Güalluminí dú puá o porqué seguimos enganchados a Eurovisión
Güalluminí dú puá o porqué seguimos enganchados a Eurovisión
Somos masoquistas. Ésa es la única explicación posible. Tres horas de gala llena de baladas con crescendo vocal y estilismos dignos de Juego de Tronos más una hora y media de votaciones. Basta pasar el sábado por la noche en casa viendo Eurovisión para pensar que hasta la última gala de los Goya fue, en comparación, trepidante.
Y sin embargo, ahí estamos, frente al televisor, año tras año, con esa fe ciega en que ésta vez sí, vamos a ganar Eurovisión. Una fe que se afianza con cada actuación de un país que no sabemos colocar en el mapa, tipo Montenegro. Una fe que se va a freír puñetas en cuanto Portugal osa no darnos 12 puntos y acabamos quedando, como siempre, en la cola.
Así que, ¿por qué seguimos enganchados a Eurovisión?
Por morriña
Una vez que uno coge un hábito, no hay manera de quitárselo de encima. Sólo la tradición y la costumbre explica que sigan existiendo cosas como la tuna… y también Eurovisión. Nos hemos acostumbrado y miramos el concurso con cariño.
Nuestra infancia, en esa triste época en la que sólo estaban la primera cadena y la UHF, tenía pocos grandes eventos, y uno de ellos era Eurovisión. Todo el mundo lo veía y todo el mundo lo comentaba al día siguiente en el patio del colegio mientras se comía su bocadillo de mortadela con aceitunas.
De modo que el festival ya pertenece a nuestro imaginario colectivo. En mi caso, va unido a la imitaciones de Martes y Trece. Eurovisión es Josema y Millán luciendo escote con vello mientras imitan a Azúcar Moreno cantando “bandido”. Ojo, que el de en medio de esta foto no es Millán Salcedo, sino Amaya Uranga de Mocedades:
¿Quién no ha hecho el más espantoso de los ridículos en un karaoke mientras intentaba llegar a la última u del eres tú, uh, uh, uhhhhhh?
Por twitter
Hay tres maneras de sobrevivir a la gala completa de Eurovisión: verlo en grupo, verlo borracho, o verlo mientras tuiteas. De hecho, una de las grandes ventajas de twitter es que te permite comentar cualquier programa, a priori un poco aburrido, y convertirlo en un festival de memes, chistes y ocurrencias ingeniosas. Ahora bien, si tú no eres mucho de usar redes sociales, te aconsejo que pases a la siguiente opción…:
Los drinking games
Quedar con tus amigos (si tu casa es muy pequeña y no entráis todos bien, los gays y los eurofans tienen preferencia), comprar mucho alcohol y organizar un drinking game que consiste en tomar chupito cuando suceda algo típicamente eurovisivo. Aquí os dejo algunas ideas:
¿Error de José María Iñigo al pronunciar en inglés? Chupito.
¿Portugal cumple con su deber histórico de darnos 12 puntos? Chupito.
¿Aparece la palabra “love” en el título de una canción? Chupito.
¿Cantante con ventilador que agita su pelo? Chupito.
Edurne viajó a Viena con 15 vestidos, un estilista, un bailarín italiano muy buenorro y muchos ventiladores.
Porque, a veces, hasta hay canciones buenas y todo
Esos años en los que los solistas que lo petaban iban a Eurovisión y cantaban en directo acompañados por una orquesta hace mucho, pero que mucho, que pasaron. La generación del Red Bull mezclado con Jägermeister nunca lo ha visto. Pero hubo una época en la que Sandie Shaw, Julio Iglesias, Raphael o Cliff Richards participaban porque daba prestigio. Y no olvidemos que los grandísimos Abba saltaron a la fama en Eurovisión.
Pero ha habido más temazos, no todos los años, pero de vez en cuando nos encontramos con alguna canción que resiste las 4 horas de gala y también el olvido. ¿O no os acordáis del “viva la vida viva victoria Afrodita” que cantaba Dana International y que sigue sonando todos los años en el Orgullo? O de “Euphoria” un temazo por el que esta muchacha de pelo Pantene ganó el festival en el año 2012:
No es la niña de The Ring, es Loreen.
Porque nos encanta regodearnos en el tópico
Quién no se ha oído a sí mismo gritándole a la televisión: “Andorra, ¿por qué nos haces esto y nos das sólo 2 puntos?” Y es que una de las leyes no escritas de Eurovisión es votar a los países vecinos. Por eso, y desde que las ex repúblicas soviéticas se independizaron, el festival asegura a Rusia estar en el top five. O la votan todos esos países que no sabemos colocar en el mapa (Georgia, Armenia, Azerbaijan, Estonia…) o Putin se enfada. Y nadie quiere que Putin se enfade.
Así que Eurovisión sirve para afianzar los tópicos. Nadie quiere escuchar indie pop esloveno, preferimos que tres italianos con pinta de italianos (todos morenos y con pelazo) canten con voces líricas de ópera mientras de fondo se proyectan estatuas romanas. Italianísimo todo. Y esperamos que Suecia lleve una canción pop pegadiza cantada por un muchacho bien guapo, que el tópico dice que los escandinavos son todos bellísimos:
Ante semejante sueco una se siente un poco Alfredo Landa.
Así que yo, el año que viene, paso de ver Eurovisión. O mejor lo veo. Pero acompañada por una legión de amigos borrachos después de haberse tomado un chupito con cada cantante que interpreta una balada con crescendo y un par de bailarines de fondo. Eso acabará en coma etílico.
Este artículo lo ha escrito...
Estíbaliz Burgaleta (Tudela, Navarra, 1976) en otra vida será bailarina de ballet clásico, será grácil como una pluma y tendrá oído musical. Pero en esta vida es guionista, cortometrajista y... Saber más...