Me llamo Bond, James Bond. ¿Quieres casarte conmigo?
Me llamo Bond, James Bond. ¿Quieres casarte conmigo?
Esta noche he soñado que James Bond me pedía la mano en matrimonio, sí, así de formal. James se arrodillaba delante de mí, sacaba una cajita de terciopelo negro del bolsillo de la americana y cuando la abría el brillo del diamante me cegaba. Un diamante de Cartier, por supuesto. James me sujetaba una mano y me miraba fijamente en el rostro conteniendo las ganas de besarme. ¿Y sabes qué le he contestado? Que no.
Tienes mi permiso para insultarme y tirarme de los pelos, es lo que he hecho yo cuando he abierto los ojos y he comprendido que acababa de rechazar al único espía con licencia para matar y para amar del planeta. Aunque solo haya sido un sueño, ¿a quién se le ocurre decirle que no a Daniel Craig? Sí, el James Bond de mi sueño era Daniel Craig, yo también soy de esas que decían que Daniel no podía ser Bond hasta que lo vi en bañador, o desnudo y atado a una silla, o con traje y la camisa blanca sin corbata y con el primer botón del cuello desabrochado. Soy así de fácil de convencer.
Tras este breve inciso sobre el rudo, inexplicable, innegable y babeador (palabra inventada que significa que hace babear) atractivo de Daniel Craig, sigamos con la propuesta de matrimonio del señor Bond.
Impresionante Daniel Craig con cara de desolado porque le he rechazado.
Mientras vestía a las niñas a toda prisa para ir al colegio no podía quitarme de la cabeza la imagen de James de rodillas delante de mí. No sé si lo has intentado alguna vez, pero pelearte con una niña de 3 años y medio (el medio es muy importante para ella) y una de 6 mientras ves a ese señor en tu mente es más difícil de lo que parece, solo espero no haberles escrito ninguna tontería en las agendas del cole. Después, cuando me he puesto a trabajar, y siendo como soy una mujer muy seria he tecleado el nombre de James en Google y casi me pego por boba. ¿En serio le he rechazado? Sí, en serio, así que en busca de una explicación he cerrado la ventana con las impresionantes fotografías de Daniel con pistola, sin pistola, con ropa, sin ropa, porque, evidentemente, no podía pensar y he intentado dar con los motivos que me han llevado a no aceptar la propuesta de matrimonio de James Bond.
El problema ha sido que únicamente he dado con motivos por los que sí debía casarme con James, al menos en mi sueño; sus músculos, su mirada atormentada, su pasado oscuro, su acento británico, su afición por los Martinis y su elegancia innata son solo el principio de la lista. En resumen, que estaba empezando a plantearme la posibilidad de tumbarme en el sofá para ver si volvía a soñar con James y podía pedirle perdón por mi inexplicable reacción de antes cuando he recibido un mensaje de M en el móvil diciéndome que esta noche, cuando volviese del trabajo, se pararía él en el súper a comprar leche, aceite y otras cosas de vital importancia, como por ejemplo, papel higiénico. Y entonces he comprendido que mi subconsciente es mucho más listo que yo y que, aunque es muy agradable soñar con el señor Bond, nunca he querido estar con él de verdad. Porque el señor Bond no es de fiar, el señor Bond no se para en el súper y no se queda contigo hablando hasta las tantas de la madrugada sobre la última discusión que has tenido con tu hermana o sobre una duda existencial que te ha surgido al empezar tu nuevo trabajo. Y tampoco te dice que salgas a cenar con tus amigas cuando ve que estás al borde de un ataque de nervios ni soporta estoicamente que leas o escribas hasta las tantas de la madrugada. Tal vez mi M, tu J, tu P, o tu S no son 007 y jamás se han puesto un smoking (mi M siempre lleva camisetas que parecen sacadas de Big Bang), pero son mucho más peligrosos que el agente secreto al servicio de su majestad la reina porque nos conocen y han sido capaces de conquistarnos.
El señor Bond, al igual que muchos otros hombres de infarto, desaparece en cuanto apagas el televisor, sales del cine o lees la última página de una novela. Suspiramos por ellos, cierto, escribimos sobre ellos, y soñamos con ellos, pero ¿puedes imaginarte como serían esos hombres si fueran nuestras parejas en el mundo real? No sé tú, pero yo no quiero que mi pareja desaparezca de la noche a la mañana, o que nunca pueda confirmarme si va a asistir a la reunión del cole o a la de la comunidad de vecinos, o que cada vez que nos acostemos sea una maratón de sexo (seguro que sobre este último punto tendré que oír quejas). Las maratones están bien, lo reconozco, pero que te besen, te acaricien la espalda y te den un masaje en los pies, también. En realidad, es un sueño hecho realidad.
Y por todo eso he rechazado a James Bond. ¿Tú qué habrías hecho, te habrías casado con él?
Si le dices que sí, vendrá a buscarte… pero no te aseguro que pueda quedarse.
Este artículo lo ha escrito...
Anna T. Casanovas (1975, Calella) Es la mayor de una familia de seis hermanos que, junto con su marido y sus dos hijas son su mayor fuente de inspiración.
Estudió Traducción e... Saber más...