¿Sirve de algo la Operación Bikini?

¿Sirve de algo la Operación Bikini?
Todos los medios de comunicación han dado el pistoletazo de salida: si no estás ya a dieta, haciendo spinning u otro deporte igual de exigente y dándote cremas por un tubo, es que tu vida no tiene sentido o este verano has decidido encerrarte en un convento en vez de irte de vacaciones. Pero… ¿merece la pena realmente tantos sacrificios antes del verano? ¿Tiene sentido la maldita Operación Bikini?
Definición de Operación Bikini: es el propósito de enmienda que millones de personas en todo el mundo llevan a cabo los meses previos a la llegada del verano con el objetivo de quitarse esos kilos de más y reafirmar las carnes flácidas.
Mi definición de Operación Bikini: es la matraca que me dan desde el mes de marzo para que ponga todos los remedios posibles (tratos con el demonio inclusive) para conseguir parecerme a estas tipas:
Estas tías estarían buenas hasta con una toalla sucia mal tirada por encima, no digamos con ropa de H&M.
El caso es que yo lo intento, a mi manera, claro. Menos lo del demonio, lo de invocarle se me da fatal y siempre acabo provocando estropicios en mi salón, horribles estropicios en los que mis alfombras salen muy perjudicadas y luego las manchas no salen ni con Vanish Super Ultra Power X Ranger.
Vale, puede que el año pasado se me fuera la pinza y no llegara a tiempo, como pudistéis leer en mi artículo Me he vuelto a perder la Operación Bikini. Pero (en general) soy una mujer que se toma más o menos en serio los consejos de los artículos que me advierten de que si como demasiados hidratos de carbono simples me hincharé como un globo aerostático. También me dejó influenciar por los reportajes en los que nos cuentan cosas tan interesantes como que comer fruta después de las comidas engorda, comer proteínas con hidratos engorda, comer fuera de horas engorda y comer comiendo engorda lo que más. Mucho. Y mogollón.
Con la Operación Bikini siempre tengo la impresión no sólo de que es obligatoria sino también inútil.
Me agobio porque parece que nunca practico el suficiente deporte o al menos, no el deporte que esta temporada está demostrado que es el definitivo para eliminar todas las grasas, michelines y líquidos que me sobran.
Me empollo los estudios comparativos de las cremas para dar con la más adecuada a mi problema en concreto (aunque todavía no han inventado nada para que yo deje de medir menos de un metro sesenta y tenga los muslos de un futbolista).
Leo con envidia todo lo relativo a los últimos tratamientos que eliminan de golpe la flacidez y la celulitis, pero nunca me atrevo a invertir lo que tengo ahorrado para los estudios de mis hijas en un tratamiento de LPG o cosas de esas.
Pero no soy la única.
Llega el mes de abril y, pasadas las torrijas de Semana Santa, todo el mundo se pone a dieta. Ves a un montón de gente corriendo por la calle, es Alta Temporada en los gimnasios y en los centros de belleza. Y en la televisión te dan la brasa a todas horas con anuncios de cremas milagrosas.
Y todos caemos víctimas de la Operación Bikini. Si no lo haces, si no te agobias un poquitín entonces es por: 1) eres un señor de más de cincuenta años, en cuyo caso: bienvenido a esta revista y gracias por leernos; 2) eres un monje tibetano que se ha perdido y ha acabado en esta revista cuando puso en el buscador la palabra “calvo” o 3) eres una mujer, pero este verano te has enrolado en una expedición científica rumbo a la Antártica y te importa un pimiento si tus piernas lucen firmes o no, no las va a ver ningún ser vivo en seis meses.
Para todos los demás el procedimiento a iniciar meses antes del verano es el mismo:
1.- Dieta: la dieta consiste específicamente en comer un montón de cosas insípidas y dejar de lado todo lo que tiene sabor. En esta época del año es realmente fácil hacerse con una dieta para adelgazar, encontrarás ejemplos hasta en el envase de los cereales del desayuno. Elige la menos horrible o la que menos ganas de vivir te quite.
La intensidad de emociones que transmite este modelo podría haber inspirado a grandes artistas, gente de la talla de Edvard Munch.
2.- El ejercicio: al igual que la dieta encontrarás miles de artículos en las revistas sobre qué ejercicio tienes que sufrir para quitarte esos kilos de más. Si quieres estar a la última sólo tienes que elegir el deporte que tenga el nombre más raro, como kick boxing o powerwalking o algo así. Ya sólo intentando pronunciarlo, tu lengua habrá quemado doce o veintitrés calorías.
Recientes estudios científicos (que nos hemos inventado) demuestran que levantar brécol es igual de aburrido que levantar pesas de 1 kg.
3.- Las cremas: da igual cuál sea nuestro presupuesto, ahora en el mercado hay cremas a porrillo para todos y de todo tipo y los últimos estudios de la OCU nos han demostrado que no siempre las más caras son las mejores, exceptuando en el envase (que es dónde se dejan la pasta las marcas exclusivas). Lo malo de confiar todas nuestras esperanzas en echarnos cremas es que nunca vamos a obtener los resultados que nos prometen en los anuncios… ni siquiera los resultados que han testado los propios laboratorios. ¿Que por qué digo esto? Sólo tenéis que leer la letra pequeña a la que conduce el asterisco. Sí, ese asterisco que hay junto a la promesa “reduce 5 centímetros a los quince días de su utilización. Demostrado en estudio comparativo”. Es un poco decepcionante leer que el estudio comparativo se hizo entre quince personas, de las cuales seguro que tres eran primas del señor que las vende, dos se dejaron llevar porque les habían dado cremas gratis, cuatro personas tenían una visión muy positiva de la vida y el resto declararon que “sí, que habían notado la piel más reducida. Algo. Si eso… así, a ojo de buen cubero. Así, en términos generales. Pero por hablar… Porque me estás mirando mientras me preguntas con esa boquita de piñón. Si me dejaras comentar en un foro anónimamente o eso...”.
