5 razones por las que hacer la Renta me convierte en una loca pirada

5 razones por las que hacer la Declaración de la Renta me vuelve loca

5 razones por las que hacer la Renta me convierte en una loca pirada

Parece mentira que ya estemos en junio y que por el horizonte se asomen las vacaciones. Pero, oh, qué sorpresa tan encantadora, junio también es el mes tope para entregar la Declaración de la Renta. Algo que muchos nos empeñamos en olvidar un año tras otro. Si no queremos enloquecer y perder las ganas de vivir, claro.

Es increíble: conozco gente que a estas alturas ¡ya ha entregado su Declaración de la Renta! Es más: conozco gente que se hace su propia declaración de la renta y no son científicos que trabajan en el Max Planck de Munich ni analistas de la City londinense. Tampoco son expertos en hebreo antiguo. Es gente normal, como tú y como yo, que son capaces de enfrentarse a ese maldito galimatías que es el informe del IRPF anual y rellenarlo sin sacarse los ojos o perder todo su cabello en el intento. Son héroes. Gente a la que admiro profundamente por su capacidad para rellenar escrupulosamente una montaña de papeles con un montón de “palabros” que yo jamás entenderé. Mi padre es uno de ellos y todavía recuerdo cómo cada año se sentaba en la mesa del salón rodeado de montañas de papeles con una calculadora convencional a un lado y un lápiz Staedler número 2 afilado al otro. Preparado para rellenar páginas y páginas con un montón de numeritos incomprensibles. Y feliz de tener que hacerlo. Era tan feliz que no sólo hacía la suya, también era el responsable de hacer las declaraciones de otros miembros de la familia. Yo, en cambio, que llevo años independizada y que tengo una licenciatura universitaria, soy incapaz de pasar de la primera hoja sin llorar de la frustración y meterme dos gintonics para el cuerpo porque no entiendo absolutamente nada de lo que me piden y, lo que es peor, no tengo ni puñetera idea de lo que estoy haciendo. Un poco como Homer Simpson en aquel episodio en el que rellenaba la declaración al azar, con conceptos tan locos como “desgravación interanual por comida de perros” o “descuento por ropa interior reciclada”. Lo malo es que en aquel episodio luego viene el señor Hacienda y obliga a Homer a espiar a famosos para pillarles falsificando datos, pero aquí eso no pasaría jamás de los jamases.

Aquí sólo te obligaría a entregar la declaración bien hecha, lo que en mi mundo se parecería bastante a esa pesadilla que tengo de vez en cuando en la que tengo que enfrentarme a un examen de Física Cuántica y yo no tengo ni idea de Física. Y ni siquiera sé qué significa “cuántica” en este caso. En resumen, que todos los años paso por un periodo de locura transitoria y la única culpable es la Declaración de la Renta.

Saber que no soy la única que enloquece con este asunto me ayuda bastante. O eso me ha dicho mi psicoterapeuta.

Y todo esto rezando para que me salga a devolver. Porque es la otra opción, que encima te toque pagar. La sensación entonces sólo se puede reducir en algo como este vídeo:

Vamos, que es escuchar la campaña de publicidad de Hacienda por la radio y comenzar a experimentar extraños espasmos. Y si no os parece suficiente lo que acabo de contar, aquí os doy cinco razones más por las que ingresaría sin más trámites en el manicomio, si no fuera porque no sería excusa para no presentar los impuestos, antes que hacer la Renta.

1.- Porque no sé arameo arcaico y no estoy familiarizada con los jeroglíficos egipcios. O, lo que es lo mismo, porque no entiendo nada de lo que me están pidiendo y mucho menos nada de lo que me explican en las instrucciones adjuntas. Queridos señores de Hacienda: ¿no sería más fácil y lucrativo para el país que la Declaración del IRPF viniera con unas instrucciones escritas en castellano nivel lerdo supremo? Algo así como “Instrucciones para Dummies para hacer la Declaración de la Renta”. Con los conceptos más complicados explicados en un glosario adjunto en dialecto Rebuzno. Me facilitaría mucho las cosas saber qué puñetas me están pidiendo que haga.

