Conciliación, qué bonito nombre tienes

Conciliación, qué bonito nombre tienes

Conciliación, qué bonito nombre tienes

Señoras, señoritas, lamento ser yo la que os dé la noticia, pero alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que tragarse este marrón, miraros directamente a los ojos y deciros: nos han vendido la moto. Y lo peor no es que nos la hayan vendido, lo peor es que la hemos comprado, y aparentemente por voluntad propia.

¿Os acordáis cuando la máxima aspiración de una mujer era “casarse bien” para salir de casa de sus padres? ¿Cuando no podían abrir una cuenta en el banco sin el permiso paterno o de su marido? ¿Cuando sólo se esperaba de ellas que se quedasen “con la pata quebrá” cuidando de sus hijos y ocupándose de la casa? Yo no. Por suerte yo no lo he vivido, así que no puedo acordarme de primera mano, pero tengo una madre que sí, y también he visto algunas temporadas de Cuéntame.

 “Me cago en la leche, Merche ¿Tú para qué quieres trabajar fuera de casa?”

Y, tal y como digo, por suerte eso ha cambiado. Ahora las mujeres tenemos total libertad para abrir cuentas bancarias, para trabajar fuera de casa, para votar e, incluso (redoble de tambores) decidir si queremos o no queremos ser madres o si queremos casarnos y con quién.

Pero eso sí, sabed que debéis ser consecuentes con vuestras decisiones, y que a veces las cosas no son tan bonitas ni tan fáciles como nuestras madres y abuelas soñaban. Porque una vez que hemos conseguido todo eso, nos la han vuelto a meter totalmente doblada. Y es que nos han hablado de una cosa que se llama conciliación, que en el “Gran libro de la mitología griega” nos la encontramos entre ‘Caronte’ y ‘Cronos’ ,y que nosotras, cual rubias, nos hemos creído.

Y si, dentro de esas decisiones que a día de hoy podemos tomar libremente, elegimos combinar las variables ser madre + trabajar fuera de casa + seguir trabajando dentro de casa… ¡¡¡Hemos venido a jugar, Mayra!!! Eso sí, nade nos asegura si al final nos vamos a llevar el apartamento en Torrevieja o será la Botilde.

Y es que, para mí, un día normal empieza teniendo que ir a trabajar (afortunada que es una), pero, claro, te das cuenta que tienes una pequeña cosa de seis años pululando por casa a la que no puedes dejar mientras tú te dedicas a tus deberes. Así que, empezando las clases a las nueve y media de la mañana, Canijo ya está en su cole a eso de las ocho y veinte, porque después de dejarle tú todavía tienes que aparcar el coche, correr a coger el metro (rezando por el camino todas las jaculatorias que sepas para que ese día tenga a bien funcionar) y llegar a tiempo al trabajo.

Canijo y sus amigos al llegar al cole a horas intempestivas.

Una vez allí, tú te dedicas a tus quehaceres laborales, echando las ocho horas diarias de rigor, con el pertinente descanso para comer. Y mientras, van sucediendo cosas fuera de esa oficina: Canijo está aprendiendo, Canijo está disfrutando de su recreo, Canijo está comiendo, Canijo está creciendo… y a las cuatro y media de la tarde sale del clase, así que tienes que ir a recogerle al cole... OH! WAIT!!!! Que tú todavía no has salido de trabajar. Así que le dejas a una hora u hora y media de clases extraescolares dentro del mismo colegio. Eso sí, no sólo pagando esas clases, también pagando un servicio que consiste en que le recojan en su clase y le lleven al patio a dar patadas a un balón, o al aula de al lado a jugar con ordenadores. Y ya le tienes ocupado hasta las cinco y media o seis, en el que, esta vez ya sí, le tienes que recoger... OH! WAIT AGAIN! Que sigues en el curro, y que no vas a llegar a casa hasta las siete y media u ocho de la tarde. Lo de mandarle con el bonobús para que vuelva solo a casa y se prepare la merienda y se ponga a hacer los deberes, está descartado. Por lo que necesitas ayuda externa.

Una mujer cualquier intentando conciliar trabajo, casa, hijos… y escribir un artículo para GlupGlup.

En mi caso, soy una afortunada. Tengo una madre, que podría haber sido maestra del Santo Job, y que una vez que ha criado a dos hijas, se dedica a coger su coche, ir a buscar a su nieto al colegio, darle de merendar, repasarle los deberes, bañarle y jugar con él, hasta que la madre que le parió puede llegar a casa.

Que cuando llegas a casa, no te dedicas a descansar, claro. Cuando llegas a casa, te tienes que seguir dedicando a todo lo demás, que no es sólo dar de cenar a Canijo, estar un rato con él y acostarle. Se trata que a partir de las diez de la noche, que es cuando él ya duerme, y/o los fines de semana, tienes que emplearte a fondo a preparar las comidas y cenas, a limpiar y ordenar la casa, a poner lavadoras, tenderlas, recogerlas y plancharlas, a hacer pequeñas reparaciones o apaños, a comprar, a tener momentos tanto de estudio como de ocio con Canijo… ¿Y tú? ¿Dónde quedas tú? ¿Dónde tus prioridades y necesidades? No sé, buscaré en las vías de la línea cinco de metro, a ver si se han suicidado tirándose desde el andén.

Y esto es sólo el día a día y los fines de semana normales. Imaginad cuando llega algo excepcional, sobre todo vinculado con tu faceta como madre: primer día de cole, tutorías, reuniones varias… en ese caso, tienes que hacer malabares con el poco tiempo que tienes, gastar un día de tus vacaciones, pedir permiso en el trabajo para faltar unas horas, o que un alma caritativa lo resuma todo en uno de esos desquiciantes grupos de whastsapp. Por no hablar de cuando tiene que llevar un libro, un disfraz, o unas pastitas y te enteras el día anterior. Que entonces no sabes si echarte a llorar o pasar unas horas con tu gran amigo el Señor Brugal.

ConciliaQUÉ? Conciliapollas!

Yo intentando llegar a una reunión en el cole, para volver lo más rápido posible al trabajo.

Y, sí, todo son decisiones mías. Yo he decidido ser madre, yo he decidido trabajar, y soy afortunada por poder tomar esas decisiones por mí misma. Pero, señoras y señoritas, el tema de la revolución femenina, el tema de la liberación de la mujer, me parece una puta patraña de pelo y medio. Y sí, en este momento sí estoy mirando con ojos golosos mi mueble bar.

(Nota: Queridos jefes y compañeros que ahora me leéis. Estoy encantada con mi trabajo y con mi horario. Por favor, no me mandéis a casa indefinidamente para que así tenga tiempo para dedicarle a mi hijo y tener mi casa como si esperara la visita del embajador. Os abrazo, piratas.)

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Este artículo lo ha escrito...

Olga Andérez

Olga Anderez (Santander, 1975). Secretaria y contable afincada en Madrid que, a la vista está, se mete en cualquier embolado que se le cruza en el camino. Fanática de las redes sociales y del... Saber más...