Surfing en familia: las vacaciones más locas de una madre piradísima

Por Anita C.

Surfing en familia: las vacaciones más locas de una madre piradísima

Te estarás preguntando qué le lleva a una madre neurótica, sobreprotectora y amante de la ciudad a contratar un viaje a un campamento de surf con su familia. La respuesta es clara: fobia a los hoteles familiares con Todo Incluido. Y he aquí la experiencia.

Sobrevivir a una semana de hacinamiento en una habitación repleta de camas supletorias, tener que pegarme en el buffet por una croquetas congeladas con niños y padres (que parecen no haber comido en todo un invierno), escuchar los ronquidos ajenos en la playa, la música pachanguera del hotel y sufrir el acoso de los monitores para que participe en un juego de equipo ultra humillante… No tiene precio. Bueno, sí: mínimo 2.500 €, pero no te los pagan a ti por sufrir dicho calvario. Para colmo, salen de tu bolsillo.

Así que después de caer en la trampa del Todo Incluido verano tras verano y sentirme una auténtica idiota, decidí que estas vacaciones serían distintas. Sin darme permiso para pensarlo dos veces, contraté un par de cabañas en un campamento surfero en un pueblecito pesquero del Algarve (Portugal) y allí nos plantamos los cuatro en familia, con una maleta repleta de bañadores (y, por primera vez, sin toneladas de zapatos de tacón de la madre). ¿El objetivo? Además de iniciarnos en un deporte acuático, quería, sobre todas las cosas, que mis hijos disfrutasen del mar y la naturaleza sin grandes lujos, ni tecnología, ni chiringuito, ni tumbonas ni mini-discos; que aprendieran que la madre natura en sí misma puede ser más divertida que un parque de atracciones y lo más importante, que yo, como madre, pudiera compartir con ellos dicha experiencia.

Durante una semana de clases de surf lo máximo que un alumno está subido en la tabla son quince segundos, pero tiene la sensación de haberse recorrido la mitad del océano y haberse bebido la otra mitad.

¿El resultado? Cien por cien satisfactorio (aunque el padre de las criaturas todavía no lo haya descubierto). Sorprendentemente, los niños fueron capaces no sólo de conseguir subirse a la tabla en la primera clase si no de adaptarse a vivir en comuna hippy, tragar litros y litros de agua salada y olvidarse completamente de la Nintendo. ¿Los padres? Descubrimos que no tiene precio ver cómo la sonrisa no abandona la cara de los pequeños cada vez que les da un revolcón las olas y sobre todo, disfrutar intimidad porque a las siete de la tarde los enanos caen en las camas en estado comatoso.

 

¿Qué debes saber si decides hacer surfing este verano?

  1. Aunque duela admitirlo, los adultos necesitamos estar en buena forma si no, 24 horas después de tu primera clase, pensarás que has sido abducido/a por Robocob. Los dolores de hombros, costillas y lumbares te harán plantearte quedarte el resto de las vacaciones en la cama.

  2. Un buen equilibrio también es fundamental. Si practicas body balance, skate o snowboard, el surfing no te resultará demasiado complicado.

  3. Si eres de los que tienen la risa fácil prepárate para tragar agua marina y algas cada vez que te partas de risa al ver que te caes de la tabla (en mi caso, al tercer día decidí volverme una tipa seria y arisca).

  4. Deja espacio en tu maleta para una caja de Ibuprofeno, Voltaren y Trombocid.  Llevar una tabla de dos metros de larga apoyada en tu cadera contra viento y marea puede convertir tu cuerpo en un test de Rochar andante. ¡Quedas avisado/a!

  5. Amarás el neopreno por encima de todas las cosa. Además de guardar tu calor corporal durante horas en remojo, ¡favorece más que cualquier faja de las que lleva Kim Kardashian! Algunas nos planteamos llevarlo en invierno en plan Cat Woman...

  6. También odiarás dicha prenda: ponerlo y quitarlo a dos niños pequeños es cómo vestir a las barriguitas. ¡Infierno total!

  7. En la primera clase, tus hijos conseguirán subirse a la tabla y mantener el equilibrio sin despeinarse, mientras que tú probarás todo tipo de técnicas para conseguir domar a la bestia: montar al puro estilo toro mecánico, a modo planchazo o imaginarte que estás jugando a ‘churro-va’. Antes de que decidas partir la tabla de un golpe de kárate, pide consejo a los más pequeños que sorprendentemente explican la técnica con tal naturalidad e infinita paciencia (muchísima más de la que los padres utilizamos cuando estamos enseñándoles a montar en bici o a estudiar).

  8. Prepara una buena nevera portátil llena de tarteras hasta arriba de comida. Después de un día de surfing serías capaz de comerte al monitor por los pies y no sólo por su buena pinta.

  9. Y hablando de monitores… aunque son como clones del dios Zeus, capaces de nublar tu capacidad de razonar, escucha su filosofía como si fuera la Biblia, por muy surrealista que te suene:

-Ana, las olas son como los hombres: no te puedes tirar a todos. Tienes que esperar al ideal… Espera tu ola, la buena, la perfecta para ti.

-¿Y si estoy desesperada porque llevo un buen rato sin tirarme a una buena? En serio, que yo con una olita chiquitita del montón, me conformaría.

-Entonces,  no sentirás el auténtico placer, el éxtasis, de cabalgar una buena ola.

-Esto… uff… ¡Menudo calor da este neopreno!... Esto… Estamos hablando de surf ¿no es así?


 

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Este artículo lo ha escrito...

Anita C.

Anita C. (Madrid, 1974). Redactora freelance de moda y belleza y madre de un niño y una niña. No le da vergüenza admitir, que no lleva nada bien lo de cumplir años, ni pasar todas sus tardes... Saber más...