Niños estrella, niñas estrelladas

Niños estrella, niñas estrelladas
Los niños prodigio han colmado nuestras pantallas y equipos musicales desde que existe el cine. A nadie le asombra ver un niño o niña saliendo en una serie de televisión, película o dando un concierto. Tampoco nos son ajenos los escándalos que los mismos protagonizan cuando llegan a la adolescencia, denominándolos “juguetes rotos” que terminan en centros de rehabilitación o incluso desapareciendo del panorama. Pero, aunque englobemos a todos los niños prodigio en esta categoría, ¿hay diferencia entre los niños prodigio y las niñas prodigio? Analicemos el comportamiento y evolución de ambos para averiguarlo.
Yo es que era muy fan de Marisol, me vais a perdonar. Una la veía de niña con ese pelazo rubio (macro oxigenado; pero eso no lo sabías, claro), esa carita angelical en esas películas donde encandilaba a niños y adultos con su dulzura, belleza y voz y querías ser como ella sí o sí. Claro que cuando te enteraste de que esa tierna niña había posado desnuda para Interviú al hacerse mayor y que se retiró de las pantallas tras algún que otro escándalo relacionado con posibles abusos de fotógrafos y productores de la época, ya no tenías tantas ganas de entonar el “Estando contigo (contigo, contigo) me siento feliz…”. No era yo gran fan de Joselito, la verdad, pero otro que tal baila. Que tal canta, vaya. El pequeño ruiseñor de la voz de oro que terminó en la miseria con serios problemas de drogodependencia. Niños prodigio españoles.
Podríamos pensar que eran otros tiempos, otro país, otra concepción de lo artístico y de la infancia en los medios pero… no. Los niños y niñas prodigio siguen dándonos hoy portadas y portadas de escándalos que protagonizan en cuanto les sale el primer grano en la cara. ¿Qué les ha pasado?, piensas. ¿Por qué Lindsay Lohan pasa de ser una niña dulce y pizpireta a ser esa cosa que es ahora? Ya, ya; drogas y alcohol. Hasta ahí me llega. Infinitas horas de trabajo para un niño, también (por mucho que la ley obligue a hacer trabajar a un niño unas horas determinadas, no me creo que esa ley se cumpla cuando hay tanto dinero en juego). Presión que un adulto a duras penas soportaría, igualmente. Y desentendimiento absoluto de la industria en cuanto la niña se hace mujer o al niño le cambia la voz, definitivamente. Un compendio de muchos factores que no vienen más que a ratificar que la infancia está para disfrutarla, no para trabajar.
Mira qué mona era… Dame diez años más y ni te lo crees.
Sin embargo, hay una cosa que me llama la atención. Cuando estaba empezando a escribir esto y buscaba en internet los nombres de niños prodigio (ahora en su mayoría niños Disney) actuales que han caído en las sombras a lo Sauron, casi todas las entradas nombraban prácticamente en exclusiva a… niñas. Miley Cyrus, Lindsay Lohan, Demi Lovato, Britney Spears, Selena Gomez… Chicas que en su niñez fueron el referente de toda una generación convertidas ahora en despojos adictas a algo o, en su mejor caso, rehabilitadas aun con decenas de escándalos a sus espaldas. Pero… casi ningún niño. Ellos no se meten en líos, parece ser. Tan solo he apuntado algún nombre de niño tipo Justin Bieber o Joe Jonas como posibles drogodependientes precoces pero, según noticias, este último aseguró que fueron sus compañeras Miley Cyrus y Demi Lovato quienes lo incitaron. Pobrecito, ¿verdad?, dejándose llevar por dos ángeles de Satanás al oscuro mundo de la perversión. En serio, Joe, quedas de tonto.
Entonces, ¿las niñas lo tienen más difícil que los niños a la hora de mantenerse cuerdas? ¿O es que a niños y niñas se les traga la tierra si no protagonizan escándalos que les mantengan en el candelero? En mi opinión algo de esta segunda cuestión es cierto para ambos géneros. Tanto a ellos como a ellas se les exige que estén en la cresta de la ola continuamente. Ya lo dijo Madonna: que hablen de ti, aunque sea mal. Y hoy en día, cuando estamos curados de espanto y está todo inventado, fumar marihuana en un concierto y fingir que te masturbas en el mismo es una buena forma de que al día siguiente medio mundo hable de ti. Lícito o no, es la realidad. Miley Cyrus quizá esté siendo más lista que el hambre porque escándalo tras escándalo se ha convertido en un fenómeno en sí misma, que durará lo que dure, pero de momento ahí está, dando que hablar y haciendo que medio planeta entone el Wrecking Ball que, oigan, no está nada mal. Sin embargo ellos lo tienen más difícil en este sentido porque de una niña siempre se va a esperar más pudor y candor y, si esto se rompe, hace más ruido. Un niño tiene más manga ancha si es un malote así que no colma portadas que ellos hagan algún que otro gesto obsceno o se tatúen alguna tontería. Salvo si eres Justin Bieber, claro. Si eres Justin Bieber colmas portadas aunque solo pestañees.
A mí me vais a venir a enseñar… Está to inventao, chavalada.
