Presumir mal está de moda

Presumir mal está de moda

La hierba siempre es más verde en la parcela de al lado. Y en el muro de Facebook de los demás. Desde que las redes sociales llegaron a nuestras vidas es como si a todos tus amigos les fuera de perlas, les ascendieran a diario y les invitaran a comer en restaurantes Michelín asiduamente. En Glup Glup tenemos que confesarte una cosa: casi todo es postureo.

 

Todos tenemos algún amigo que podría protagonizar el remake de La invasión de los ladrones de cuerpos. En directo parece seguir siendo él mismo. Pero cada vez que actualiza su Facebook o sube algo a Twitter es como si le hubiera poseído otra persona. Concretamente una antítesis de él mismo: se presenta como un triunfador, un incansable viajero con una gran reputación como gourmet y que realiza sorprendentes proezas en el campo de su profesión. Nada que ver con ese oficinista amargado que se pasa los días mascullando frente a un viejo ordenador. Ese pobre asifixiado por la hipoteca y sin un duro que tú tan bien creías conocer y que es incapaz de distinguir el Don Simón en brick de un vino de autor.  Pero no es el único al que parecen haber sustituido por un completo desconocido.

También has notado un pelín rara a esa otra amiga que acaba de convertirse en madre. No deja de subir fotos y más fotos de su bebé hablando de lo maravillosa que es la maternidad. Pero el otro día, cuando fuiste a visitarla, no hacía más que llorar de desesperación porque llevaba tres días sin pegar ojo y, además, no le entraba nada de su ropa. 

Y luego está ese familiar que se acaba de independizar. Por las fotos que sube a Instagram cualquiera diría que va directo a concursar en Top Chef. Qué raro, porque la última vez que fuiste a cenar tortilla a su casa acabastéis tomando huevos revueltos... con patatas chamuscadas. 

O ese ex que se dedicó a dar cuenta día a día del pedazo de viaje que se pegó en Ibiza tras vuestra ruptura. Incluso subió una foto suya rodeado de alemanas. Extraño porque vuestro amigo común te contó que, tras una gran juerga el primer día, se pasó los restantes con resaca y con una gastroenteritis de caballo, enfermedad que pilló en un buffet de los de "coma usted todo lo que pueda". ¿La foto con las alemanas? Eran unas azafatas promocionando salchichas que se encontró nada más aterrizar en el aeropuerto, mientras esperaba para recoger su coche de alquiler, y que accedieron a hacerse una foto con él a cambio de que se llevara unos cuantos paquetes de bratwurst.

Si fueras un pelín dado a las teorías conspiratorias pensarías que, efectivamente, una raza alienígena está invadiendo los cuerpos de muchas de las personas que conoces. Y la epidemia parece haber llegado más alla, contagiando a medio mundo o eso te parece cada vez que abres tu Facebook. Las imágenes de pies con la playa de fondo te asaltan por todas partes, los enlaces a entrevistas en la radio o reseñas en blogs te aturden, las fotografías de los "cuqui" cupcakes te empachan,... La supuesta nueva raza alienígena no sólo es superior a ti en ingenio e inteligencia, también se va mucho más de vacaciones que tú, asiste a mejores fiestas, interactúa en reuniones empresariales emocionantes (no como las tuyas, que son soporíferas), encuentra los mejores chollos, supera en repostería a Ramón Freixa y tiene una vida social digna de salir en cualquier novela de Evelyn Waugh.

O puede... que todo el mundo esté exagerando un pelín, maquillando su realidad y omitiendo las cosas que no quiere que se sepan. Y es que las redes sociales se están convirtiendo en el medio perfecto para fardar de cualquier acontecimiento de nuestra vida, por nimio que sea. O inexistente, en algunos casos. Todos los días nuestros muros están repletos de imágenes de bodas, nacimientos, fiestones, fotos sobaqueras y bravuconadas variadas. Todo el mundo tiene algo de lo que presumir y el postureo se ha convertido en la única forma de relacionarnos con el resto de los usuarios.

En ese mundo la vida de los demás parece siempre mucho más plena y mucho más brillante que la tuya. Y todos llevan dos tallas menos que tú, que lo sepas. Además, son tremendamente divertidos, ingeniosos y se lo pasan de fábula (hasta comiendo cacahuetes). Tanto que, por un momento te olvidas de que nada es como parece y empiezas a plantearte qué estás haciendo con tu vida. ¿Por qué a ti no te pasa nada interesante? ¿Por qué nunca tienes nada nuevo que contar?  ¿Por qué no se te ocurre nada gracioso o profundo que decir en Twitter?  ¿Por qué tu muro desierto de Pinterest te provoca ansiedad crónica? ¿Es qué no eres creativo? ¿Es qué eres el único zote que queda por estos lares?

Antes de auto-convencerte de que tu vida es aburrida y no tiene sentido, asegúrate de que no estás rodeado de militantes del postureo a go go.

No tienes nada de qué preocuparte. Según un estudio realizado en el año 2010 la mayoría de los usuarios de Facebook sobreestiman la diversión de los demás, hasta el punto que mucha gente está empezando a sufrir depresiones pensando que algo deben estar haciendo realmente mal para no estar a la altura. Y sí lo están haciendo: están creyéndose de "pe a pa" lo que cuentan los otros usuarios, dejando que esa visión sesgada de su realidad influya en la propia.

Pero ¿por qué la gente exagera en las redes sociales? Es normal y hasta sano, siempre que no exageres. Para muchos de nosotros es la única oportunidad que tendremos en la vida de sentirnos como estrellas, como protagonistas de nuestra propia película. Nuestro minuto de fama. Facebook o Twitter nos permiten crear un universo propio en el que nosotros decidimos las reglas, lo que contamos y lo que no. En nuestro muro un parto sin anestesia puede convertirse en "Una experiencia mística: a punto de experimentar el milagro de la vida" y una encuesta que te hacen por la calle en "Hoy me entrevistan en La Ser, no digo más y lo digo todo". Es más, un estudio de mercado realizado por la compañía de telefonía T-Mobile en el Reino Unido en 2012 descubrió que hasta un 60% de la gente usaba las redes sociales en vacaciones para alardear y hasta un 15% se valía de ellas para dar en las narices a sus ex-parejas y amigos, para dejar claro que estaban pasándoselo bien sin ellos. En una sociedad tremendamente competitiva, necesitamos destacar por algo aunque ese algo sea a costa de falsear nuestra realidad. 

Así que la próxima vez que te sientas agobiado al echar un vistazo a tu red social favorita ten en cuenta estas dos cosas:

1) No te creas ni la mitad de lo que veas/leas y

2) miente tú también como un bellaco.

Tonto el último que llegue a casa para actualizar el Facebook

 

 

 

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Este artículo lo ha escrito...

Rebeca Rus

Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...