¡Yo, yo y después yo!

¡Yo, yo y después yo!

¡Yo, yo y después yo!

La humanidad es egoísta por naturaleza, aunque muchos quieran desmentirlo, sabemos que es así, y no hay quedarle más vueltas. ¿Perdona decías algo? Estaba tan sumida en mis pajas mentales que no te he escuchado.

Queda muy bonito para los oídos de los demás decir que somos solidarios, que ayudamos siempre, que si no fuera por mí… Va, dejaos de cuentos chinos, todos sabemos que un 1% de tus amigos son los que realmente van a estar a tu lado en las duras y en las maduras. Y quién diga que no, que se pare a pensar unos segundos… ¿Cuándo has necesitado ayuda, han mirado hacia otro lado? ¿Cuándo crees que debes ser recompensado, has recibido algo? No, no y más no.

Esto no es nuevo. No ocurre cuando eres mayor, ah no. Desde que somos niños nos enseñan a ser egoístas. “No dejes tus juguetes, que te los rompen” “No te lo bajes a la calle que después te lo quitan” ¿Cómo queréis que no seamos egoístas?

Dónde está el alma caritativa que nos guía desde la infancia; obviamente no existe. Y hoy, aquí y ahora lo podéis comprobar.

¡Mío, es mío! ¡Mi tesorooooooooooooooooooooooooooo!

Llegamos al instituto, a la universidad y ya tenemos una personalidad definida, unos objetivos claros de lo que será nuestra tan ansiada vida perfecta. Pero para ello nada es tan fácil, así que usamos las herramientas que hemos ido forjando durante estos años; si podemos aprovecharnos del listo de clase, lo hacemos. Si tenemos que copiar, también. ¿Pero ayudamos a los demás? “Que se espabile”; típica contestación que se acostumbra a utilizar en estos casos. (Continuamos siendo egoístas y ahora con consciencia, que es más grave). Y para qué engañarnos, somos muy “gallitos y chulos” creyendo que lo nuestro es lo mejor. Incrédulos, no les quedan palos en esta vida…

Nos hacemos un poco más grandes y pasamos unos años en los que nos encanta regalar nuestro tiempo y dinero a amigos y novietes, pensando que permanecerán a nuestro lado. Sin saber que en un breve período de tiempo la mayoría desaparecerán de la faz de la tierra.

¿Y mis amigos? ¿Dónde se han metido? 

Ahora sí, tenemos una edad, responsabilidades (hipotecas, prestamos, marido, hijos…), para que nombrarlas todas, no necesitamos deprimirnos más de lo que ya estamos. Nos paramos un momento para echar la vista atrás y valoramos las decisiones que hemos tomado; nos arrepentimos de muchas de ellas, y pensamos que mejoraríamos en nuestras vidas. Muchas cosas… ¿Verdad?

Hemos dejado de vivir, para que los que nos rodean continúen viviendo como si nada, y eso no es nada bueno. No lo es, si queremos ser felices. Y tened clara una cosa, solo hay una vida, no vamos a reencarnarnos para nuestra desidia. Así que tenemos que disfrutarla al máximo.

 ¿Cómo? Pues estamos de suerte, tenemos a nuestro alcance internet, y morro. Chicas hay que echarle mucho del segundo, sino, no lograréis sentiros felices, libres y plenas con vuestras vidas. Ahora es nuestro momento, y vamos a aprovecharnos de él. Estiramos la goma del pelo que libera nuestra desastrosa melena, para escardarla e incluso movemos la cabeza de arriba abajo para que nuestro cabello luzca rebelde a la vez que nuestras manos simulan tocar una guitarra eléctrica; digna de un concierto de heavy metal y todo ello para sentirnos seguras y poder atacar.

 “Cariño, esta barriga no es mía, ¿La ves? Mi vida es un asco” bramamos en un suspiro consiguiendo que nuestras parejas nos miren preocupadas y se sientan al lado para ver qué nos ocurre. Esto es lo que necesitamos, esa atención que por ser mujer y madre ya no tenemos. ¡Ahora! Dile que quieres en la vida, que echas de menos y que te gustaría hacer. Seguro, que hace que te escucha, pero que ello no os amilane.  Podéis lograrlo y lo sabéis.

Terminas diciéndole que la casa nos abruma, que los enanos no nos dejan tener vida, y que él… ¡Sí, sí!  ÉL (en mayúsculas, que quede claro) nos tiene que ayudar un poco más. Habrá casos que no sirva de nada, pero hay que usar un poco el poder femenino, que sabemos que son simples y lo que les gusta. ¿Estáis dispuestas a lograrlo? Seguro que sí.

¡Esto es vida! No lo olvidéis

El resultado es increíble, en este momento comenzaríamos a saltar y a bailar la mayonesa como auténticas locas, sino fuera porque no llevamos sujetador, y la imagen es… mejor no definirla. (icono del mono tapándose la cara) Optamos por seguir sentadas en el ordenador comprando algún capricho, o simplemente teniendo un momento para nosotras. Mientras tu marido hace deberes con tu hijo, la cena está medio lista, porque él se ha encargado de hacerla… y ahora es cuando tenemos dos opciones: sentirnos mala madre y peor ama de casa (Coño, porque no lo he descubierto antes) o disfrutando de nosotras mismas, y pensando en que ahora soy “Yo, yo y después yo”

Enviar por WhatsApp

Este artículo lo ha escrito...

Iris T. Hernández

Iris T. Hernández (Barcelona, 1985). Dulce Iris, así la llaman; ella no sabe lo que es el aburrimiento. Hasta el colmo de leer un libro de erótica, y decidir escribir uno mejor, pero lo que no... Saber más...