Cosas que hacer antes de…

Cosas que hacer antes de…

Cosas que hacer antes de…

Yo vivía tan contenta con mi vida tranquila, mi hijo, mi trabajo anodino, mis hobbies más o menos normales, pensando que era feliz. Pero me equivocaba. Resulta que me faltaban un montón de cosas, cientos de actividades que realizar, infinidad de viajes por hacer, para tener una vida completa… ¿o quizás no?

Por favor, decidme que no soy la única, decidme que no estoy sola. Decidme que a vosotros también os tocan mucho las pelotas las famosas listas de “Cosas que hacer / visitar / leer antes de: los 40 / casarte / ser madre”. Porque parece que si no haces cierta cantidad de cosas guays, no eres guay, vivirás por vivir, cual ameba, ya que tu vida carecerá de todo sentido.

Estoy segura que la gran barrera de coral, surfear en Australia, el Machu-Pichu, el Taj Majal… son la hostia. Maravillosos, espectaculares, brillantes… casi casi tan brillantes como mi cuenta bancaria a final de mes, que deslumbra de lo limpia que está (nota: mi final de mes suele empezar alrededor de cada día 17 más o menos). ¡Joder! ¿Qué tiene de malo que las únicas olas que pilles se limiten a la piscina municipal de tu barrio? Si queréis os hago yo una lista de “Los 25 viajes que no debes perderte con un crío preguntando continuamente ‘¿cuánto queda?’ y vomitando por las ventanillas del coche”.

Si yo quiero una aventura apasionante me meto en el centro de Madrid sin GPS, que tengo las mismas posibilidades de perderme que en la selva amazónica (sí, cuando repartieron el sentido de la orientación, yo debía estar tomando mojitos).

¿Y qué me decías de las actividades que hay que realizar en esos viajes, o en el tiempo de ocio diario? Que si sigo todas las recomendaciones de las listitas, tengo que sacarme fotos con tigres en Tailandia, escalando el Everest, practicando salto base o bugee dumping (y mil cosas más que mi madre no sabría ni pronunciar)… Pero eso sí, me convertiría en la más molona del Tinder en cinco minutos.

Esta foto es de mis últimas vacaciones. ¿A qué lo molo todo?

Respecto al mundo de la literatura, esas listas que me dicen lo que debo leer antes de que mi vida dé un giro irremediable, qué voy a decir. Porque sí, “Crónica de una muerte anunciada” es un novelón, que particularmente me encanta, pero a veces prefiero hacerme pis encima leyendo cosas como “Mientras tanto en Londres” de Rebeca Rus, o muchos de los posts que se publican en GlupGlup. Joder, que en esta vida hay tiempo para todo. Y os aseguro que después de tener hijos, casarme o cumplir los 40 (¡Señor! ¡Qué poco me queda!), pienso seguir leyendo, que no tengo intención de perder mis capacidades lecto-comprensoras.

Si piensas morirte sin haber hecho puenting en el Gran Cañón del Colorado, olvídate. Deberás aplazarlo hasta que te hagas la correspondiente foto.

Pero me alegro de que os gusten las listas, porque podemos hacer listitas para todos los gustos. Yo misma acabo de crear una sobre el día a día, sin postureos ni posturitas, sobre cosas que hacéis y que me joden un huevo. Y que os sirven vayáis a ser padres, a adoptar un cachorro, a cumplir los 30 o a bautizaros en el Jordán

10 COSAS QUE ME TOCAN LOS OVARIOS DE SOBREMANERA:

1.- Las faltas de ortografía. Entiendo que a veces puedan surgir dudas sobre cómo se escribe una palabra, a todos nos pasa. Pero si no tienes opción de consultarlo y corres el riesgo de hacerlo mal, NO LA ESCRIBAS. Busca una alternativa. Pero es totalmente innecesario hacer que desee arrancarme los ojos, que además sólo tengo dos.

Hai! Mis povres ogos!!!

2.- Si se te olvida pesar la fruta en el súper lo siento. Ni vayas a pesarla en ese momento, ni hagas que la cajera lo haga. Hay gente esperando. Gente que sí hemos pesado nuestra fruta y tenemos una vida fuera. Y si vas detrás de mí no hace falta que en la cinta pegues tu compra a la mía, te aseguro que no te la pienso pagar.

3.- Me subo en la primera estación del metro (comprobaréis que en el apartado “metro” soy especialmente sensible). Voy sola en el vagón. Si tú te subes en la siguiente y tienes diecinueve asientos libres ¿por qué has de sentarte justo en el que está a mi lado? ¿Qué ley física es la que te empuja a hacer eso? ¿Qué coño les sucede al resto de asientos? De verdad, que eso es algo que me inquieta y me perturba hasta el extremo de desear consultárselo a Esperanza Gracia.

4.- Sigo en el metro. Son las ocho de la mañana, he madrugado y me dirijo al curro. Sinceramente, soportar vuestras conversaciones a grito pelado en mitad del vagón me apetece lo mismo que el que me metan palillos debajo de las uñas. No es tan difícil mantener un volumen de voz por debajo del de las beliebers.

5.- El punto anterior también es aplicable a la vuelta del trabajo a casa, con vuestra música (que normalmente no merece ni el calificativo de música) sonando a tope en vuestros móviles. Aunque ahí me reconforta saber que en unos años os podré ver anunciando el Whisper XL.

6.- No entiendo esa manía de, sin estar el vagón del metro lleno, ponerte en mitad de puerta aunque no pienses bajar, porque que el resto de usuarios pretendamos entrar o salir, es algo totalmente secundario comparado con tener durante todo el trayecto la pole-position.

¡Ni súper héroes ni leches! ¡Quitaos de mitad de la puerta y dejad salir!

7.- Llevar quince minutos en una cola de un restaurante de comida rápida, y cuando llegas al mostrador te pones a pensar lo que quieres. ¿Qué has estado haciendo todo el rato? ¿Acaso te pensabas que estabas haciendo fila para un concierto de Raphael?

8.- Lo intermitentes, esos grandes desconocidos. Sí, señores. Esas lucecitas de tono anaranjado que se encienden y se apagan en su vehículo, en la parte delantera y trasera, y en los laterales, se llaman  intermitentes. Y deben usarse. Solamente debéis accionar una de las palanquitas que se encuentran al lado de vuestro volante. ¡Qué cosas, eh! Que mis dotes adivinatorias para saber cuál va a ser vuestro próximo giro o desplazamiento me están fallando. Será cuestión de aprovechar la llamada anterior a Esperanza Gracia y proponerle que venga conmigo siempre en el coche, cual San Cristóbal.

9.- El sonido del teclado del móvil / notificaciones de whatsapp. Vamos a ver, no necesito escuchar el soniquete del silbidito de Android cada vez que recibes un mensaje. Ni las teclas al escribirlo o al alinear diamantitos en el Candy Crush.

10.- Y, sobre todo, me jode que me toques las narices con listitas de cosas con las que hacer de mi vida un capítulo de Melrose Place (“antes de…” por supuesto, que “después de…” me convertiré en un ser ameboide).

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Este artículo lo ha escrito...

Olga Andérez

Olga Anderez (Santander, 1975). Secretaria y contable afincada en Madrid que, a la vista está, se mete en cualquier embolado que se le cruza en el camino. Fanática de las redes sociales y del... Saber más...