2.- Porque todos los años cambian las normas. Un año te puedes declarar las niñas al 50% con tu cónyuge si no estáis casados, pero vivís juntos. Otro año la cosa no es así sino al revés y uno se las puede declarar, pero el otro no o todo lo contrario de lo que hayan dicho el año anterior. O de arriba abajo. Otro año te puedes declarar los premios literarios, pero no si los has ganado en la provincia de Álava y quién sabe si son de Teruel... Esto sí… esto no. Y lo que es peor: llamas al teléfono de atención y depende del operario que te atienda la respuesta es diferente. Y contradictoria. Si no fuera porque controlo mi imaginación exacerbada pensaría que esto es una conspiración masónica para volvernos tarumbas.

3.- Porque si lees la web de Hacienda al revés estarás invocando al demonio. Que lo sepas. Vale, puede que esté exagerando, puede que sólo sirva para entrar en contacto con Nosferatu. Pero, creedme, me da mucho más miedo saber qué es la Base Imponible que hablar con ese señor de tú a tú. Además, puede que Nosferatu sepa qué significa Rendimientos Íntegros de Trabajo y si son realmente las calorías que quemo cuando hago abdominales u otra cosa absurda que desconozco (y que no tengo ninguna capacidad para comprender). Desde luego en la web no me lo van a explicar y lo único que voy a conseguir entrando en ella es cagarme de miedo. Y pensar que hay un sector de la raza humana que piensa que esa web es práctica y está diseñada para ayudar al contribuyente me pone los pelos como escarpias.

Así me imagino yo a los tipos que inventaron y diseñaron la web de Hacienda. 

4.- Porque la única ayuda que me dan es el programa PADRE.  Me pregunto quién será el graciosillo al que se le ocurrió la idea de llamar así a este invento maligno. A lo mejor era para facilitarnos la tarea de cagarnos en él. Y ahora la cosa ha mejorado, porque hace unos años descargarte el programa PADRE en uno de los cacharros de Apple era como revivir un pasaje de la caída a los infiernos retratados por Dante. Lo peor de todo es que este PADRE no es nada empático como los padres modernos, es más un padre de los de antaño, de los que se sacaban el cinturón para arrearte si suspendías el cálculo. Además ¿para qué sirve exactamente? Yo sigo sin saber qué es el Coeficiente Indirecto de Distribución de la Venta de los Valores en Bolsa. El programa PADRE no me lo quiere explicar, sólo se limita a exigirme datos incomprensibles y a sumarlos cómo le da la gana. Podría darle mis medidas o la cantidad de mililitros de caldo de cocido que necesito para hacer una tanda de croquetas y el PADRE los sumaría al igual que mi Base Imponible o mi Reducción por Menor Dependiente.

5.- Porque los papeles me comen. Literalmente. Y si eres autónomo, como es mi caso, más aún. De repente empiezan a llegarte cartas a diario con páginas llenas de números incomprensibles. Sólo tengo fuerzas para ir haciendo un montón en mi despacho, montón que empiezo mirando con respeto y del que termino huyendo con auténtico terror. Me acecha desde la oscuridad, en su rincón, quién sabe con qué siniestros motivos. Sé que en algún lugar de ese montón se encuentra la factura de los libros de las niñas y que podría desgravarme (signifique desgravar lo que signifique), pero ¿me atreveré a sumergirme en el montón para buscarlo? Ojalá hubiera inventado un método más eficaz para archivarlo todo, un método como este:

 

Seguro que podría hacer una lista más larga de las razones por las que odio profundamente (y hasta la locura) hacer la Declaración de la Renta todos los años, pero no tengo tiempo. Tengo que enfrentarme a una montaña de papeles para buscar el recibo de la Contribución y llamar a mi padre para intentar convencerle de que se tire el pisto y me la haga este año. Aunque la última vez me dijo que no, que no llevaba nada bien que me sentara a su lado y me pusiera a gritar como una loca cuando me reclamaba esta o aquella factura. Que nuestra relación no podría soportar un ejercicio más.  

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Este artículo lo ha escrito...

Rebeca Rus

Rebeca Rus (Madrid, 1974) es creativa publicitaria, escritora, columnista y responsable de la sección de cocina de la Revista Cuore. Es la autora de los libros "Sabrina:1-El Mundo:0", "Sabrina... Saber más...