Sexo, mentiras y citas por vídeo: Puente de plata

Sexo, mentiras y citas por vídeo: Puente de plata

Que las webs de citas están curiosas, es verdad. Que la realidad supera a la ficción es indiscutible. Pero, que además, la realidad altera la ficción… es lo peor de pasar de una ventana de chat a una cita para comer.

Nos encanta meternos en la boca del lobo. Es así. Y una cita a ciegas puede ser una boca de lobo fría y oscura, así que en esta ocasión quiero hablarte de algo imprescindible: la primera cita. Aunque parezca algo baladí, es necesario que estés preparadísima para lo que pueda ocurrir que será, en muchas ocasiones, como un resumen rápido de la película Fargo; hielo, planes que se tuercen, personajes con misteriosos recovecos e incluso nauseas. Así pues, dos serán los pilares fundamentales para garantizarte que, pase lo que pase, saldrás ilesa de ella: escoger el momento adecuado y la táctica de huida.

Hace tiempo me puse una buena regla; jamás aceptaría una cita a ciegas para cenar. Las razones son obvias, pero si tú, querida lectora, eres principiante en esto de las citas a ciegas o por internet (que estas no son a ciegas, sino a espejismo) rápidamente te paso a enumerar algunas de ellas:

  1. El caballero suele esperar que el postre lo comas en casa. En la suya. O en la tuya si está casado, es un mugriento reconocido o has sido tan incauta de quedar en tu barrio. Y a ser posible, sin ropa.
  2. Si no lo consigue, puede contraatacar por el lado venenoso: las copas. Y si estás lejos de tu casa, a ver quién vuelve. Y si estás cerca, ya sabes que te devuelve. Y entonces te viene con lo del postre, como si fuera un adolescente que vuelve de copas y se come hasta la bandeja del desagüe del frigorífico. O con que tiene que ir al baño. Y creo que era en la biblia que se decía eso de dar de beber a un sediento, de comer a un hambriento, y ceder el Sr Roca a un meón. Y a ser posible, sin ropa.
  3. Es más fácil escoger un conjunto “mañanero” que uno de noche. Porque la nocturnidad y la alevosía lían; que si esto es demasiado formal, que si no, demasiado escotado, demasiado corto, demasiado largo. Nada, facilítate la vida. Vístete como si fueras a una entrevista de trabajo (a menos que estés buscando trabajo de estriper) y excúsate –si lo necesitas- diciendo que tenías una reunión muy importante antes. Y si su descripción no encaja con la realidad, la reunión es justo después de la comida.
  4. A no ser que sea entre semana, no tienes una gran excusa para retirarte antes de medianoche. Y esto de las excusas tiene que ser algo muy bien preparado antes de la primera cita.
  5. Como decía el galán de moda allá por los primeros programas de corazoneo, “La noche me confunde”. Y, hay que ser un poco listas; que te confundan unos perturbadores ojos verdes, un metro noventa de chulazo y una sonrisa profident, pero no la ausencia de luz solar y, por supuesto, un par (o cuatro) de copas de vino. 

Si no quieres acabar como un postre, tienes dos opciones; pasa de la depilación o queda al mediodía.

En este punto es importantísimo recalcar algo: deja que tu galán sea el que indique la hora de quedar. ¿Por qué? Muy sencillo; si él es el que quiere quedar a mediodía, seguro que es por una de estas dos razones: o está casado o vive con la novia. Así de claro. Prácticamente todo ser viviente con genética XY quiere comerse el postre, así que si parte de él una cita a ciegas a mediodía es porque por la noche se podría empachar. Y no, no te hagas la ilusión de que es que él es diferente –que quizás sí lo sea, pero tendrías que acudir a Iker Jiménez para que determinara de qué planeta es- y por eso prescindirá del postre las primeras 32 citas porque busca un amor verdadero, casto, puro y limpio de sudores, pero es más que lícito que quieran saber si perteneces a la categoría de “Buffet libre” o a la de “Cocinado con tiempo y amor”, lo cual es completamente legítimo; cada cual tiene sus tests.

Cuando acudes a una cita a ciegas tienes que tener una cosa muy clara: en las webs de citas por internet hay más inventiva que en la mente de J. R. R. Tolkien.

Y no, seguramente no tengas delante a un Viggo Mortensen o a un Orlando Bloom blandiendo espadas salvadoras de nada, sino más bien a alguien muerto de curiosidad por saber si tus fotos son de hace 5 días, 5 meses o 5 años, así que si no quieres que la cita dure aproximadamente 10 minutos te aconsejo que tengas fotos actualizadas, Y, por favor, nada de poner morritos mirando a la cámara, que es la versión 2.0 de los modelitos de Ana Obregón tratando de quitarse unas cuantas décadas de encima.

Yo no soy partidaria de pasar meses chateando antes de quedar. En realidad es mucho más fácil; hablar, ver un poco si se tienen intereses comunes y, si encaja, quedar. Estar meses chateando te lleva a algo que seguramente destruya la cita: la idealización. Porque, claro, tu corazoncito sueña, idealiza, y esas palabras tecleadas suenan tan dulces… hasta que le das el número de teléfono y escuchas la voz. Bueno, perdón, que ahora nadie pide tu número de teléfono, sino el WhatsApp. A ver, almitas de cántaro, cuando pides el WhatsApp lo que estás haciendo es pedir el número de teléfono. ¿No es más fácil una llamada de prospección, al menos sonora, antes de quedar? Pues no. Ellos erre que ele, que escrito es mejor. Cositas del mundo 2.0. Pero ya hace años, cuando tener móvil era un lujo de pijo revenío, aprendí la lección: estuve meses hablando con un chico y cuando me recogió en el aeropuerto, lo siento, llamadme superficial si queréis, pero era tal la sensación de estar hablando con Alessandro Moreschi, que me dieron ganas de ir a la ópera a lucir palmito. Y no, ese no era el plan. Y es que una voz varonil al oído… ¡ays! Dejémoslo ahí.

