Sexy-calvos, fofisanos y otras tendencias masculinas que nos dejan ojipláticos

Sexy-calvos, fofisanos y otras tendencias masculinas que nos dejan ojipláticos
¿Por qué de repente se han puesto de moda los sexy-calvos? ¿Y los fofisanos? ¿Las barbas de los hipsters molan o hay otra razón oculta para que se lleven? En Glup Glup nos tienen locos los nuevos términos que redefinen la belleza masculina y sobre todo, que una vez más los hombres demuestren que para algunas cosas son mucho más espabilados.
Las mujeres llevamos siglos sometidas a la Dictadura de la Belleza y viviendo bajo el Reinado del Terror (terror a los precios de los cosméticos, al dolor de los tratamientos en los que necesitamos invertir para estar tan buenas como se supone que debemos de estar, a pasar hambre para conseguir tener la cintura diminuta que la madre Naturaleza no nos ha concedido, etc.). Incluso con marcas gastándose un dineral apoyando la belleza natural, como Dove, nos está costando un montón defender nuestro derecho a sentirnos guapas tal y como somos. Y si no, pensad en lo muchísimo que se ha invertido para que se ponga de moda el término “gordibuenas” o movimientos en RRSS como IAmPerfect, ChooseBeatiful o #NoAngel.
En el caso de los hombres la cosa ha funcionado bien distinto durante siglos. En la época de nuestros mayores a un hombre le bastaba con ir bien afeitado y oler a limpio para estar presentable. Y a veces ni eso (y si no estáis seguros, pensad en algunos cincuentones con los que os cruzáis en el transporte público a diario y me daréis la razón). De ellos no se esperaba nada en absoluto y nada más casarse podían abandonarse a las cervecitas de después del trabajo sin ningún tipo de remordimiento. Ellos no tenían que estar siempre en perfecto estado de revista y la circunferencia de su cintura crecía a la par que sus cejas peludas y enmarañadas. Es más: durante años la ropa de hombres se diseñó para ocultar, no para mostrar, como sucede en el caso de la moda femenina. Un hombre podía lucir barriguita y michelines colganderos y estar tan estupendo con un traje de chaqueta bien diseñado. Una mujer, no.
¿Que me depile qué...? ¿Que renuncie a qué...? Habla chucho, que no te escucho.
Sin embargo, esto parecía estar cambiando en los últimos años. ¿La razón? Un buen día llegó David Beckham y puso de moda la palabra “metrosexual”. De repente, los miembros del género masculino vieron cómo todo su mundo, impecablemente construido a fuerzas de siglos de apostar por no esforzarse, se derrumbaba. Porque ser un metrosexual implica cuidarse, pero cuidarse a base de bien: estar fibroso, sin ni un gramo de grasa de más, llevar el pelo perfectamente cuidado y colocado, la barba impecable, las abdominales perfectas, el pecho depilado... De golpe y porrazo los hombres también eran víctimas de la dictadura de la belleza máxima y tenían que sufrir igual que ellas. Las marcas de la industria de la moda y la belleza se apuntaron al carro a toda mecha (no fuera a ser que la cosa pasara de moda rápido y no consiguiesen hacer caja) y comenzaron a bombardear a los consumidores vírgenes con cientos de mensajes sobre las cremas faciales y corporales, productos para el pelo y complementos vitamínicos que debían usar. Los dueños de los gimnasios se frotaron las manos anticipando el pastizal que iban a ganar. Los chinos empezaron a depilar masivamente. Era el ocaso de la civilización tal y como el género masculino la concebía.
Los más jóvenes se pusieron al día rápido. Tan rápido que algunos se graduaron Cum Laude en Conocimiento del Índice Glucémico de los alimentos y se apuntaron a todos los deportes con nombres raros que existían en el mercado. La obsesión de algunos llegó tan lejos que son muchas, como mi amiga Azucena, las que echaban de menos las conversaciones de fútbol a la hora del café.
-Es que sólo hablan de calorías y de la ventaja de comer rábanos frente a comer zanahorias. Y me producen mala conciencia cuando me estoy comiendo el pincho de tortilla de media mañana -me explicaba.
