Yo mataré dragones por ti

Yo mataré dragones por ti
Hoy vas a salir a la calle y la descubrirás llena de libros. Será como un sueño hecho realidad, libros en cada esquina, esperándote bajo el sol, cerca de las flores. Pero ten cuidado, no te dejes engañar. No todos los libros son iguales, no todos se merecen estar allí, y algunos han sido concebidos con malicia. No tengas miedo, tú solo puedes enfrentarte a ellos, pero si me necesitas, yo mataré dragones por ti.
Llevas días esperando que llegue el momento, el señor Amazon y la señora Casa del Libro han intentado seducirte con descuentos, susurrándote al oído (o mandándote correos) que te estaban esperando impacientes, pero tú, mi fiel amigo y compañero lector has conseguido resistirte. Porque comprar un libro el día 23 de abril tiene algo especial. A ti y a mí, a nosotros, no nos hace falta esperar a que llegue un día concreto para comprarnos o regalar un libro, pero hoy nos hace ilusión y vamos a salir a la calle dispuestos a disfrutar del momento. Lo alargaremos, lo saborearemos, buscaremos ese libro perfecto. El único.
Sales de casa ilusionada, te has colgado el bolso de lado para tener las dos manos disponibles y no piensas contestar el móvil ni mirar el twitter o el Facebook. Hoy solo estás para ellos. Has elegido el calzado cómodo y estás dispuesta a recorrer Barcelona de día o Madrid de noche en busca de él, de tu libro del 23 abril. ¡Pero, pardiez! Las primeras mesas que te encuentras en paseo de Gracia están infestadas de libros de famosos. No puede ser, tiene que haber un error. Te abres paso por entre la gente hasta llegar a tocarlos, tiene que haber una explicación. La vista te ha engañado, te dices en silencio. Por fin estás delante y no, tus ojos ven perfectamente. Todos los libros que tienes delante están escritos por alguien que sale a diario, o casi a diario, en la tele. Alguno habrá de bueno, tiene que haberlo, a veces hay genios diestros en varias artes, pero es imposible que todos los presentadores de noticias, de canales de deporte, de programas de entretenimiento y del corazón, actores varios y modelos por doquier hayan escrito un libro y lo hayan publicado, con tapa dura y faja de promoción, para estas fechas. Es imposible, te repites mientras deslizas las mirada atónita por el resto de la mesa.
No, no lo es. Se te encoge el corazón, vas a rendirte. ¡No lo hagas! ¡Allí hay un escritor! ¡Un escritor de verdad! Se te afloja el nudo que tenías en el estómago y respiras aliviada. Es un escritor extranjero, leíste su novela el año pasado y todavía no han publicado la nueva (técnicas de ventas o de tortura lo llaman), pero vas a acercarte a él y comprarás su libro y le pedirás que se lo dedique a tu padre. Pero entonces, el viento de la batalla vuelve a soplar en tu contra y te das cuenta de que al lado del escritor está esa señora de la tele a la que no piensas ni acercarte y que el escritor intenta firmar lo más rápido que puede porque en menos de medio segundo van a llevárselo de allí para colocarlo en otro centro comercial al lado de un torero. Quieres acercarte a abrazarlo, darle ánimos, le miras y cuando él se da cuenta le sonríes y levantas su libro. La firma no importa, te llevas su mirada en el corazón y sabes que él la recordará. Has sido valiente, has actuado con gallardía, pero tú, mi fiel caballero, sigues sin tener tu libro… Y cada minuto que pasa van llegando más actores y ahora, oh, no, vienen acompañados de futbolistas, tenistas y deportistas varios.
¡¡¡No!!! Tú quieres un libro, un buen libro, uno de esos que te llegan al alma y que no podrás olvidar durante mucho tiempo. Quieres el libro del día del libro. No quieres un libro insulso, por bonita que sea su portada, ni uno de alguien mediático; te horroriza la palabra y el último que cometiste el error de comprar (porque a veces sigues siendo una inocente) lo utilizas para sujetar una puerta de lo infumable que es.
Si ves algún de los libros de los colaboradores de Glup-Glup dale un abrazo de nuestra parte.
Abandonas paseo de Gracia, en La Rambla, o en cualquier otra calle encontrarás esa librería pequeña y valiente con libros elegidos con cariño y esmero. Sabes que están desapareciendo, agonizando, pero tú siempre has estado allí luchando por ellas y hoy no van a fallarte. No te lo mereces. Te acercas a la mesa repleta de libros con esperanzas renovadas y tu corazón vuelve a quedar malherido. Los mismos libros, los mismos autores, las mismas caras de la tele. Vas a darte media vuelta cuando allí, en el fondo, unos clásicos te llaman la atención. No es lo que estabas buscando, pero vuelves a confiar en el espíritu del día del libro; si sigue habiendo lugar para Cervantes, Shakespeare, o Josep Pla, todavía hay esperanza. A pesar de la emoción, no eliges ninguno. Tú cuidas bien de los libros, no los tienes solo para llenar estanterías, y tus ejemplares de esas obras están gastados pero a buen recaudo. Te alejas, no sin antes comprarle un cómic a tu hermana pequeña; por fortuna ese género sigue siendo un remanso inaccesible para muchos conquistadores.
Llegas a la última tienda, ya no esperas demasiado y estás a punto de saludar a esos libros que llevas viendo toda la mañana. Has visto sus cubiertas tantas veces que empiezan a gustarte y los nombres de sus autores no dejan de sonar por los altavoces que anuncian las firmas… Tal vez deberías darle una oportunidad a alguno. ¡No! Te resistes, no vas a caer, vas a encontrar tu libro tú sola. Deslizas la mirada por las primeras filas de libros, las que toca todo el mundo y que están formadas por los ejemplares que van a venderse, y allí, al final, casi olvidados en un rincón junto al poste que sujeta un cesto de rosas, el celo, y una caja de galletas, hay unos libros olvidados. Te acercas, tienes que recurrir a tu gadgeto brazo y sabes que mañana te dolerá la espalda, pero te haces con ellos.
Por fin. Acaricias las páginas, llevabas meses buscando este libro. Has leído varias reseñas en blogs de literatura (de los de lectores de verdad, de esos que leen libros y no hacen solo publicidad) y tienes un buen presentimiento. Lo compras, le das el dinero a la dependienta y te muerdes la lengua cuando te recomienda el del presentador tal o cual. Le sonríes y te alejas de allí aliviada y a paso ligero.
De repente te das cuenta de que a ti y a mi no nos hace falta que nos den un día para comprarnos un libro, eso es para la gente que los colecciona encima de la mesilla de noche o en la estantería del salón. Pero das media vuelta decidida y vuelves sobre tus pasos para comprar cuatro libros más de esos olvidados. Es una ruina, pero vale la pena. Vas a regalárselos a tus amigos para que el año que viene vengan a luchar contigo. Entre todos, mataremos más dragones.
Ilustración: Marina Turró
Este artículo lo ha escrito...
Anna T. Casanovas (1975, Calella) Es la mayor de una familia de seis hermanos que, junto con su marido y sus dos hijas son su mayor fuente de inspiración.
Estudió Traducción e... Saber más...