4.- Los tratamientos: si eres de los afortunados que pueden invertir el equivalente a tres meses de hipoteca en un tratamiento de estos notarás que tienen su aquel. Siendo su aquel algo lejanamente parecido a lo que te prometen en los centros de belleza. Ojo cuidado. Puedo decir que los tratamientos caros dan resultados. Cuando no tenía niñas, y por tanto más pasta pero menos problemas corporales que solucionar, probé varios y, aunque los resultados son infinitamente mejores que las cremas y las dietas, los resultados no se parecen ni por asomo a lo que me prometieron. Yo seguí siendo yo y no Gisele Bundchen.
Puedes contratar a un nutricionista, a un entrenador y gastarte una pasta en cosméticos... o contratar a este señor, que dirigió la Operación Bikini en los años 50.
Bien, estos son los cuatro pilares de la Operación Bikini, pero cuando se acerca ya la fecha de irte de vacaciones, la cosa se complica y hay que añadir nuevos puntos a la lista de cuidados que has iniciado meses atrás:
-la depilación: todas las mujeres (y cada vez más hombres) acudimos en masa a los centros de belleza a eliminar todo ese vello molesto y a pagar un pastizal para que nos torturen.
-el bronceado: queda fatal quitarse toda la ropa y parecer una réplica de un electrodoméstico, así que o vamos a cabinas de autobronceado o nos gastamos una pasta en productos que nos aplicamos fatal y nos dejan manchas en las toallas y las manos de color naranja.
-la peluquería: somos muchas las que queremos lucir nuestras mechas en todo su esplendor, así que aguantamos hasta el último momento para ir a la peluquería a hacernos ese tinte y ese corte tan necesarios.
-la exfoliación: según todas las revistas femeninas, menos esta, para ir a la playa tu piel tiene que estar libre de células muertas, suave y uniforme como la de un bebé. Para conseguirlo tienes que gastarte más dinero en exfoliantes o, en su defecto, usar el estropajo para frotarte todo el cuerpo con intensidad.
-la pedicura: parece ser que ir a la playa o a la piscina con pies de hobbit o de troll está mal visto y llevar durezas con sandalias también queda fatal. Si no te haces la pedicura corriendo puedes acabar siendo protagonista de chistes míticos y tu sombra te perseguirá durante generaciones:
El chiste del águila de Faemino y Cansado es el responsable de que hayan proliferado los sitios de "Uñas" regentados por chinos.
A estas alturas de la Operación Bikini sólo soñamos con que llegue el día siguiente, largarnos a la playa y ponernos ciegos de cerveza y panchitos mientras lucimos palmito en el chiringuito con la seguridad de que hemos hecho los deberes. Entonces es cuando viene la cruda realidad a darnos la bofetada. Llegamos a nuestro destino, nos desembarazamos de toda la ropa que llevamos encima, nos ponemos el bañador (en el que también hemos invertido una pasta), nos bajamos corriendo a la playa y... a los cinco minutos tenemos más o menos esta pinta:
Sí, queridos. Es imposible estar bueno en la playa. Con el pelo pegado y mojado, la arena metiéndose por sitios por donde no dejarías entrar a tu ginecólogo, el viento azotándote las mejillas, los ojos achinados porque el sol te está deslumbrando, etc. Nada más contactar con el agua del mar (o de la piscina) tu nuevo peinado ha perdido todo su estilo y tus mechas recién puestas empiezan a cambiar de color. Nadie nota que te has exfoliado la piel y te has echado cremas durante meses, porque el sol es tan potente que sólo refleja los defectos. A los cinco minutos de poner un pie en la playa pareces una croqueta humana y el glamour ha desaparecido, horrorizado por la escena que se presenta a tu alrededor.
Porque... no sólo eres tú.
No. Todos los seres humanos que se encuentran a tu alrededor están en el mismo estado lamentable. Ni siquiera los famosos se salvan de este mal. Sólo tienes que comprar el Cuore y darte cuenta de que aquí no se salva nadie.
Pero si estar con estilo en la playa es imposible, andar con estilo por la playa es una labor apta exclusivamente para los empleados del Circo del Sol y otros acróbatas. Los demás parecemos haber sufrido algún tipo de paralísis y andamos a trompicones, cuando no nos damos una leche porque nos empuja una ola y acabamos en la orilla con el culo al aire. Conclusión: nos hemos pasado tres meses invirtiendo tiempo, esfuerzo y dinero en la Operación Bikini, para que a los cinco minutos de poner el pie en la playa nos hayamos convertido en un clon de Carmen Lomana en Supervivientes.
Conclusión dos: no merece la pena hacer tanto esfuerzo.
Conclusión tres: el año que viene se nos habrá olvidado y volveremos a caer en la trampa de la Operación Bikini.
Este artículo lo ha escrito...
Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...