Paleorunners vs. neorunners: duelo de titunners

Paleorunners vs. neorunners: duelo de titunners
Por Puri Ruiz

Paleorunners vs. neorunners: duelo de titunners

Correr (perdón: el running) es el nuevo gin-tonic: pasó de ser un hábito para minorías a convertirse en un “si no lo haces, estás fuera”. Las calles de España se llenan hoy de runners que se observan entre sí con una sana mezcla patriótica de envidia y regomello. Pero entre la multitud se esconden los corredores de siempre. Los que no entienden de modas. Diferenciemos a los de toda la vida de los de ahora.

He decidido correr para ponerme en forma. En realidad me gustaría decir que las circunstancias me han empujado a hacerlo (la crisis me deja poco margen para pagarme un buen gimnasio, vivo junto a la playa y es un lujo que hay que aprovechar…), pero lo reconozco: me he puesto a correr porque se lleva. Porque está de moda. Porque todos lo hacen y yo no quería ser menos.

Yo —como tú, probablemente— odiaba los gin-tonics hasta que se pusieron de moda. Un amigo nos llevó a un garito magnífico en el que había tal variedad de tónicas y ginebras que, como no sabías dónde mirar, se te ponían los ojos como a Fernando Trueba. El camarero, experto en preparar este combinado, te sugería los mejores maridajes y dejaba caer la tónica en cascada por una cucharilla de mango trenzado “para no romper la burbuja”. Por último, aderezaba tu copa con prácticamente cualquier producto de la flora terráquea no tóxico —importante: cuantos más colorines, mejor—. Eso sí, el precio era pelín prohibitivo: al día siguiente de aquella experiencia religiosa en el que consumí dos magníficos gin-tonics de Fever Tree y Hendrick’s, tuve que acercarme al banco a ampliar la hipoteca.

Siempre que me he dejado tentar por esta gilipollez visualizaba, al final de la barra, solo, recostado en ella y brindando conmigo con el típico gesto de alzar su vaso, al bebedor de toda la vida de gin-tonics: Schweppes con Larios en vaso largo y dos cubos de hielo. Y arreando.

Y lo notaba. Se reía en mi jeta.

Pues lo mismo me ocurre con mi nuevo hobby. Bueno, llamar hobby a esto es ser muy optimista (hay momentos en los que la gota malaya me parece un regalo comparado con las que me caen por la nuca). Cuando corro, veo al runner de toda la vida descojonado al verme pasar.

Y es que los neorunners somos la risión de los paleorunners. Nosotros simbolizamos la versión indie-pija de este deporte y ellos son los viejos rockeros. Nosotros TRATAMOS DE IMITAR al T1000 y ellos SON el T-Rex.

Dicho para que nos entendamos todos: tú, neorunner, eres el hipster del asfalto. Y el paleorunner es tu cuñao.

 

Ahora bien, ¿cómo distinguir al iniciado del experto? ¿Cómo adoptar una pose digna si te cruzas con uno “de los de toda la vida”? ¿Podremos evitar que se ría de nosotros mientras levanta su vaso de Schweppes con Larios?

Correr es como el gin-tonic. Se ha puesto de moda y ha generado un merchandising de tontunas solo a la altura de las bayas de enebro, los pétalos de rosa y las copas de balón cruzadas por cucharillas interminables.

Comprendedme. Consejos no puedo daros —ya me gustaría: no es agradable que los cuñaos se rían de una a diario—, pero sí una lista de detalles que harán que, al menos, podáis reconocer a uno al primer golpe de vista. Por lo pronto, si lo identificas, puedes hacer como que se te ha soltado un cordón de la zapatilla para evitar el contacto visual.

1. Indumentaria.

El neorunner viste, por lo general, camiseta técnica, mallas con zonas específicas de compresión, medias de running que mejoran la transpiración y la circulación sanguínea, zapatillas de marca top (Nike, Reebok, Adidas…) y, en algunos casos, gorra ajustable (también de tejido técnico). El paleorunner (quien, por cierto, a esto que hacemos lo llama “correr y déjate de hostias, qué running ni runnong”) viste camiseta con publi de J&B o de la ferretería de su barrio en el estadio previo a convertirse en trapos para la cocina (si lleva gorra, asume que será de la droguería de la calle de al lado); mallas del Decathlon, “de las baratitas”, calcetines del chino y, eso sí, zapatillas buenas. Pero nada de marcas mainstream: lo verás con unas Mizuno o unas Asics (que valen pastón y medio, pero no tienen el glamour de las firmas de diseño). Y ojo que el cuñao del running, de ser por él, corría en chancletas, pero está muy en contra de pisar mierdas de perro con el pie descalzo.