Y eso nos lleva a la respuesta de por qué ellas protagonizan más escándalos que ellos, según mi punto de vista: lo que se espera de cada género. Ahí radica, creo yo, la causa de que más niñas Disney que niños llenen los centros de rehabilitación y las portadas de desechos humanos a no imitar: a ellas se les exige mucho más que a ellos.
Partimos de la base de que hacer trabajar a un niño (por mucho que este quiera y por mucho que se divierta) una media de diez horas al día (repito: no me creo que se cumplan las leyes al respecto), rodeado de adultos y mundos cuanto menos sórdidos, lidiando con presiones de audiencias y ventas y alejándolo de su condición de niño, destroza la cabeza a cualquiera. ¿Qué tipo de cultura tienen estos niños que dejan sus escuelas a temprana edad? ¿Qué tipo de apoyo paternal, cuando son separados de sus padres para hacer grandes giras que, aunque estos les acompañen, tienen menos voz y voto que el propio niño? ¿Qué tipo de control y disciplina tiene una persona que con siete años ya es multimillonaria? Imposible que al llegar a la adolescencia, cuando todo se descontrola, salgan bien. Traumas, complejos de inferioridad, despotismo, actos violentos… todo un manual de psicología que no hace falta tener esta Licenciatura para entender que trabajando desde antes de poder hablar, no se puede forjar una personalidad plena y alcanzar una madurez sólida.
Pero como digo, partiendo de esta base, hay una diferencia brutal de género. Ellas son un referente inequívoco para las niñas del mundo: tienen que ir bien vestidas (en general como adultas), perfectamente peinadas, cantar afinando, bailar con gracia, ser pizpiretas, buenas hijas, buenas amigas, buenas compañeras, dar una imagen cándida y virginal (recordemos cuando Britney proclamaba a los cuatro vientos que era virgen… viviendo bajo el mismo techo que Justin Timberlake (ejem) –al que no se le exigía decir si era o no virgen-) y, sobre todo, dejarse llevar y dirigir por lo que los productores, directores y asesores manden. Sin discusión. Eso sí, después de estar unos diez años siguiendo estas órdenes, comportándose como deben, dando la imagen que se les exige, trabajando como burras y siempre sonriendo, la misma industria que te ha llevado al estrellato y te ha exigido todo lo anterior, te da una patada en el trasero y te dice que ya no les interesas porque te han salido pechos. Aunque, antes de darte el golpe final, aprovechan un poco la situación y sexualizan a estas niñas empezándolas a vestir con híper mini faldas y tops escotados que dejan entrever sus pequeños e incipientes pechos y su figura femenina. Eso de premio por haberte partido el lomo currando aquí. Y ahora que has excitado a medio planeta y levantado comentarios hirientes hacia tu persona (te han llamado guarra con catorce años por hacer lo que otros te han obligado por un contrato que firmaron tus padres cuanto tenías siete), ya te puedes ir. Gracias. La siguiente, por favor.
Ahora estoy como muy a lo Lolita, ¿verdad? Espera al 2007 y verás qué bien me queda el pelo rapado.
Normal que después de eso estas niñas experimenten una sensación de pérdida y vacío que les lleva a refugiarse en drogas y alcohol. Puedes hacer como la Lohan y llevarlo a límites irrisorios; puedes hacer como Britney y tener un año de locura absoluta para renacer (sin la misma fuerza, todo hay que decirlo) o puedes hacer como Miley y aprovechar esa imagen para forjarte una carrera en la que se hable más de cómo meneas el culo que de cómo cantas. ¿Cuál es la mejor opción? No lo sé. Cuando cumplan los 50, lo sabremos.
¿Y los niños no tienen estas cosas? Hombre, no tanto. A los niños no se les sexualiza, para empezar. No tienen que dar esa imagen pulcra de niño cándido y virginal y no importa si al llegar a la adolescencia rompen algún que otro corazón: es lo que se espera de ellos. Tampoco tienen que enseñar cacho, porque no está bien visto verle el torso a un adolescente aunque sí está bien visto ver a una adolescente con un escote hasta el ombligo o chupando un Chupa-Chups de forma nada sutil. Evidentemente, ellos también sufren el abandono de la industria y la deriva que supone que te cambie la voz, si eres cantante, o que pierdas ese magnetismo que te caracteriza. Como he dicho antes, partimos de la misma base para ambos géneros, pero hay diferencias. De hecho, las entradas en la red con niños que han tenido problemas tras su paso por el estrellato escasean y, en cambio, abundan las que ensalzan a los que sí han triunfado, como Justin Timberlake. Curioso, ¿no?
Por eso, cuando yo veo a estos adolescentes entrar y salir de clínicas de desintoxicación no puedo evitar sentir una profunda pena. Pena por ellos, porque son víctimas de una industria que no les protege, y pena por la gente que les insulta, porque no son conscientes del poco margen de maniobra que han tenido en sus vidas. Y sí, es cierto que muchos ya son adultos y que tienen en su mano el control de sí mismos, pero cuando te has movido en un ambiente en el que realmente no importa si vives o mueres siempre y cuando bailes con gracia y sonrías, entras en una espiral de la que no parece ser tan fácil salir.
Este artículo lo ha escrito...
Sara Ballarín (Huesca, 1980). Estudió Filología Inglesa y actualmente trabaja en una empresa multinacional de telecomunicaciones. Adicta a la comida basura, a los zapatos (nunca el tacón es... Saber más...