El Príncipe Azul

El Príncipe Azul

¿Estás harta de besar sapos esperando que uno de ellos se convierta en príncipe? ¿Harta de buscar el Príncipe Azul y encontrar solo tíos más raros que un perro verde? Hoy en Glup Glup desmontamos un mito: los Príncipes Azules no existen.

La culpa es nuestra. De las escritoras de novela romántica. Y de los guionistas de las pelis que nos hacen creer que una puta, como decía el otro día nuestra compañera Sara Ballarín aquí, puede enamorar a un millonetis con la pinta de Richard Gere. Reconozco mi fracción de culpa –mi culpa, mi gran culpa, mi grandísima culpa– en hacer creer a las mujeres de mi generación eso de que existe el Príncipe Azul. Y es que en las novelas una sabe desde el principio quién es el chico, sabe que la chica lo va a conseguir aunque no quiera y que, encima, de lo fabuloso que es el sexo con él, el chico en cuestión no sale por patas cuando ella le habla de vivir juntos. Igualito.

–Cariño –le dices tú, melosa–: que he pensado que podríamos vivir en tu piso y así no estamos pagando dos.

–¡¡¡GOOOOOL!!! ¿Decías?

La vida moderna ha obligado a las mujeres a replantearse sus prioridades. 

En este país, desde que la Leti es reina, ya solo existe un príncipe y es el de Beukealer. Y hasta a ese le han cambiado el relleno y no es como nos lo contaron.

A ver, queridas mías, pensadlo: si no bajan la tapa del váter ni la basura, ¿en serio creéis que os van a bajar la luna? Pues la cosa no es así. Y aquí estoy yo hoy para arrancaros la venda de los ojos a las mujeres. Y si eres hombre y estás leyendo estas líneas, haz el esfuerzo de intentar meterte en la piel de una mujer ¿No lo hace Cher en cada cirugía? Pues eso mismo.

"Hola, no te conozco de nada y me acabo de despertar pero vayamos a tu casa a recuperarnos de esta resaca". 

Empecemos por la infancia: el lavado de coco empieza con Walt Disney y sus princesas. Blancanieves, por ejemplo, tenía 7 hombres como siete soles. Es verdad que no eran muy altos, ni muy guapos, pero, chicas, eran solventes (que tenían una mina de diamantes, no lo olvidemos, y casa propia) y adoraban el suelo que ella pisaba. Pues no, se va con el Príncipe al que solo conoce de un beso y de que la vio cantar una noche, pensando que así se libraba de fregar y cocinar. Ay, infeliz, que el Príncipe tiene un Palacio ¿Sabes tú la de habitaciones para barrer que tiene un Palacio? ¿Y la de cortinas para planchar?

"Me asaltaste en el bosque cuando estaba sola y ahora me besas mientras estoy dormida, pero no voy a pensar que eres un pervertido o nada parecido".

Seguimos: la Bella Durmiente. Que el Príncipe (prometido a otra o sea que ya empezamos mal) se lía con ella y la salva de un dragón. Pero lo que el cuento no dice es lo que pasa cuando la princesa llega al Palacio de él. Que se encuentra a la suegra, chicas. Qué queréis que os diga. Yo prefiero al dragón.

Y claro, educadas en este contexto, cuando llega la adolescencia, empezamos a soñar con un hombre guapo, que le encante hablar de los mismos temas que te gustan a ti y que además se le marque la tableta de chocolate. Esos hombres no existen. No salen de ninguna parte salvo del armario, hijas.

Con algunos príncipes azules da la impresión de que son ellos los que van a levantar la patita. 

Así, peregrinando por diferentes estilos del “No eres tú, soy yo” y del “Podemos ser amigos”, llega la madurez y, después de esperar al Príncipe Azul que llega con más retrasos que Iberia, finalmente, te enamoras de alguien. Alguien que no es el príncipe azul, sino más bien Papá Pitufo (Lo esencial era el color, ¿no?). Pero qué bien que te lo pasas con él. 

Superada la etapa Disney, y digo superada por llamarla de alguna manera, llega el momento Disney Channel, esa etapa en la que todas las series de la tele, todas las películas, todas las revistas, toda tu vida, gira alrededor de un supuesto baile de final de curso que aquí en España no existe y en el chico que va a acompañarte. Ahora, por supuesto, la moda es que tu yo adolescente lleva gafas, es lista, y tiene tendencia a comprarse vestidos floreados. En fin, que entonces el príncipe azul es ese chico guapo, guapísimo, atleta pero que en el fondo tiene un corazón de oro y alma de poeta. Y tú, o mejor dicho, tu yo adolescente no se entera y pasa del amigo que ha estado a tu lado desde la guardería, que es genial y que conoce hasta tu último secreto, e insiste en bailar con el tío bueno zopenco que, no te equivoques, en realidad aprendió tu nombre hace dos días.

Y claro, educadas en este contexto, tras la adolescencia, empezamos a soñar con un hombre guapo, que le encante hablar de los mismos temas que te gustan a ti y que además se le marque la tableta de chocolate. 

Pues no te lo pienses más. Ríe, disfruta de la conversación y del sexo, ama y sé amada.  Y, sobre todo, sé feliz. El Príncipe Azul es ese que tú llamas “Mejor amigo”.

 
 
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Este artículo lo ha escrito...

Ana González Duque

Ana González Duque (Santa Cruz de Tenerife, 1972). Médico anestesista. Bloguera. Friki declarada. Sobrevive a un marido traumatólogo, dos niños y un gato negro. Autora de "El blog de la Doctora... Saber más...