El colmo del hipsterismo corriendo es el barefoot running como el que practica Scarlett. Espero que tenga tanto cuidado con sus pechos, que esos sí que sufren (y sé de lo que hablo).

2. Preparativos.

Un calentamiento específico orientado a la protección de las articulaciones (y un estiramiento posterior, por supuesto) son esenciales para el neorunner. Tanto como una bebida isotónica baja en azúcares y con un contenido en sales minerales adecuado a su presión sanguínea. El cuñao del running puede que estire (puede), pero no le hables de calentar porque hará un chiste en la línea de “a mí lo único que me calienta es la titi de la contraportada del As”. ¿Bebida? Botella de agua del grifo y carril. Es hasta probable que se la eche por la cabeza al terminar su carrera mientras relincha y mueve los belfos.

Dean Norris me parece el cuñado perfecto. Lo imagino corriendo junto al neorunner Walter White por las llanuras de Albuquerque y riéndose en su cara.

3. Gadgets.

El neorunner se lanza a la carrera con su brazalete para el móvil, su pulsómetro —o mejor aún, su pulsera tecnológica que le mide hasta la intensidad en la escala de Richter de los pedos que se tira—, su cinturón-riñonera para depositar las llaves del coche y minibotellitas por si se deshidrata durante su interminable carrera de 17 minutos; el paleorunner lleva un Casio del 87 para saber cuántos minutos va a correr… y gracias. Las llaves, en la cremallera trasera de la malla del Decathlon. Y no las lleva en los gayumbos porque un cuñao corre sin ellos, hombre ya.

4. Redes sociales.

Como corredor de nuevo cuño, NECESITAS que todo el mundo sepa que corres. NECESITAS que el mundo sea consciente de tus avances y por eso es FUNDAMENTAL publicar, a través de apps como Runtastic y similares, tus progresos en Twitter y Facebook. El cuñao del running una vez se abrió un Facebook y subió las fotos de su boda, y desde entonces no entra ni a ver las felicitaciones de cumpleaños que le cuelgan en su timeline. Para qué voy a extenderme más.

5. Lesiones.

Esta es buena. Correr es un foco de lesiones músculo-articulares importante. Por eso, el neorunner calienta y estira; pero sobre todo, tiene a mano el contacto del fisioterapeuta que le han recomendado sus compañeros de trabajo y que cobra cada sesión más o menos a precio de kilo de caviar beluga. Ante el más mínimo dolor, la hoja de ruta que sigue es: aplicar una bolsa de hielo comprada en Amazon y específica para lesiones; masaje con alguna crema antiinflamatoria ad hoc; y si nada de esto resulta, visita al fisio y ya comerá caviar otro año. El cuñao rara vez se lesiona, pero si lo hace va que se mata con una bolsa de guisantes congelados y, si el frío no funciona, se lanza a sí mismo un uppercut al menisco para recolocárselo —vamos, lo mismito que hace para terminar de encajar la estantería Billy del Ikea—.

El sueño de todo neorunner tras la carrera es rebozarse en un charco para el refresque. Detrás, un cuñao disfrutando de las vistas.

6. Música.

El smartphone y unos buenos auriculares de diadema o de botón y diseño ergonómico no pueden faltar en el minucioso atrezo del neorunner. Es muy probable que se haya confeccionado su propia lista para correr, incluyendo la consabida power song, o que se haya dejado llevar por la aplicación para runners de Spotify. Apostaría incluso a que Franz Ferdinand anda escondido en alguna de esas listas. Un cuñao jamás corre con música. ¿Qué es eso de correr con música, con lo que pesa el walkman colgando de la cinturilla? Aunque bien pensado, admito la posible versión musical del paleorunner. Eso sí, no busques nada que no sean los greatest hits de Leño.

7. Estado físico.

Si el neorunner abarca, por lo general, un estado físico que va del tirillas al fofisano (tirillas con barriguita es el espécimen-tipo), el paleorunner admite dos versiones: mazadísimo con tribal en la espalda (y por supuesto, correrá sin camiseta, que esas abdominales hay que enseñarlas) o con su tripita cervecera. Eso sí, pellízcale un muslo y te aseguro que el dedo te lo entablillan. Al tiempo.

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Este artículo lo ha escrito...

Puri Ruiz

Puri Ruiz (Madrid, 1968). Periodista nacida en la capital pero arrastrada hasta el sur gracias a una ola molona que me dejó una pareja alucinante y una hija maravillosa. Fuera de ellos, que son mi... Saber más...