                        

Angelina concuerda conmigo. Mira si no la cara de tontica que pone mientras su churri le dice al oído “Nena, a ver si te comes una buena fabada, que estás que se me escurre la mano”.

Antes de que llegue el gran momento tienes que tener preparado algo fundamental: tus estrategias de huida. Aquí te doy algunas ideas:

Usar una de esas maravillosas aplicaciones para tu Smartphone de llamadas y mensajes falsos. Tienes dos opciones: programa una llamada de tu madre con alguna emergencia a la que, lógicamente, tendrás que acudir e irte de la cita o bien programa cientos de sms, respóndelos y que sea él el que te mande al garete. Las opciones son múltiples.
Programa en el móvil una alarma para una cita ineludible.
Un clásico: que una amiga te llame a la media hora de comenzar la cita.
El socorrido grito de auxilio de tus ovarios. No tiene fallo. Por alguna extraña razón, para los hombres el síndrome premenstrual es como los Centauros: no tienen muy claro ni si existen ni qué son ni para qué sirven, pero les aterrorizan.
Háblale de tus sobrinos. Es más, lleva decenas de fotos de ellos encima, y recalca, cada vez que le enseñas una de esas imágenes, las ganas que tienes de ser madre, los chillidos que está pegando tu reloj biológico y que tan honorable misión es la que encabeza tu lista de objetivos para este año.
Dile, sin darle excesiva importancia, que en tu casa hay cajones y armarios vacíos y que si conoce una ferretería cercana en donde podáis hacer copias de vuestras respectivas llaves como símbolo del amor que desde ese momento os une.
Pídele a un amigo –a ser posible de los de la categoría “cañonazo al que jamás tocaré un pelo porque, claro, somos amigos”- que pase como quien no quiere la cosa por el lugar de la cita. Si te va el teatro y no tienes vergüenza, puedes hacer una improvisación con escenita de celos incluida. Testado y funciona a la perfección.
Generar una lista de frases boomerang:

No eres tú, soy yo

Creo que no estoy preparada para avanzar en la relación

Queremos cosas diferentes

Mereces a alguien mejor

No quiero hacerte daño

No puedo darte lo que necesitas

No sé qué me pasa, pero ante ti me bloqueo

Te quiero como amigo

Necesito tiempo

No sé lo que quiero

Estoy en un momento complicado de mi vida

Acabo de salir de una relación

Llevamos ritmos diferentes

Hay un perverso placer en usar las frases boomerang que puede llevarte a sentir cómo unas incipientes gónadas masculinas toman todo tu ser. Todo vuelve, queridos, todo vuelve…

Otro tipo de excusas que, ante todo, te puedes divertir contándolas posteriormente a tus amigas. O en una revista digital en internet:

En realidad, estoy casada: Para que surta efecto, es fundamental que te toquetees el dedo anular izquierdo, como si echaras de menos el anillo.

Me acabo de dar cuenta, según nos servían la ensalada, que me gustan las mujeres. Mira, mira qué culito tiene la camarera: Llámala de nuevo pidiendo cualquier cosa y cháscale la lengua, guíñale un ojo o coquetea con ella. Él seguramente se ponga enfermo, pero no por las razones que te imaginas. Quédate bien tranquila; acabas de regalarle un par de semanas de desintoxicación de porno por internet porque todo quedará grabado en su mente, hasta lo que no ha sucedido ni sucederá.
Soy virgen y quiero seguir siéndolo hasta el matrimonio: Baja la mirada, como si te avergonzaras de ello. Rictus serio y comienza un speech sobre las ventajas de la castidad y lo contenta que estás de tener un CD firmado por los Jonas Brothers.
Tengo alergia al vello masculino: Y es que una extraña enfermedad, tras una ruptura traumática, hace que tus parejas tengan que ir depiladas impecablemente. Todo su cuerpo y con cera ya que el más mínimo roce con el vello masculino te provoca una reacción impresionante. E impresentable.

En realidad estoy haciendo un testeo para encontrar un donante de semen. Y es que la crisis no es excusa cuando el reloj biológico ataca. ¿Para qué ir a una clínica de inseminación artificial existiendo internet?

                              

No es tan fiero el lobo como lo pintan, pero hay demasiados andando a dos patas.

También puedes ser sincera y decir que simplemente no hay conexión, o que tú querías un Aragorn y te han mandado un Bilbo Bolsón o, mi favorita: “He quedado contigo porque esta semana tengo que hacer un artículo y estaba seca de ideas”. Hay caras que no tienen precio.

Teniendo estos dos puntos perfilados, ya estás preparada para tu primera cita a ciegas. Y no, no es cuestión de ir con el hacha de guerra en la mano esperando lo peor, sino protegiéndote de los personajes, personajillos y persomajetes que pueblan este mundo de ligoteo 2.0. Y si aun así decides meterte en la boca del lobo, hazlo siempre sabiendo que a ese lobo lo vas a poder domesticar.

Y con un buen puñado de chicles de menta, por si al entrar ya huele a rancio.

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Este artículo lo ha escrito...

Eva Campos Navarro

Eva Campos Navarro (Guadalajara, 1977). Es psicóloga, coach y escritora, colaborando con diversos medios de comunicación. Autora de “Soy más lista que el hambre” y “Alicia en el país de las... Saber más...