Sí, es cierto. Los chicos se lo habían tomado en serio, se esforzaban por cuidarse al máximo, algunos más que nosotras, y por la calle empezabas a cruzarte con especímenes que ay, omá, qué ricos. Pero la alegría nos ha durado bien poco, amigas.
En los últimos meses están empezando a ponerse de modas una serie de modelos estéticos masculinos que están en la antítesis del metrosexual modelo. Términos como fofisano, gordiflacos, dad bod (traducido del inglés significa “cuerpo de padre”), sexy-calvos, lumbersexual, etc.
¿Qué demonios es todo esto? Y exactamente ¿qué significa? Para hacernos mejor a la idea, he hecho una incursión por internet y estas son las conclusiones a las que he llegado.
1.- Fofisano: Son aquellos hombres que tienen un cuerpo sano, pero les sobran unos kilos y están bajos de forma. Vamos, como tú después de pasar por un embarazo. O como tú cuando te llega la menopausia. Según muchas revistas y medios de comunicación, estar fofisano es la nueva tendencia masculina. En resumen: dejarse la barriga mola. Mira tú qué bien. Y eso ¿cuándo me va a pasar mí?
A ver quién es el guapo que ahora me razona qué estar fofisano es tan atractivo como no estarlo.
2.- Sexy-calvo: En Glup Glup ya hemos hablado de estos especímenes en términos muy halagadores. Concretamente en el artículo El extraño mundo de los sexy-calvos. Si bien puedo coincidir en que hay algunos calvos a los que les haría un favor (y eso que mi compañera se olvidó de Zidane), la gran verdad es que estar calvo NO MOLA NADA. Ya está, lo he dicho. Hay que tener una personalidad arrolladora, o mucha seguridad en sí mismo o unas facciones pluscuamperfectas para estar atractivo sin un pelo.
Efectivamente: la calvicie no le sienta bien a todos. A pesar de haber sido uno de los tíos más guapos del mundo mundial.
3.- Lumbersexuales: Sí, queridos, en Glup Glup también hemos escrito largo y tendido sobre este nuevo género: All I want for Christmas is a lumbersexual. Si traducimos el término lumbersexual vendría a significar algo así como “leñador sexual”. Es decir, tipos a los que les gusta ir desaliñados, con barbas y camisas de cuadros (el hacha es un complemento prescindible, si viajas mucho en el transporte público mejor que te la dejes en casa). El caso es que los lumbersexual son una variante salvaje de los hipsters que está triunfando especialmente en las revistas femeninas como el nuevo paradigma del tío bueno. Un tío bueno amante de la naturaleza, algo descuidado y que se cuida poco, con muchos pelos en la cara y en el pecho, con mucho sudor a base de esfuerzo varonil... Pero, claro, no es lo mismo imaginarse a un lumbersexual como Hugh Jackman que a este:

En definitiva, que ser un lumbersexual no es garantía de estar bueno y sí de de olor a rancio.
¿Qué será lo próximo que inventen para poner de moda? ¿Los culigordos? ¿Los SanchoPanzones? ¿Los PapadaMen? ¿Es que no os dais cuenta de lo que está pasando?
Los hombres han visto lo que se les venía encima, han sabido reaccionar a tiempo y han puesto de moda un montón de conceptos de belleza masculina totalmente absurdos.
Al ver la que se les venía encima, los hombres han sido mucho más listos y han reaccionado a tiempo, poniendo de moda un montón de términos de belleza absurdos que les liberan completamente de esa tironía que les estaban intentando imponer. Al revés que muchas de nosotras, que nos creemos cualquier cosa que nos digan en las revistas, ellos tienen bien claro que no se van a dejar mangonear por nadie. Pues pienso seguir su ejemplo y desde esta revista apelo a poner de moda el término Sexy Cuerpo de Madre ya mismo, Gordibuena, Fofiestupenda y cualquier absurdez que se os ocurra y que es bienvenida en los comentarios.
Y para despedirme sólo deciros que este artículo está hecho con todo el cariño del mundo.
Este artículo lo ha escrito...
Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...