La maldición de las fotos antiguas
La maldición de las fotos antiguas
Los expertos hablan de las grandes maldiciones de la historia de la humanidad. Mencionan la de Tutankamón, los Kennedy y Timar, entre otras. Pues bien, no soy historiadora pero me gustaría añadir una: la de las fotos antiguas. ¿Quién no se ha visto y le han entrado ganas de que la tierra se la tragase y no la escupiese nunca?
El otro día ocurrió lo inevitable. Uno de esos momentos en los que una amiga, aburrida, nostálgica o con ganas de echarse unas risas aseguradas, se pone a ver fotografías antiguas de vuestra adolescencia y decide compartirlas en el grupo común que tenéis de whatsapp. Conforme las ves en miniatura te entran los sudores fríos. Sabes que no deberías abrirlas, que aunque te hayas levantado con el “guapo” subido al máximo vas a sufrir un derechazo contundente a tu moral, y, aun así, pulsas el botón de descargar y que sea lo que Dios quiera. De vez en cuando te gusta actuar a lo loco. ¿Qué sería la vida sin un poquito de emoción?
Dime que no soy yo, por favor, dímelo.
Te conviertes del tirón en un mar de dudas. ¿Por qué mi madre me dejaba salir con esas pintas? ¿Por qué mis amigas no me avisaban de que era una mezcla entre un payaso hortera y una pilingui barata y sin glamour? ¿Por qué no cerraron esos grandes almacenes donde me compré esa ropa y siguen estando de moda?
Te analizas al dedillo hasta que llegas a tres fatídicas conclusiones:
1.- Estabas muchísimo más fea que ahora mismo, dónde va a parar, con ese pelo con tanta gomina que parecía que te había lamido una vaca o los tupes imposibles, los pantalones de campana, cuyos bajos servían de escoba para limpiar el suelo que pisabas, y maquillada con el mismo arte que Cecilia Jiménez, la anciana de Borja que iba a restaurar el Ecce Hommo y acabó haciendo un retrato mejorado de Paquirrín.
Hasta él sale mejor que tú.
2.- No tenías muy claras las estaciones del año. Esa es la única excusa para que aparezcas en una fotografía datada en diciembre del año 2002 con una camiseta de tirantes y una mini falda en el interior de un garito. Luego te das cuenta de que en agosto seguías llevando la misma ropa. La excusa no cuela. Te percatas de que tal vez te gustaba un poquito demasiado enseñar cachas. No era problema del tiempo si no tuyo que aún no sabías que “menos es más” y que “llama más la atención insinuar que enseñar”.
3.- No hay ni una sola en la que salgas posando bien. Vamos a ver, vale que ahora mismo con el universo selfie los adolescentes aprenden antes cual es su perfil bueno y como resaltarlo que a mandar un mensaje de texto sin faltas, pero lo tuyo es de Expediente X. Apelando a la probabilidad debería existir una, solo una, en la que salieses medianamente decente. Esa que poder enseñar a tus hijos sin avergonzarte soberanamente. Pero o bien no existe o tu amiga es un poquito cabrona y ha decidido subir solo las que pareces más un ñu salvaje que un humano civilizado.
Como en todo proceso de asimilación, necesitas justificarte con el argumento de que ibas a la moda. Al fin y al cabo tampoco es que tus amigas salgan muy diferentes. Puede que incluso no te lleves la peor parte. Entonces te das cuenta de que esa es exactamente la misma respuesta que te daban tus padres cuando te reías de sus look a lo Camilo Sesto. Mierda, te has hecho mayor. Has pasado de ser la que se reía de las vestimentas antiguas al blanco de la crítica de las nuevas generaciones. ¿Y ahora qué?
¿Quién es ahora la vieja aquí, bonita?
Hay varias opciones. Una es prohibir a todo el que te conoce que te haga fotos, pero con las nuevas tecnologías eso es casi más imposible que estornudar con los ojos abiertos. Otra sería ir siempre en vaqueros y coleta, algo que nunca pasa de moda, aunque sería tremendamente aburrido y gris verte siempre con el mismo atuendo.
¿Qué nos queda? Abrir de nuevo la fotografía y reírnos hasta que nos duela la mandíbula. Observarnos en el espejo y pensar entretenidas qué será lo que más nos avergüence dentro de diez años, la ropa que llevamos o el peinado. Y, sobretodo, almacenar todas las imágenes que podamos de nuestra gente para tener munición pesada para un futuro. Yo ya tengo un amigo hipster que se va a cagar como en la próxima década decida burlarse de mi recién adquirida pasión por las camisas de cuadros al estilo granjera.
Este artículo lo ha escrito...
Alexandra Roma o Alexandra Manzanares Pérez (Madrid, 1987) es un periodista, guionista, directora de cine, escritora y, gracias a Glup Glup, columnista, ¿se comprende por qué necesita una doble... Saber más...