con derecho a roce de toda la vida, tal vez habría sido más práctico introducir en el diccionario “follamigo”. Es una palabra mucho más divertida y auténtica.
Pero tanto una palabra como la otra, tanto amigovio como follamigo, no me parecen necesarias ni adecuadas para definir algo tan íntimo como el amor o el sexo. De hecho, en mi opinión esa clase de relaciones, sí, relaciones, no necesitan etiquetas y cuando alguien intenta colocárselas ninguna termina de encajar. Porque es imposible que una palabra, sea la que sea, defina las emociones y los sentimientos que existen entre dos personas que se acuestan, que se enamoran, que hacen piruetas en la cama o que sencillamente ríen juntos. Colocar una etiqueta a una relación solo sirve para satisfacer la curiosidad o incluso el morbo de terceros, nada más. Las personas que están viviendo esa relación saben lo que sienten y lo que están haciendo. Si son felices, tanto da el nombre que tenga. Si no lo son, deberían hacer algo para solucionarlo y mandar a la otra parte interesada a paseo (y regalarle el diccionario, si lo creen oportuno).
Esta obsesión por etiquetar el amor ha existido siempre, cierto, de aquí que palabras en principio inocuas como “la otra” o “la querida” suenen tan mal a los oídos más recatados. Hay otras palabras con sensualidad inherente, como “la amante”, y otras de respetables, como “la esposa” o “el marido”. En realidad las únicas que son importantes son “él” y “ella”, en las combinaciones que tú quieras.
En EEUU han hecho hasta una película sobre este tema sin necesidad de cambiar el diccionario o inventarse palabras nuevas.
Si nos dejamos llevar por el diccionario y la gramática cuando nos enamoramos, ¿qué debemos hacer? ¿cuándo y cómo cambiamos de categoría a la otra persona? ¿Veamos, primero eres amigo –espero-, después amigovio, después novio, después amante y, por último, marido? ¿No es muchísimo mejor pasar de etiquetas y decir que has conocido a una persona que te pone la piel de gallina, que te acelera el pulso, que te pone a cien, que le quieres arrancar la ropa, que te quieres ir a vivir con él y que, al final, a pesar de sus manías y de las tuyas, vais a pasar el resto de vuestra vida juntos?
Es mucho más romántico y real eso que no ir poniendo etiquetas al amor.
A modo de anécdota (y de confesión) te diré que cuando conocí a M estuvimos meses haciéndonos amigos, después llegó el primer beso, y después muchos más. Un día, en un ascensor de Barcelona, me dijo.
-Mis hermanos me preguntan si somos novios.
-¿Y qué les ha dicho?
-Que estamos juntos y que vamos a estarlo mucho tiempo.
-Pues eso.
A mí me basta con esa definición, ¿y a ti?
Este artículo lo ha escrito...
Anna T. Casanovas (1975, Calella) Es la mayor de una familia de seis hermanos que, junto con su marido y sus dos hijas son su mayor fuente de inspiración.
Estudió Traducción e... Saber más...