Gran Hermano es como la comida rápida
Gran Hermano es como la comida rápida
La telebasura es como la comida rápida. Todo el mundo reniega de ella pero en el fondo les encanta. Solo hace falta ver los índices de audiencia del estreno de Gran Hermano para percatarnos de que alguno de los amigos que dijeron que a esa hora veían un documental en Discovery Channel se estaba tirando el pisto.
Todo el mundo es consciente de que la comida de los fast food está bañada en aceite, engorda y no tiene de sano ni la lechuga, ¿nos importa? ¡No! De hecho, si estando con los amigos de cañas alguno que ha trabajado en las cadenas se ofrece a contarte, por ejemplo, el secreto de los nuggets de pollo te apresuras a gritar que “¡no!”. Da igual su composición, esa mierda está muy rica y nadie me va a quitar la ilusión.
Ahí estamos, como retretes preparados para recibir la mierda.
Lo mismo ocurre con la telebasura. En este caso la mierda no se come ni se expulsa sino que se ve. Sabes que no deberías, que intelectualmente no te va a aportar nada y como mucho dormirás con un ataque de nervios estrangulando a la almohada como si fuera la cabeza de alguno de los concursantes, pero acabas viendo Gran Hermano. Punto.
Te da igual que los concursantes entren con un papelón ensayado o que sepas perfectamente que su relación amorosa durará unos meses después del concurso hasta que hayan rentabilizado lo felices que son comiendo perdices. Entonces un par de tweet, un montaje casposo y volverán a los platos de televisión a despedazarse como animales para sacarse unos eurillos con la ruptura también. Cabreo que por supuesto termina en el preciso instante en el que salen por las puertas de Telecinco y se van a la Posada para liarse los unos con los otros y seguir ingresando billetes en su cuenta bancaria.
Volvamos al tema que me desvío. Incluso las eminencias que solo leen a Kafka con un monóculo y una pipa para fumar tienen que rendirse ante la evidencia de que el público lo ve. Los audímetros no engañan. Por ello, me he preguntado cuál es el motivo. ¿Por qué nos sigue gustando que Mercedes Milá enseñe las bragas o se de un beso con lengua con algún concursante de buen ver si lo ha hecho en todas las ediciones? ¿Por qué seguimos trasnochando con esas galas infinitas en las que ponen anuncios tras cada vídeo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Y no me valen los argumentos simplistas de que los únicos que lo consumen son borregos sin cultura, bla, bla y bla. No creo que el intelecto de una persona se pueda medir en base a lo que consume en la televisión o se podría considerar que el 90% de los españoles tienen el cerebro en la punta del pito por todo el porno que consumen. Como esa famosa expresión que está ahora de moda: generalizar y humillar a alguien por sus gustos es en el entretenimiento no es bien.
Lo primero que hay que es la imaginación. Después de tantas ediciones que se sepan reinventar es todo un logro. Con todo el tema este de los secretos han conseguido el dos por uno, misterios y discusiones por el engaño al mismo precio. Sin embargo, el punto más importante es el casting. El pasado fue un truño y se habría ganado el título a la peor edición sino hubiera sido por esa obsesión que sentimos las españolas por los desengaños amorosos desde que empezamos a ver las telenovelas gracias al triángulo amoroso de Omar, Lucía y Paula. Nadie ve Gran Hermano, pero al día siguiente de que ocurriese todo el mundo sabía que en la misma fiesta el chico le había dicho a la rubia de voz de pito que la quería para acabar volviendo con su ex horas después.
¿Qué casting ni qué narices? Mercedes enseña las bragas. Eso es lo que importa.
Este año el equipo que lo ha hecho se merece una ola. Cuando los espectadores creían que después de Aída Nizar no podrían ver a otro personaje con más claros indicios de que donde debe estar es un manicomio, llega Maite y a son de pedos, gritos, insultos y de mandar a su hija a que “se folle” como si fuera ganado a un tío para “joder” a la que piensa que es su pareja se dan cuenta de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Además, esta no viene sola. Entre los personajes a destacar está Han, un chino de Granada que cuando no podía hablar castellano hacía gracia y ahora se dedica al acoso y derribo del pobre vasco; Suso, un hombre al que han vuelto loco entre madre e hija que solo piensa en salir fuera para fecundar a todo bicho viviente; y Amanda, una choni-pija-operada-empollona que dejó muy claro que las extensiones que llevaba eran suyas porque las había pagado y forra el código civil con pelito rosa.
¿Qué Maite o Han? Mercedes enseña los pechos. Eso es lo que importa.
Si el casting es importante los concursantes lo son más. A los espectadores les da igual que su única meta sea hacerse bolos por toda España de discoteca en discoteca, lo que quieren es que se mojen (y mojen), entretengan, sean muy cotillas y se metan en grescas. Ahí es poco. Estos son el punto fuerte del plato, los ingredientes de esa comida basura que harán que te vuelvas adicta. Para mí las personas que entran en la casa tienen o mucho valor o muy poca vergüenza. ¿Sabéis lo que tiene que ser que te graben las 24 horas del día? ¿Qué haya un micro en el baño incluso un día que estás con diarrea y no sepas si lo van a emitir?
Yo desde luego no entraría por una simple razón: por la comida MA-TO. Puedo aguantar sin cualquier cosa, sin criticar (o eso creo), sin meterme en líos, siendo un angelito de esos que cuelgan del árbol de navidad y todas esas cosas pero… ¿ver una onza de chocolate y no meterle mano? Por ahí no paso. Acabaría robando en la despensa y mis compañeros me nominarían por glotona.
Sería capaz de robarle incluso las galletas a él. Ahí lo dejo.
Volvamos a mi pregunta, ¿por qué gusta la telebasura? No tengo ni la más mínima idea. Unos se entretendrán, unos disfrutarán criticando y algunos lo verán para poder hablar en el café del trabajo o las cañas del fin de semana. Sea como sea, Gran Hermano es como la comida rápida, sabes que no deberías comerla teniendo tuppers de tu madre en casa, pero acabas cayendo y llamas para que te la traigan a domicilio.
Este artículo lo ha escrito...
Alexandra Roma o Alexandra Manzanares Pérez (Madrid, 1987) es un periodista, guionista, directora de cine, escritora y, gracias a Glup Glup, columnista, ¿se comprende por qué necesita una doble... Saber más...